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ABC Cultural

Sangre, sudor y gloria en una corrida de pedernal

Sólo Juan del Álamo se marcha a pie en su improvisado mano a mano con un gran Borja Jiménez tras sufrir una cornada Fernando Robleño en el primer toro de Escolar

Todos los carteles de la Feria del Toro de Pamplona

Fernando Robleño, cogido por el primer toro de José Escolar Efe
Rosario Pérez

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Un Winchester 73 llevaba Cumplidor en cada pitón. Asustaba su descarada presencia, su número herrado con el año de la muerte de Manolete y esos fusiles cargados de pólvora antigua. Astifinísimo el 47, del que decían los corredores que había sido noble en el encierro. ... El timo de la estampita en la veloz carrera. Su dureza de sílex estaba reservada para lidia, que es donde se demuestra la condición de un toro y su verdadero destino. Porque sin corrida no hay encierro. Como sin tercio de varas no hay corrida, mal que le pese a los protestantes de esta suerte, que haberlos haylos en el tendido pamplonica. En medio de un ambiente de ebrio bullicio, que era sábado y se notaba, apareció en escena Cumplidor. Menudo pavo. Su querencia a quedarse corto e incluso a vencerse por dentro se evidenció pronto. Robleño lo sabía y lo probó por bajo. Pero en cuanto se puso derecho y le presentó las telas, lo cazó. Al primer muletazo. Ni antes ni después. El rifle disparó en el aire y otro cartucho le lanzó en la arena. Se incorporó el aguerrido matador, pero adivinó su propia gravedad y las cuadrillas lo trasladaron en volandas a la enfermería con una cornada de dos trayectorias.

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