Sangre, sudor y gloria en una corrida de pedernal
Sólo Juan del Álamo se marcha a pie en su improvisado mano a mano con un gran Borja Jiménez tras sufrir una cornada Fernando Robleño en el primer toro de Escolar
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Pamplona
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Iniciar sesiónUn Winchester 73 llevaba Cumplidor en cada pitón. Asustaba su descarada presencia, su número herrado con el año de la muerte de Manolete y esos fusiles cargados de pólvora antigua. Astifinísimo el 47, del que decían los corredores que había sido noble en el encierro. ... El timo de la estampita en la veloz carrera. Su dureza de sílex estaba reservada para lidia, que es donde se demuestra la condición de un toro y su verdadero destino. Porque sin corrida no hay encierro. Como sin tercio de varas no hay corrida, mal que le pese a los protestantes de esta suerte, que haberlos haylos en el tendido pamplonica. En medio de un ambiente de ebrio bullicio, que era sábado y se notaba, apareció en escena Cumplidor. Menudo pavo. Su querencia a quedarse corto e incluso a vencerse por dentro se evidenció pronto. Robleño lo sabía y lo probó por bajo. Pero en cuanto se puso derecho y le presentó las telas, lo cazó. Al primer muletazo. Ni antes ni después. El rifle disparó en el aire y otro cartucho le lanzó en la arena. Se incorporó el aguerrido matador, pero adivinó su propia gravedad y las cuadrillas lo trasladaron en volandas a la enfermería con una cornada de dos trayectorias.
Con el madrileño en el hule, la tarde, una tarde para tíos, una tarde para hombres que se visten por los pies, anunció un improvisado mano a mano, un duelo como una final de Copa Chenel tras la polémica. Que el destino es así de caprichoso. Reaparecía Juan del Álamo tras su fortísimo percance en tal certamen y la fortuna le envió el ejemplar más potable, el tercero, al que arrancó la única oreja del difícil sexteto, en el que hubo emoción, sí, pero también más de un toro malo y de pobre casta, al menos esa que se espera en esta ganadería. Claro que no todos los días puede salir un Cartelero como el de San Isidro alumbrando la bravura excelsa.
Decíamos que había un torero con la sangre derramada en la enfermería, pero eso importaba poco a gran parte de las peñas. Seguía la fiesta y la jarana, cosa que irritaba al aficionado que guardaba en silencio respeto por el herido. Con creces honró a la profesión Borja Jiménez. De torero macho su debut en San Fermín. Una eternidad aguardó frente al túnel oscuro la salida del segundo, que lo arrolló como un tren en la portagayola. Enrabietado se fue para el toro para enjaretar un saludo jaleadísimo. Venía con todo y a por todas el de Espartinas. Y eso se trasladaba a sol y sombra. Camorristo engañó a unos cuantos en los primeros tercios, pero rápidamente apreciaron que era un mentirosete, cada vez más orientado y desarrollando más peligro. Que Borja saliera ileso con aquella prenda fue un milagro, porque una y otra vez se jugó las femorales, buscando una colocación que Pamplona reconoció. Acariciando la daga derecha se marchó a por la espada, la cruz que le robó el premio.
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Imantaron Chacón con los palos –¿por qué no la cuadrilla de Robleño?– y Jiménez con la muleta al público en el toro de la merienda. Con lo difícil que es. Valentísima la lección de asiento y pundonor que ofreció el sevillano frente al rival del compañero herido. Pura verdad, con el pecho ofrecido y la pata 'p'alante', pese a que ese hierro ya había mandado a otro hombre al hospital. El propio toro le refrescó la memoria enviándole un pitonazo seco al muslo derecho. Creía el heroico matador que si pasaba a las manos del doctor Hidalgo no saldría a dar cuenta del último de su lote y optó por cambiar el orden: en quinto lugar lidió al sexto. Un regalito era Consejero, al que birló algún meritorio natural.
San Fermín
- Monumental de Pamplona. Sábado, 8 de julio de 2023. Segunda corrida. Lleno. Toros de José Escolar, serios y complicados, orientados y con peligro.
- Fernando Robleño, de verde botella y oro. Herido en el primer toro. Fue atendido en la enfermería de la plaza de «una lesión por cuerno de toro en la cara interna del muslo izquierdo, con dos trayectorias: una superficial de 12 centímetros y otra profunda de 10, que pasa por debajo del músculo sartorio y disecando la arteria femoral. Pronóstico menos grave».
- Juan del Álamo, de tabaco y oro. En el primero, que mató por Robleño, media defectuosa y descabello (silencio). En el tercero, estocada caída (oreja). En el sexto, pinchazo y estocada (ovación de despedida).
- Borja Jiménez, de blanco y plata. En el segundo, pinchazo y estocada (saludos). En el cuarto, pinchazo, media caída y atravesada y descabello. Aviso (silencio). En el quinto, pinchazo y estocada (petición y vuelta al ruedo). Pasa a la enfermería con una contusión en la parte inferior del muslo derecho.
Juan del Álamo aprovechó la 'nobleza' del tercero hasta tocar pelo. Una 'nobleza' con matices: se tragaba y metía la cara en los dos primeros –por el zurdo llegó a husmear la arena–, pero luego protestaba. Las series tenían que ser cortitas y con listeza, que Casillero sabía lo que se dejaba atrás. Como para dárselas con queso a los cárdenos... Menudos son. Toros que vendieron cara su vida, incluso uno tan desrazado como el sexto, que no tuvo ni un pase. Con habilidad le dio matarile el salmantino para ser despedido entre ovaciones. Sólo Álamo, aún con la herida reciente de Colmenar, abandonó el ruedo caminando. Qué corrida más dura. Una tarde de sangre, sudor y gloria. Pero más real que cualquier película.
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