Carretera y miuras: un viaje con la cuadrilla del matador Fernando Robleño
Acompañamos al torero y a su equipo en el viaje que emprendieron el pasado domingo 23: de San Fernando de Henares a Valencia para matar una durísima corrida del mítico hierro
Fernando Robleño herido en San Fermín: «Sentí el pitón dentro del muslo y cómo me quemaba el asta»
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Iniciar sesiónA las siete de la mañana del domingo 23 de julio, amaneciendo en San Fernando de Henares, un torero y su cuadrilla terminan de cargar los trastos en la furgoneta y embisten hacia Valencia. La carretera se extiende vacía, ajena a las elecciones generales ... que decidirán si Pedro Sánchez sigue o no en el Gobierno. Fernando García Robleño, cerca de los 44 años, enjuto como Don Quijote, pelo revoltoso, ojos verdes, apenas 1,65 metros en un cuerpo de 54 kilos que ni siquiera alcanza el peso pluma, se va a meter 350 kilómetros de ida (y otros 350 kilos de vuelta) para matar una corrida de Miura.
Poca broma; ninguna si se recuerda que hace 15 días, en los Sanfermines, un toro de la ganadería de José Escolar bautizado como Cumplidor, 595 kilos de mala uva, abrió su muslo izquierdo en una cornada grave de dos trayectorias que disecó la femoral.
Sangre y arena
Andrés AmorósAl volante va Paco Robleño, tío de Fernando y mozo de espadas desde la prehistoria, que se turnará con Rafi Sánchez, ayuda del mozo y el hombre «de los recados». Entre ellos hablan, de todo y de nada, y el resto calla, dormita más bien. A la izquierda de la primera fila se acomoda César del Puerto, peón de confianza del matador, ya recuperado después de fracturarse el pie izquierdo al saltar la barrera en Las Ventas. A la derecha de Del Puerto se sienta Juan Cantora, tercero de la cuadrilla. Detrás, los picadores Francisco Javier González y Victoriano García 'El Legionario'.
Estos tres últimos han llegado hace un rato a San Fernando desde Mont de Marsan, 600 kilómetros largos, donde el viernes actuaron a las órdenes de Robleño con la de Cebada Gago y el sábado acompañaron a Tristán Barroso en la novillada de Cuillé. Cantora incluso hizo doblete el sábado al torear también con el francés Clemente la corrida de La Quinta. «¿Tenéis almohada?», les ha preguntado Robleño, agazapado en el fondo de la furgoneta, al inicio del viaje.
Dan las nueve o casi cuando se detienen en Honrubia y la televisión informa de la apertura de los colegios electorales. Todos, salvo Rafi, han votado por correo. Paco cuenta que no es la primera vez. Las elecciones municipales y autonómicas de 2015 les pillaron en Vic-Fezensac lidiando la enésima de Escolar. A las once hay en Valencia un calor húmedo de mil demonios. Antes de cerrar la puerta de la habitación del hotel, Robleño vuelve inquieto sobre sus pasos y pide «disculpas por si estoy muy callado o muy serio; normalmente no soy así». La responsabilidad ante los miuras abruma al más valiente.
En la plaza, mientras, se celebra el sorteo de los toros y la delegada gubernativa pone pegas a los carnés profesionales de los toreros, que deben ser originales y no una fotocopia.
Caído el imperio de la burocracia, de vuelta al hotel, en el bar espera José Chacón, el banderillero que falta, cuyo tute compite con la Vuelta a España y el Tour de Francia. El martes salió de Coria del Río para Mont de Marsan, donde toreó el miércoles. De allí a La Línea de la Concepción el jueves, a Villeneuve de Marsan el viernes y a Roquetas de Mar el sábado. Cuando apaga el motor en Valencia, ha recorrido 5.242 kilómetros en cinco días. Decía Antonio Ordóñez que para ser figura primero había que saber dormir en el coche. Contesta José Chacón, figura de los banderilleros, que él se muestra incapaz. Se bebe tres cañas del tirón, se come otros tantos pinchos y se retira a la siesta. Red Bull y un «platanito» entonarán después su ánimo. El resto come en una terraza próxima al hotel, aunque resulta un puro trámite porque lo que realmente quieren es dormir.
Sin apetito
El arroz del senyoret sale muy bueno y Robleño nunca lo sabrá. No entra. Siempre le ocurre igual. El mismo miedo, que viene y va. El mismo apetito, es decir, ninguno. No verá el mar y no verá la ciudad. Los toreros pasan por un torrente de emociones el día de autos difícil de describir. Luego aparecerá el toro y la adrenalina hará que consigan lo que horas atrás parecía imposible.
Nacho de la Serna, apoderado de Robleño, cree que es «un superhombre» por llevar 23 años lidiando «este tipo de corridas». Se refiere a las 36 de Adolfo Martín, a las 33 de José Escolar, a las 25 de Victorino Martín, a las 14 (ya 15) de Miura, a las 13 de Dolores Aguirre, a las 12 de Cebada Gago o a las 11 de Cuadri. Morante fue el padrino y El Juli ejerció de testigo de su alternativa en Torrejón de Ardoz. Con Morante ha alternado sólo una tarde más en San Martín de Valdeiglesias, con El Juli ni eso. «Morante tiene la sensibilidad de los antiguos para compartir cartel con toreros de la trayectoria de Fernando y estoy convencido de que siente admiración», comenta De la Serna.
A las cinco y cuarto suena flamenco en la habitación del maestro y Paco empieza a vestir a su sobrino. El cuerpo de Robleño se desparrama como un mapa de cicatrices, tatuadas a sangre y fuego las 17 cornadas que ha sufrido. Quizá sean 18. Impresiona. Sobre la cama despliega un abanico de imágenes, pide quedarse solo y reina el silencio. Ha llegado el momento.
El coso de la calle Xátiva registra un gran ambiente, tres cuartos de entrada por lo menos. Sin embargo, tarde de expectación, tarde de decepción. El primer miura, burraco, es un marrajo que se cae a la salida del caballo y no se emplea. El cuarto sale aún peor y no deja de tirar gañafones. Utópico cualquier lucimiento. Paco Ramos tiene la suerte de que haya en los corrales un sobrero extraordinario de El Parralejo, emborronando la faena con la espada, y a Jesús Chover se le nota la falta de oficio.
En la furgoneta, de regreso al hotel, alguien pregunta: «¿Cómo van las elecciones?» Y ya duchados, sin duda más relajados, comentan la corrida en la habitación de los banderilleros a la vez que el locutor de radio canta los diputados a derechas e izquierdas, pero de política mejor no hablar.
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