Fernando Robleño, el primer corneado en San Fermín: «Sentí el pitón dentro del muslo y cómo me quemaba el asta»
El torero madrileño, cogido por un toro de Escolar, se recupera en el Hospital Universitario de una herida en el muslo izquierdo de dos trayectorias que disecan la safena
Sangre, sudor y gloria en una tarde para hombres
Pamplona
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Iniciar sesiónEra su corrida de José Escolar número 33, la edad de Cristo. La edad de la cruz. Y el número 47 le dio su bautismo de sangre con los grises de Lanzahíta. No era, claro, su primera cornada, que Fernando Robleño tiene medallas ... de honor tatuando toda su piel, cerca de la veintena. «Es la primera vez que un toro de Escolar me hiere», dice desde la camilla del Hospital Universitario de Pamplona tras sufrir una cornada en el muslo izquierdo con dos trayectorias, una de ellas que diseca la femoral.
«Rápidamente capté que iba herido. Sentí el pitón dentro del muslo y ese quemar del asta del toro. Lo que no sabía era el alcance de la cornada, pero inmediatamente perdí la fuerza en la pierna.... Es el peaje que pagamos los toreros por conseguir lo que soñamos», relata el torero madrileño, que espera abandonar el centro médico en un par de días. Un milagro para lo que pudo ser, un capote divino de San Fermín: «Tengo que dar gracias a Dios. Según me ha dicho el doctor, el pitón estuvo ahí, muy cerca de la femoral, y era tremendamente astifino, muy serio».
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¿Cómo vio el matador ese toro Cumplidor? Así lo analiza: «Fue cambiando a pasos agigantados. Recuerdo que le pegué un lance por cada pitón y no me lo tomó mal. Pero luego es verdad que cada vez lo fue haciendo peor, desarrollando un mayor sentido. Una de las veces, no sé ni cómo, me quitó el capote y lo descuajaringó en cuarenta cachos. Era difícil y peligroso».
Un Winchester 73 llevaba Cumplidor en cada pitón. «Vi que el pitón menos malo era el derecho; luego por el izquierdo lo vi peor», cuenta. Y sigue: «Había que arriesgar. Tenía ilusión. Era una tarde importante. Cuando entré en la plaza me dieron una ovación. Me llegué incluso a emocionar...»
«Después de 23 años con estas corridas duras siempre, es muy bonito e importante el reconocimiento», cuenta el heroico matador. Porque de auténtico héroe son sus estadísticas: 36 corridas de Adolfo Martín, 33 de Escolar, 25 de Victorino, 14 de Miura, 13 de Dolores Aguirre, 11 de Cebada Gago, 11 de Cuadri...» Y así todo. No se cuela un encaste 'torerista' ni por equivocación en su palmarés. Siempre con corridas que piden el carnet, con pavorosas corridas con las que se ha ganado un sitio en los carteles toristas y el reconocimiento de los más exigentes aficionados. Suyo es el título de torero de Madrid. «Es un orgullo contar con el respeto de la afición. Si le soy sincero –se desnuda–, en momentos bajos moralmente me meto en mi página web, veo las estadísticas y cojo moral. Las de Madrid podrían ser casi de récord, muy importantes».
En la conversación, la que esto escribe reflexiona sobre la racanería con la que tantas veces se valora a toreros como Robleño que se meten entre pecho y espalda cada tarde lo que las figuras de primera línea no quieren ver ni en pintura. ¿Le molesta cuando uno de arriba se apunta a una 'torista' y la prensa lo tilda de gran gesto? «Te sienta un poco mal cuando otros toreros deciden matar una ganadería dura una tarde y se toma como una gran gesta. Es verdad que a veces se valora más al que lo hace una vez que al que lo hace siempre, aunque en mi caso siento el reconocimiento de los profesionales, de la prensa y los aficionados. Y con Madrid hay un nexo especial».
Precisamente en Las Ventas dio una lección de oficio y torería, de técnica y saber estar delante de los escolares. «Mi madre me decía anoche que 'nunca podría pensar que después de la seguridad con la que te vi en San Isidro te pudiera coger un torero'. Pero el riesgo siempre está ahí y en Pamplona hay que arriesgarlo todo. Hay cosas que se te escapan de las manos y yo no me esperaba que el toro no tomara la muleta y se fuera directo a mí».
Pese a los dolores lógicos de la cornada, Robleño ya piensa en la reaparición. En una semana le espera Céret, con los escolares de nuevo: «Va a ir muy justo, pero me hacía una ilusión tremenda y voy a dar el doscientos por ciento para hacer todo lo posible por llegar, aunque sé que es muy complicado». Más posibilidades se ven para el 21 de julio en Mont de Marsan, con los Cebadas, y el 23, con los Miuras en Valencia. Qué mérito. Ni en una se alivia Robleño. Un torero de épica y honor.
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