Simeone ante el abismo: Oporto juzga su peor temporada

Apeados de manera cruel en la última cita al desperdiciar la vida extra que les concedió el francés Turpin señalando un penalti ante el Leverkusen con el partido ya finiquitado, los colchoneros afrontan en Oporto (18.45 horas, Movistar Liga de Campeones) el adiós a la Champions League, un duelo que para el técnico y su tropa llega, pese a todo, con la exigencia de una final. De hecho, lo es, aunque, ni mucho menos, la soñada por los aficionados. Después de una travesía más que decepcionante en la que no han podido vencer al Brujas ni al Leverkusen en sus enfrentamientos directos, los rojiblancos pueden quedarse sin ese premio de consolación (deportivo y económico) que para algunos supone caer a la Europa League. Un torneo que tiene plaza reservada para los clubes que acaban terceros en la fase de la Champions y al que los madrileños intentan agarrarse ahora con las uñas para no despedirse definitivamente de Europa a principios de noviembre. En sus diez años al frente del banquillo, el argentino jamás ha pasado por ese mal trago e intenta sortearlo en un momento delicado y en el que parece haber perdido la unanimidad de la grada.

A Simeone se le han juntado este año dudas y problemas. En Cádiz llegó el sábado el último bofetón. A estas alturas de la Liga, el Atlético jamás ha arrastrado tanta diferencia de puntos negativa respecto a dos equipos, lo que complica aún más la posibilidad de pensar en el título: nueve con el Madrid y uno menos con el Barcelona. Hasta ahora, el mayor déficit con el segundo clasificado, el Valencia, se remontaba a la campaña 2017-18 (seis puntos). Un bajón doméstico que, como ahora, coincidió con un desplome europeo.

Pase lo que pase en Oporto, Simeone pone hoy fin a su décima participación en la Champions (en su primera temporada completa en el banquillo el Atlético disputó la Europa League). Un partido en el que se enfrenta al ridículo que supondría acabar por primera vez cuarto en una fase de grupos, posición que los rojiblancos jamás han conocido con él al timón de la nave, aunque en el curso 2017-18 el Qarabag ya destapara la caja de los truenos. Con un doble pinchazo ante el equipo azerbaiyano, aquella fue la única temporada en la que el Cholo falló y no metió a los colchoneros en los octavos de final, una tormenta con confeti y final feliz porque acabó conquistando la Europa League. Ese torneo es ahora un consuelo de obligado cumplimiento para que el Atlético pueda seguir peleando por otro título esta temporada y para taponar, o al menos disimular, la sangría económica (más de 20 millones de euros) que supone salir de la Champions de manera tan prematura como inesperada.

En agosto, cuando se conoció el sorteo de la fase de grupos, ningún aficionado rojiblanco podía llegar a imaginarse que su equipo cerraría la quinta jornada sin opción alguna de clasificación para los cruces, pero la travesía durante la competición ha desnudado las carencias de una plantilla que muchos califican como la mejor de la historia del club rojiblanco. Como sus jugadores, Simeone tampoco ha estado a la altura con sus decisiones y planteamientos, y conseguir agarrar al equipo al salvavidas de la Europa League resulta ahora un imperativo.

No lograrlo aumentaría la falla de la decepción en el primer tercio de la temporada, aunque el Oporto espera con el cuchillo entre los dientes porque, ganando, tiene la opción de acabar primero de grupo. Además, en el equipo luso nadie olvida que el pasado curso fueron los de Simeone los que le cerraron el acceso a los octavos de final y quieren venganza. Con un punto más que el Leverkusen, los rojiblancos necesitan firmar al menos el mismo resultado que los alemanes en su estadio frente al Brujas para poder estar en el próximo sorteo de la Europa League.

Los resultados de las últimas temporadas ponen de manifiesto que a Simeone cada vez le resulta más complicado superar las fases de grupos de la Champions, una competición en la que llegó a guiar al Atlético hasta la final en dos ediciones casi consecutivas (2014 y 2016). El pasado año el objetivo se consiguió de manera agónica y este corre peligro. En la convocatoria entraron Morata y Kondogbia, que acabaron tocados en Cádiz.