«Un chaval como Lamine Yamal necesita tener a pocos cerca, pero muy buenos»
Los expertos alertan de la necesidad de intervenir cuanto antes para reconducir actitudes peligrosas
La peligrosa encrucijada de Lamine Yamal
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Iniciar sesiónEl eco provocado por la fiesta del 18 cumpleaños de Lamine Yamal ha alcanzado recovecos insospechados. Entre chicas de imagen, estética mafiosa y personas con acondroplasia contratadas como entretenimiento, el jugador del Barcelona se ha convertido en noticia internacional. Lo que debía marcar su ... mayoría de edad acabó levantando polémicas legales, críticas sociales y una pregunta inevitable: ¿quién acompaña al talento cuando la fama y el dinero llegan demasiado pronto? ¿Quién salva a los jóvenes de ese deslumbramiento? Más allá del escándalo puntual, lo que alarma es el síntoma: un adolescente convertido en ídolo planetario, sin señales de guía ni contención.
«No basta con tener físico o talento, hay que tener cabeza. Y tener cabeza significa saber administrar los éxitos y los fracasos», advierte Félix Laguna, entrenador y formador de atletas con más de treinta años de experiencia. Por sus manos han pasado muchos deportistas de éxito, pero también ha visto perderse a otras tantas promesas. «Algunos dejan de entrenar bien, salen de fiesta, beben alcohol. Otros creen que lo consiguen todo solos. El ego sube y es difícil gestionarlo».
Desde otro ángulo, el profesor universitario Isidro Lapuente señala el error más común: «Confundir talento con éxito. El talento es potencialidad. El éxito es la consecuencia de un desarrollo consistente. Y ese camino no se recorre sin guía». En abril, Lapuente impartió un curso de gestión emocional y coaching a un grupo de entrenadores de la Federación Madrileña, a los que sorprendió al poner en duda el futuro esplendoroso que se le presupone a Lamine Yamal. «Según avance su carrera deberá aumentar el esfuerzo, el compromiso y la constancia. Y eso se construye con trabajo técnico y físico, pero también mental. Y con un contexto favorable. Si no se hace nada, cada vez habrá más fracturas en su itinerario hacia el alto rendimiento. No basta con tener talento, hay que construir una carrera».
Pedro Bravo, presidente de la Asociación Española de Agentes de Futbolistas, lo dice sin rodeos: «Muchos jugadores no tienen a nadie que les diga que no. Y si nadie lo hace, acaban creyendo que todo vale».
¿Dónde está la familia? ¿Qué papel juega el representante? ¿Quién manda de verdad sobre el jugador? «Visto desde fuera, el padre muestra señales preocupantes», afirma Lapuente, que considera que actitudes como la de presentarse en público «como un colega más, haciendo bromas y vídeos» desorientan al futbolista.
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Bravo, desde su experiencia en los despachos, lo confirma: «Nosotros, como asesores deportivos, intentamos influir en todos los frentes. Otra cosa es que logremos resultados. Cuando un jugador pierde la humildad, que es necesaria para crecer no solo en el fútbol, sino en la vida, empiezan los problemas. En muchos casos las familias no ayudan porque no actúan como tales. Viven del niño y pierden su función principal: educarlo. Tienen menos autoridad y permiten que haga lo que le dé la gana».
Y apunta otro factor de riesgo: las relaciones sentimentales precoces y las amistades que viven a su costa, los parásitos del éxito. «Un chaval así necesita tener muy pocos cerca, pero muy buenos. Si no, se lo comen. Probablemente el que menos participó en la organización de esa fiesta fue él. Le montaron algo que otros creían que le vendría bien. Eso es lo más preocupante».
¿Y dónde queda la responsabilidad del Barcelona? Para Lapuente, el club no está actuando bien: «Le dan el dorsal 10 justo después de la polémica. ¿Ese es el mensaje? ¿Premiarlo? Lo que necesita no es un galardón, es una estructura sólida que lo sujete».
«No se trata de broncas, sino de poner límites»
En su carrera como investigador, Lapuente se ha especializado en los factores psicosociales que determinan el rendimiento de los deportistas de élite, en cómo sus competencias emocionales valen tanto como su habilidad con la pelota. Por eso propone medidas concretas: que el club asuma un papel activo en el control del entorno, que el representante actúe más como tutor que como empresario. También recomienda acciones correctivas «inmediatas pero no punitivas» y una redefinición de sus rutinas y espacios de ocio. «No se trata de broncas, sino de poner límites. Una mentoría. Hay entrenadores de base, excompañeros, capitanes, que podrían ejercer esa influencia positiva. No hace falta que le digan 'has hecho mal', sino simplemente que lo guíen. Desde el cariño y el respeto, pero con firmeza».
«Hay que aprovechar los momentos de debilidad emocional para hablarles», insiste Laguna. «Como los walkie-talkies: no basta con emitir, hay que coincidir en el canal con ellos. Y explicarles que hay una línea entre querer vivir la vida y tener actitudes peligrosas. No hay nada malo en querer disfrutar más. Pero no se puede cruzar la línea. Hay cosas que molestan porque parece que olvidan de dónde vienen».
Bravo muestra con orgullo el lema que entrega a cada uno de los jugadores que representa: «Libro en la mano y balón en el pie. Y si se tiene que caer alguno, que se caiga el balón». Y remata: «El mejor partido son los estudios. Lo mejor que pueden hacer con Lamine es dejarlo en paz. Me da pena su futuro. No lo tienen previsto. Muchos creen que el fútbol les durará siempre, pero no es así. Y ese déficit intelectual les lleva a cometer errores».
Esta semana, en el acto de renovación con el Barça, Lamine Yamal dio a entender que las críticas no le han hecho reflexionar: «Yo trabajo para el Barça, juego para el Barça, pero cuando salgo de la Ciudad Deportiva disfruto de mi vida y ya está». El rápido resumen de un porvenir prometedor amenazado por la fragilidad de su presente.
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