La industria desnuda las diferencias entre Moncloa y el Ministerio de Cultura
El sector reclama al Gobierno que la cultura sea una cuestión de Estado y reclama su papel como actor económico
Sánchez aboga por una «industria fuerte» mientras que el número dos de Urtasun pide «mirar más allá de la cuestión económica»
Urtasun necesita tres meses para desbloquear la Oficina de Derechos de Autor
De izquierda a derecha: Antonio Fernández, Enrique Cerezo, Pedro Sánchez, Antonio Garamendi y Jordi Martí
En el seno del Gobierno de coalición se ha abierto una grieta con las políticas culturales, y desde este miércoles ha dejado de ser una disputa que se dirime de puertas para adentro. Un encuentro sobre las industrias culturales y creativas organizado por CEOE ... y Adepi ha puesto de manifiesto las diferencias entre PSOE y Sumar a la hora de entender el sitio de las empresas culturales. Si para el presidente Pedro Sánchez es necesario «contar con el respaldo de una industria fuerte y dinámica», para el Ministerio de Cultura, en palabras de Jordi Martí, número dos de Ernest Urtasun, hay que mirar «más allá de la cuestión económica». Cuestión de prioridades.
El presidente del Gobierno y el secretario de Estado de Cultura –estaba prevista la presencia del ministro, pero finalmente no acudió– fueron convocados por un sector que tiene un peso de alrededor del 3,3 por ciento del PIB y que, desde la llegada de Sumar al departamento, anda algo inquieto. El anuncio de la inminente supresión de la Dirección General de Industrias Culturales, en favor de una nueva 'superdirección' de Derechos Culturales, fue recibida con cierto malestar. Ni siquiera la aprobación ayer de la Oficina de Derechos de Autor, una ley que ya el exministro Iceta comprometió con Bruselas, ha acallado este ruido de fondo.
Enrique Cerezo, presidente de Egeda y presidente de la Comisión de Cultura y Deporte de CEOE, defendió en el discurso con el que abrió la jornada que «el sector cultural es clave en el desarrollo y avance» de la sociedad española. «Por eso debe ser impulsado y promovido por todas las administraciones públicas como una cuestión de Estado». Cerezo destacó la importancia de una industria que da empleo a 700.000 personas y que está formado, en su mayoría, por pequeñas y medianas empresas. «Reitero la importancia de este sector, no solo por el valor cultural y económico que representa, sino también como motor y arrastre de otros sectores, como el turismo cultural».
Poniendo voz a la industria, Cerezo interpeló directamente a Pedro Sánchez: «La presencia del presidente del Gobierno pone de manifiesto la importancia de nuestro sector como motor estratégico capaz de generar riqueza y empleo de gran cualificación». Y el jefe del Ejecutivo, recién llegado de la sesión de control en el Congreso de los Diputados, recogió el guante. «La cultura es la mejor forma, la más hermosa, de presentar a nuestro país al otro lado de nuestras fronteras, también de reconocernos, de comunicarnos y de identificarnos entre nosotros. Pero creo que necesita contar con el respaldo de una industria fuerte y dinámica», aseguró.
Sánchez afirmó que el Gobierno es consciente de los desafíos y debilidad de la industria en la transición que están viviendo hacia modelos digitales, más aún con la irrupción de la inteligencia artificial, y se comprometió con la protección de los derechos de propiedad intelectual. El jefe del Ejecutivo presumió de que desde 2018 la inversión pública en cultura no ha hecho más que crecer y no desaprovechó la oportunidad para lanzarle un dardo a Vox. «La cultura, a pesar de lo que algunos pregonan desde la ignorancia o también desde los prejuicios más rancios, no es un sector subsidiado. Todo lo contrario, es un sector estratégico para España, es un motor de prosperidad que devuelve con creces lo que recibe de las instituciones públicas y con un impacto absolutamente decisivo».
La presencia de Sánchez en estas jornadas, que tuvieron lugar en el Ateneo de Madrid, no es casual. Tras entregarle el ministerio a Sumar, algo que muchos en el PSOE vivieron como un desgarro, a principios de mes creó en La Moncloa una oficina de Asuntos Culturales, dando lugar a una bicefalia que se avecina conflictiva entre los dos partidos del Gobierno de coalición. Urtasun no ha ocultado su malestar por este movimiento. Desde que se anunció esta oficina, tanto Pedro Sánchez como Yolanda Díaz han intensificado su presencia en actos y alfombras rojas. Cine y música, sobre todo; casi nada de libros. En la pasada ceremonia de los premios Goya, presidente y vicepresidenta compitieron por llevarse las mejores fotos.
El discurso de Sánchez, que sonó muy bien a los oídos del sector, fue contrarrestado por el de Jordi Martí. El secretario de Estado de Cultura prefirió poner el acento en la cuestión de los derechos culturales, en «el valor intrínseco de la cultura», dijo: «Y es que estamos ante un ámbito que no podemos confundirlo solo con un sector de la economía. Ya sé qué hablo ante básicamente empresarios y personas que están vinculadas a la dimensión económica de la cultura, pero estamos tratando de una dimensión de la condición humana en nuestro mundo. Ese valor no podemos olvidarlo, aunque el centro del debate esté en la dimensión económica».
En su intervención, el número dos de Urtasun dijo que los retos que afronta Sumar en Cultura son tres: la necesaria regulación de los derechos de autor en el desarrollo de la inteligencia artificial generativa, la lucha contra la precariedad y la concentración. Sobre esto último, Martí abogó por «proteger el ecosistema cultural», donde «puedan convivir iniciativas pequeñas, medianas y grandes», y siempre con un papel esencial del Estado como soporte económico. «No es casual que hoy tengamos dos películas españolas en los Oscar. Obviamente hay talento, hay industria, hay actividad económica, pero sobre todo ha habido ayudas y soporte del Estado a través de los incentivos fiscales».