El contragolpe
Antimadridistas
«Los del Real son mucho más antiatléticos que al revés. No pueden soportar las pocas veces que su eterno rival consigue superarles, ganándoles una Copa en su estadio, goleándoles o quedando campeones»
Más duro que la cara de un culé
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Iniciar sesiónEs un lugar común que los colchoneros somos antimadridistas, mientras que ellos nos quieren mucho. «Yo soy sobre todo madrileño, y si no gana el Real, que gane el Atleti», suelen argumentar. Cualquier aficionado atlético puede relatar mil anécdotas que desmienten esta afirmación. Desde las ... situaciones poco simpáticas a que se ven sometidos los niños que se atreven a lucir en el colegio su camiseta rojiblanca en medio de la marea de blancas, hasta explosiones de júbilo amerengadas cuando el gol de un equipo extranjero eliminaba al de la osa y el madroño.
Otro tópico es el de la envidia de unos hacia otros. Completamente absurdo. Se envidia lo que no se puede ser: envidiará el desafortunado en amores al afortunado en ellos. ¿Pero se exige algún difícil examen para ser madridista? Cualquiera puede serlo, y empezar inmediatamente a presumir de haber ganado 200 ligas, 300 copas de Europa y 500 campeonatos del mundo. Nada más fácil. Los del Atleti vivimos abrazados a nuestro colchón por múltiples razones, pero no envidiamos a nadie ni a nada.
Los del Real son mucho más antiatléticos que al revés. Nosotros estamos acostumbrados a sus triunfos y no nos pillan de sorpresa. En cambio, ellos (el mejor equipo del mundo por siempre jamás amén, el que cuando pierde es por culpa de los árbitros) no pueden soportar las pocas veces que su eterno rival de la ciudad consigue superarles, ganándoles una Copa en su estadio, goleándoles en un partido o quedando campeones de Liga.
Por supuesto que las generalizaciones son siempre inexactas. No todos los madridistas son prepotentes y faltones. Los hay educados, señoriales, amables y simpáticos. Mis mejores amigos del colegio y de la universidad eran forofos madridistas. Bellísimas personas ambas. El primero tenía simpatías rojiblancas. El segundo no, siempre le llamaba «puto Atleti» (aunque con una sonrisa en los labios). Al primero le veo con cierta frecuencia, el segundo está ya -¡ay- en su tercer anfiteatro.
Me gustaría hacer un llamamiento para recuperar el antiguo espíritu de concordia entre ambas aficiones. Merengues y colchoneros somos vecinos, amigos, hermanos. El fútbol es un deporte, que debería servir para unir, no para separar. Bastante polarizado está el país como para convertir el fútbol en una trinchera más. Basta ya de calentarlo, ofreciendo los profesionales desde un micrófono o en los periódicos una visión insultante y partidista.
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