El Barça: anatomía o autopsia

El Barça tiene un equipo suficiente para el torneo autonómico pero insuficiente para ganar finales –o semifinales que son finales– a grandes equipos europeos. Ni siquiera a medianos equipos europeos, como en este momento lo es el Manchester United, y en la competición de los pobres como la Europa League. Lo de la Supercopa tiene el valor que tiene, económico mayormente.

El Barcelona es hoy un club a la deriva, condenado por su presidente y su junta directiva a acabar en manos de uno o varios fondos de inversión cuando en poco tiempo no pueda devolver ni siquiera los intereses de la estrafalaria cantidad de dinero que ha pedido en su situación financiera. Tiene un equipo correcto para entretener a las tías cuando vienen de visita, pero que se deshace cuando toca jugar contra los mayores. Es la falta de estrellas, pero también la falta de conceptos, la falta de actitud, la falta de planificación de un club que no hace las cosas en serio y todo lo fía al rebote y a la improvisación. No hay un plan, no hay una estrategia a largo plazo, y Jan está tan acostumbrado a vivir al día regateando en el último suspiro que no hay margen para más.

Lo que en 2003 fue un éxito –el fútbol no se había desarrollado como el inmenso y complejo negocio que hoy es–, porque el equipo contó con la eclosión de algunos de los mejores jugadores de su era, como Xavi, Messi e Iniesta; y Laporta con asesores como Johan Cruyff, Ferran Soriano, Txiki Beguiristain, y con Pep de entrenador; naufraga en 2023 con cuatro amigos que viven a salto de mata y son incapaces de prever el paso que viene a continuación, y un presidente que sólo ha tenido clarísima una idea desde el principio, que era hacer lo que hiciera falta para adjudicar las obras del Camp Nou a unos turcos anónimos y sin experiencia, con la tal ingeniería Torrella, que no la conocen ni en su pueblo, puesta a supervisar las obras. Es imposible que desde la buena fe, desde un interés genuino y sincero por hacer las cosas bien, y por construir el mejor estadio, las adjudicaciones de Laporta hayan sido éstas.

Tanto por la alevosía y nocturnidad que ha habido en el proceso de adjudicación, rebajando, por ejemplo, el pliegue de condiciones de modo que fuera compatible con la candidatura turca; como por la opacidad, el secretismo, y la falta de cualquier explicación razonable de a cambio de qué garantías un club en quiebra técnica ha conseguido que le presten 1.500 millones de euros; es imposible no pensar que en Laporta y sus amigos no haya otros objetivos menos confesables y más suculentos que se nos están tratando de ocultar.

Cada cual puede dar el nombre que quiera a estos objetivos. Pero basta con una observancia atenta de la realidad para ver que el club ha saltado al abismo en una operación económica inasumible y con empresas desconocidas, y todo por la obsesión de un presidente que acabó sin un euro en el bolsillo su primera presidencia, y ha comentado en varias ocasiones –a mí una vez, cuando todavía me hablaba– que la segunda no iba a acabar de la misma manera.

La visita del Girona de esta noche no podía tener menos importancia. La Liga está decidida aunque sólo sea porque cada fin de semana el Madrid se encarga de tirarla a la basura. Es un torneo importante, que Laporta y sus amigos agitarán ante los socios y demás aficionados para justificar una temporada en que el Barça fue eliminado de la Champions en la primera curva, de la Europa League en la segunda, y de la Copa cuando el torneo se puso serio. Una temporada en la que además el club ha cruzado el punto de no retorno hacia la privatización.

Anatomía o autopsia. Socios y aficionados tienen que decidir si este artículo es una auditoría o un informe forense. Si el premio de la Liga les parece suficiente, y si consideran que merece la pena el precio que han pagado.