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Fútbol / El escándalo Vinicius

Insultados de segunda: cuando la víctima es un árbitro no pasa nada

La repercusión planetaria de los gritos racistas contra Vinicius contrasta con la normalidad de las agresiones verbales y físicas a los colegiados en todos los campos y categorías cada domingo

Miedo y tres avisos: la mirada se vuelve hacia los anticuados protocolos

Ancelotti reclama a De Burgos Bengoetxea, en presencia de Vinicius, el día del escándalo en Mestalla EFE
Pedro Cifuentes

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Durante su primera temporada en el Real Madrid, en un partido contra el Murcia, David Beckham discutió con un juez de línea y terminó llamándole «hijo de puta». El árbitro principal, Turienzo Álvarez, le expulsó. «No me di cuenta de que había dicho algo tan ... ofensivo», afirmó el jugador británico después: «Se lo había escuchado a mis compañeros varias veces». Su insulto no figura en la multitud de artículos y vídeos que celebran en Internet «los 15 mejores insultos de la historia del fútbol». Aunque la polarización contemporánea pueda acentuar algunas formas de violencia y cancelación, el fútbol es un espectáculo íntimamente vinculado a las agresiones verbales desde sus orígenes: la ritualización de un conflicto social que permite a los espectadores descargar complejos y tensiones cotidianas en el estadio a costa de futbolistas y árbitros.

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