Fútbol
Obra maestra de Luis Enrique
Su diseño se cumplió a la perfección
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Iniciar sesiónSalía España, lo primero, con una camiseta muy bonita. La bandera en la manga sobre un azul celeste de eco ultramarino, y un equipo correoso con Rodri-Koke-Soler en la media, en el banco el toque culé, y cinco valencianos que podían ser ... seis por la moral alcoyana de Morata, único nueve capaz de ser, a la vez, el primer y el último defensor, nueve-líbero, como demostró en una acción defensiva contra Ronaldo. Morata da la nota de carácter.
España trasladó así toda su posesión a la defensa. Si no se entiende que Fati no juegue si tiene el alta, menos que Pedri, el más dotado del equipo, se quede en el banquillo en lo que se calificó de «final». Durante la primera parte España no tuvo vida ofensiva y se percibía un gran contraste entre la personalidad de los portugueses y la indecisión de los españoles, jugadores, al fin y al cabo, subalternos en sus clubes o ligas. Sin un regate, sin un pase esclarecedor, sin primeros controles de categoría, ¿qué hacía Pedri en el banquillo?
Había en España, sin embargo, una entereza que permitía un remoto optimismo, intuitivo aun, sin justificación, porque Portugal empujaba por su izquierda, y no unos cualquiera: Nuno Mendes, Bruno Fernandes, Diogo Jota y Cristiano y España sufría y se agarraba a las paradas de Unai.
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Luis Enrique reforzó su visión: bajó a Rodri a la defensa (Busquets de cinco) lo que aumentó la posesión lejana. Apostaba por mejorar aun más el inicio, por perfeccionar su base gramatical, el fundamento de la jugada. ¿Cómo podría trasmitirse ese orden en la defensa y desde la defensa, esa superioridad desconcertante hacia arriba? Era otro 'erre que erre' del míster, que Rodri y Busquets se proyectaran agigantándose. Era la sobrecimentación de algo. En el estadio de Braga, joya arquitectónica, él inventaba un doble pilar de toque. ¡Qué genial cabezota! Cuando en el 60 metió a Pedri, Gavi y Yéremy, cambios energéticos y ancelottistas, España ya tenía otra cara. Incluso atacaba. Mandaba. Y el plan salió perfecto: entró Williams y él asistió a… Morata. La clave emocional. La otra es Unai, que respondió. La confianza devuelve confianza y Luis Enrique lo vuelve a hacer. Su diseño se cumplió. Ganó el partido al final, pero a la vez desde muy pronto, desde los orígenes. Desde el principio (en su doble sentido), saturándolo de creación y concepto con Rodri. Es un seleccionador extraordinario, absolutamente brillante y emocionante. Su España crece con las horas, con los días, por trabajo. Y merece todo nuestro respeto y atención.
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