El Barça, entre los implacables y los desesperados

Laporta sabía desde que inició su segunda presidencia que la privatización del club era inevitable. De hecho, si ha contado con el silencio y la complicidad de la prensa catalana, y su seguidismo militante, por delirantes que hayan sido y sean sus locuras, es porque todo el mundo sabe lo que ha venido a hacer y esperan tener su parte en el botín. No es una cuestión estrictamente deportiva, ni que sólo afecte al club. Incumbe al conjunto de la sociedad catalana y a las estructuras de poder que en ella operan. Lo que sí es cierto es que Laporta no esperaba que el proceso fuera tan crudo, tan descarnado, pero lo que está claro es que conocía de sobra el fin del trayecto.

De ahí que los elegidos para realizar las obras hayan sido los turcos de Limak, con los que cualquier transacción es más fácil, y de ahí también que esté dispuesto a asumir condiciones tan absurdas como un préstamo al 6%. Son las decisiones que toma alguien que juega con un dinero y con una propiedad que no son suyos y que además espera sacar un provecho creativo de la situación.

La habilidad del presidente para vender humo y adecuar la realidad a su discurso ha hecho que la prensa deportiva de Barcelona -y no sólo la deportiva- esté ahora entretenida con el imposible regreso de Messi. Es increíble que a estas alturas todavía se especule con esta idea cuando todo el mundo sabe que la familia del jugador está profundamente ofendida con el presidente y que, además, el Barça no puede ni soñar en pagar las cantidades en las que se mueve el argentino.

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Otro logro de la retórica presidencial es haber convertido en algo decidido por él lo que ha sido una imposición de Goldman Sachs. Laporta filtró ayer que iba a pedir el capital en tres bloques de 500 millones de euros, y que si el primero tendría unos intereses del 6%, el segundo y el tercero tendrían condiciones mucho más favorables «porque la situación internacional y la de la banca habrá mejorado». La realidad es que Goldman le advirtió desde el principio que no iba a prestarle los 1.500 millones de golpe, y que sólo a medida que se fueran verificando los progresos en las obras iba a ir facilitando la financiación. Sobre los intereses, lo único cierto es el 6% inicial, porque la supuesta mejora del panorama internacional, y la del sector bancario, nadie las puede certificar, ni mucho menos cuantificar el impacto que tendrían en el interés de un préstamo de estas características a una entidad que ha tenido que ampliar dos pólizas por un total de 50 millones de euros para pagar sus gastos del día a día, y que ha anunciado el despido de entre 150 y 200 trabajadores.

Especialmente afectado por estos despidos se verá el departamento de comunicación, al que Laporta le achaca la mala imagen del Barça y la pésima empatía con algunos periodistas. Como muestra de su disgusto con este departamento, incluso en el contexto de tan masivos despidos, Laporta tiene pensado fichar a un nuevo director de comunicación, en sustitución de Toni Ruiz, cesado hace varios meses.

Laporta espera eliminar al Madrid de la Copa el miércoles y poder llegar a un acuerdo con Goldman y JP Morgan inmediatamente después de Semana Santa, para ofrecer el día 12 una rueda de prensa triunfalista, y matar el caso Negreira con el anuncio del inicio de las obras -sin entrar demasiado en los 'detalles' de la financiación- y la euforia barcelonista por haber derrotado al Madrid. Es la tesitura populista en la que tan cómodo está siempre el presidente del Barça, y con la que siempre traga una prensa acrítica y unos socios que se relacionan con el fútbol y con la política de un modo estrictamente emocional, sin usar ni por asomo ningún otro órgano de su cuerpo.

Pero el acuerdo está todavía verde: la directiva filtró el jueves que se cerraría al día siguiente, pero ayer el club emitió un comunicado aplazando el pacto a la semana próxima. No hay nada seguro ni nada previsto. Goldman Sachs y JP Morgan quieren hacer negocio, pero se asegurarán de cobrar hasta el último céntimo de un club al que ya sólo le queda el valor de su propiedad. Se juntaron los implacables con los desesperados. Las condiciones serán inasumibles pero esto Laporta ya lo sabe. La única duda es si serán demasiado inasumibles incluso para él, lo que resulta improbable conociéndolo, pero que no se puede descartar dado el lamentable estado financiero y reputacional en el que se encuentra en Barça.