La ausencia de Lamine Yamal y el siguiente infanticidio de Mendes

Abandonado por Mendes, que ni se ocupa de él ni le importa lo que le pase, Lamine Yamal, a sus 17 años, sólo tiene de referentes serios a su madre, Sheila Ebana, y sobre todo al verdadero eje vertebrador de su familia que es su abuela paterna, Fátima, la primera que vino a España, Granollers, y organizó la llegada del resto. Los orígenes del jugador en nuestro país tienen por cierto mucho más que ver con la ciudad de Granollers, donde todavía vive la madre, que con el barrio de Rocafonda de Mataró, donde se fue a vivir la rama paterna. Por suerte para el chico, la abuela y el padre se han trasladado a vivir a Barcelona, porque con las envidias, el incidente del padre que casi lo matan y ahora que se han hecho famosos y todo el mundo sabe que tiene dinero, su permanencia en un barrio tan desgraciado y violento como el de Rocafonda se había vuelto peligrosa, insostenible.

El padre es un desastre para el niño y siempre que toma algún protagonismo acaba estropeando todo. La madre ayuda, como la abuela, pero poco o nada saben ninguna de las dos de fútbol, ni de cómo aconsejar al chaval para que tome buenas decisiones en el terreno de juego y en la relación con sus compañeros y el club. Es desde luego una mala decisión que Lamine Yamal ponga malas caras al entrenador cuando te cambia y más sabiendo que lo hace porque los médicos han advertido que si no descansa se puede lesionar y de gravedad.

En el partido contra Osasuna, el chico sabía perfectamente que corría el riesgo de romperse. El enojo con que miró a su entrenador es de niño al que nadie cuida ni educa y que por lo tanto aún no se ha dado cuenta de que Hansi Flick es su principalísimo aliado en su complicadísimo mundo, y a su jovencísima edad; y que tampoco entiende que el primer interés tendría que ser sobrevivir, aunque solo sea para poder jugar el siguiente partido.

Lejos de aprender de la situación, de intentar corregirla o por lo menos intentar que no se vuelva a producir, el club reproduce con total irresponsabilidad el esquema y la última joya a la que promocionaron hace un tiempo –a través del propio club y de cuentas más que afines en las redes sociales– fue Adam Qaroual, de 12 años, y una vez bajo el foco, Jorge Mendes, que hacía tiempo que le mandaba regalos como una camiseta de Cristiano Ronaldo, se ha hecho con la representación del niño, con su insólita impunidad para pescar en la Masia azulgrana. Ésta es la verdadera fe que tienen en la cantera Laporta y sus comisionistas habituales.

¿Qué será de este chico? Nadie lo sabe. Si no resulta, Mendes se deshará de él o lo venderá a peso a cualquier equipo menor. Si triunfa lo tratará también como mercancía, aunque más preciada, pero sin prestarle ni cinco minutos de atención, ni preocuparse lo más mínimo del mundo que le cae encima a un niño cuando de repente resulta que es la joven gran estrella del Barça.