El poder del arte y la fe: las joyas del barroco andino que cambian vidas cada día
La mayor expresión del mestizaje del arte virreinal en Perú busca revitalizar la economía local con una propuesta turística conmovedora y trascendente
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Iniciar sesiónDicen que el arte es capaz de transformar la sociedad, y para muchos esa es su misión. En el corazón de Perú, donde un día se erigió el imperio inca, ese poder no es intangible. El imponente Templo de la Compañía de Jesús, en ... la plaza de Armas de Cuzco, da la bienvenida al viajero y, a apenas 40 kilómetros, casi camufladas como ciudades de paso en una carretera de paisajes que poco o nada recuerdan a la postal que Lima deja en la memoria del viajero, Huaro, Canincunca y Andahuaylillas resisten el paso del tiempo.
Sus cuatro templos conforman una de las joyas del patrimonio del país: la Ruta del Barroco Andino, la máxima expresión del mestizaje artístico que surgió a inicios del siglo XVII, tras la llegada de las misiones de los españoles en el Virreinato de Perú. «A finales del siglo XVIII aquí somos pobres y los Andes se quedaron relegados de todo el crecimiento de Lima y por eso el neoclásico no entró aquí. Todo tiene su parte negativa y positiva», apunta Diana Castillo, investigadora de UTEC y responsable del proyecto de restauración de San Pedro Apóstol de Andahuaylillas.
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Con pasajes bíblicos en sus paredes, los murales trasladan a quien los mira hasta el mismo infierno. Su arquitectura hipnótica conjuga las técnicas europeas con los secretos nativos. No en vano al de Andahuaylillas -el más grande y que en su interior guarda el órgano más antiguo del continente- se le conoce como 'la Capilla Sixtina de América'. Pero todos ellos no son solo riqueza cultural o un símbolo de fe, sino que son el corazón de la comunidad.
Entre sus muros, la Compañía de Jesús sigue oficiando misas, velando por la espiritualidad de los vecinos o celebrando las fiestas en honor a los santos patronos. Fuera de ellos, su misión va más allá. Los ingresos de la Ruta, además para mantener los templos, se destinan a obras sociales con el objetivo de hacer del patrimonio cultural el motor de la sociedad en esta región.
Aprender a ser niños
La asociación SEMPA, encargada de la gestión de la Ruta, atiende a casi cien personas por parroquia en la provincia de Quispicanchi. Su programa de atención incluye, entre otras acciones, un equipo de ayuda psicológica, orientación jurídica o un plan educativo. Cada día, alrededor de mil personas ven cómo la Ruta impacta de forma directa en su vida.
La atención a los niños y familias es la gran protagonista de esta obra social. Una pequeña esperanza, en forma de programación y gestos, para derribar el muro de la desigualdad.
La obra social busca que los niños vivan su infancia como les corresponde
El programa cuenta con un servicio de biblioteca, una sala de ordenadores y una ludoteca donde los más pequeños pueden hacer los deberes, conectarse a internet o leer. La ludoteca, que atiende a más de trescientos niños, también es fundamental para detectar carencias afectivas o si sufren algún tipo de violencia. Estos espacios buscan transformar la realidad de niños que, desde muy pequeños, trabajan los cultivos o pastoreando.
Con actividades aparentemente tan simples como el 'día del abrazo', tal y como explica Meritxell Oms, directora de SEMPA, les muestran cómo el afecto y el cariño no es algo excepcional, y con juego o teatro aprenden a socializar. También a familiarizarse con las pautas más básicas de higiene o a reconocer sus emociones. En definitiva, que vivan su infancia como corresponde.
Otro de los ejes de la obra social de la Ruta es la gestión de los comedores. Hasta la pandemia, 650 niños de la zona acudían a los cuatro repartidos en las parroquias. Tras el coronavirus, las necesidades se dispararon y, mediante una evaluación de los asistentes sociales, cada familia acude a recoger sus raciones para asegurar sus necesidades básicas.
Oficios para prosperar
Para las mujeres, desde hace casi diez años, la artesanía se ha convertido en su forma de vida en una región en la que el principal sustento de las familias es el campo. Todas ellas, unas cuarenta en total, se reúnen en un taller-fábrica para tejer a mano o en el telar. Allí, además de compartir su día a día, se ha creado una pequeña industria textil responsable que comercializa sus creaciones dentro y fuera de sus fronteras. Ya sea en Andahuaylillas, Australia o Estados Unidos, la venta de sus productos les proporciona un sueldo e independencia.
Como ellas, los jóvenes también encuentran en un oficio tradicional una oportunidad. En el taller de lutería, donde las herramientas parece que tienen vida propia, se enseña a adolescentes desde los 14 y hasta los 21 años a fabricar instrumentos. Violines o guitarras que más adelante aprenderán a tocar y que buscan, a través de la disciplina y el trabajo, hacer de la música un elemento cohesionador en su vida.
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Una experiencia con impacto
Más allá de un viaje por el legado cultural que el Virreinato dejó en los Andes, es ese espíritu transformador la impronta que la Ruta quiere dejar en el viajero. Y, precisamente, este espíritu de trascender es lo que que ha llevado a la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR) a poner en marcha un proyecto de transferencia para revalorizar esta ruta patrimonial, con el que la institución aspira a devolver a la sociedad todo el aprendizaje y enseñanza académica.
Una forma de viajar que han bautizado como turismo trascendente. Un nuevo modelo en el que, más allá de su propia vivencia, el turista deje huella. «Por encima de todo, el visitante está contribuyendo a la mejora de la comunidad, a que trascienda», resalta Francisco Pastor, investigador principal del proyecto.
El porqué la Ruta del Barroco Andino es el mejor ejemplo de esta nuevo modelo es claro. «Estos templos tienen una gran historia siempre vinculada a la comunidad. Tienen elementos de gran riqueza cultural, patrimonial e histórica, y que eso hay que preservarlo», ahonda Pastor.
La Ruta, al completo
Templo de la Compañía de Jesús en Cuzco
Su construcción se inició en 1576; se reconstruyó en 1650 tras un terremoto. Lo más destacado: su Altar Mayor. Es el más alto de Perú, con 21 metros, y está recubierto de pan de oro
Capilla Virgen Purificada de Canincunca
Su construcción data de principios del siglo XVII, y es una capilla para viajeros: «Por cierto mal haria quien por aquí pasase si por descuido dejase de saludar a María», reza su entrada.
San Juan Bautista de Huaro
Construida a finales del siglo XVI y principios del XVII, sus murales no dejan indiferente. Las escenas del Purgatorio, realizadas por el pintor cuzqueño Tadeo Escalante, aúnan la simbología de los Andes con el Barroco español
San Pedro Apóstol de Andahuaylillas
Conserva el órgano más antiguo de América en su interior y es conocida como 'la Capilla Sixtina americana'. Destaca su artesonado de inspiración múdejar y su baptisterio, en cuya entrada se puede leer en 5 lenguas la fórmula bautismal: latín, castellano, quechua, aimara y puquina.
«Todavía podemos unirnos mucho más apoyando a las comunidades que ahí se asientan», sentencia.
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