Harry Styles en Barcelona: euforia y delirio para coronar al nuevo rey de corazones del pop
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Barcelona
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Iniciar sesiónY, entre sombreros de cowboy rosa chicle, abanicos para espantar los últimos estragos de este mercurio desbocado y un completísimo surtido de boas de plumas de colores que, como las ganas, la gente también se trajo puestas de casa, Harry Styles se hizo carne. ... Con ustedes, el nuevo Divino del Pop. El Adonis del siglo XXI, esculpido a partir de pedazos sueltos y sobrantes de David Bowie (época Duque Blanco; estilazo) y Freddie Mercury (época coloso del rock de estadios; carismazo).
Ni abrir los ojos hizo falta: ahí estaba la estampida de gritos eufóricos, los decibelios en su punto justo de ebullición, manteando 'Daydreaming', la primera de la noche. Jaleo de vientos, funk arrebatado y explosivo en el escenario y, de fondo, el zumbido incesante del amor incondicional. Eran gritos, sí, pero bien podría haber sido el alocando silbido de la espita, gozosa descompresión, de quienes llevaban hasta cinco semana montando guardia a las puertas del recinto.
A esto debía referirse la escritora Caitlin Moran cuando decía que si los Beatles cambiaron el mundo fue porque tenían detrás un fenomenal y tumultuoso y excepcionalmente gritón ejército de fans. Y sí, vale, Harry Styles no es los Beatles, pero a ver quién convence de lo contrario a las 56.500 personas que abarrotaron anoche el Estadio Olímpico de Barcelona y se dejaron la garganta en cada estribillo, en cada caderazo. «En casa, por fin», podía leerse en una pancarta que, a juego con 'Harry's House', título del tercer disco en solitario del británico, paseaba entre las primeras filas una joven para quien, sin duda, Harry Styles debía ser el mejor invento de la humanidad del último para de siglos. Un lugar en el que quedarse a vivir, ni más ni menos. ¿Los Beatles, dices? Aparta, abuelo, que suena 'Bohemian Rhapsody' por los altavoces y tengo que encender la linterna del móvil.
El caso es que, entre que el griterío era ensordecedor y que el sonido empezó tirando a mazacote, a Harry, chalequito azul con flecos, deportivas amarillas y tatuajes al aire, se le escuchaba regular. En 'Golden' agarró la guitarra, pero su voz seguía ahogada entre coros y teclados. Un par de ajustes y la cosa mejoró con 'Adore You', musculoso himno de turbopop que Styles aprovechó para recorrer por primera vez la gigantesca pasarela rectangular que remataba el escenario. A su espalda, unas pantallas de tamaño colosal reproducían hasta el último de sus movimientos. ¿Brazo estirado levemente hacia arriba? Euforia desbordada. ¿Golpe de karate al aire? Ovación de medalla olímpica.
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«Mi trabajo esta noche es entreteneros. El vuestro, pasarlo lo mejor que podáis», anunció, Robbie Willliams 'style', justo antes de encadenar 'Keep Driving' y 'Stockholm Syndrome', inesperado rescate de One Direction. Encantador y guasón, no tardó en bromear sobre la conveniencia de haber escogido unos pantalones de cuero para una de las noches más calurosas del año y, sin necesidad de un montaje excesivamente elaborado ni visualmente deslumbrante, se metió al público en el bolsillo con insultante autoridad mientras le subía los colores eléctricos a 'She'.
Vale que, después de llenar el Wembley Stadium cuatro (¡cuatro!) noches seguidas, lo de ayer, un simple estadio olímpico con algo más de 56.000 personas, debía ser para Styles pan comido, pero si lo pensó, no se le notó demasiado. Al contrario: derrochó ternura y cercanía en 'Matilda', brincó como un poseso con 'Satellite' mientras le llovía de todo, desde banderas a sombreros, y reforzó el peso de los vientos para exprimir a fondo el poder adhesivo de 'Late Night Talking', 'Cinema' y 'Music For A Sushi Restaurant'. Incluso leyó en directo la supuesta nota de acceso a la universidad (¡un 6,3!) de una chica vestida de fresa a la que, claro, casi le da algo. Minutos de distensión y de carteles manuscritos al aire para que Harry ejecutase esa maravillosa farsa del pop de estadios: escoger unos ojos al azar y hacer que alguien que lleva horas apretujada entre miles de personas se sienta especial durante unos segundos.
Estrella estelar y astro carismático, se volvió a acordar de One Direction llevándose de juerga 'What Makes You Beautiful', pero este Harry tiene poco o nada que ver con el que pasó hace casi diez años por el mismo recinto junto a su antigua 'boy band'. Ahora es el nuevo rey de corazones del pop, una superestrella global por obra y gracia de Coachella que enciende todo lo que toca y arrasa a su paso. Y, aparentemente, sin demasiado esfuerzo ni grandes ejercicios coreográficos. Tampoco es que haga demasiada falta cuando juega con bazas seguras como 'Watermelon Sugar', 'As It Was' y 'Sing Of The Times' y las sirve en apabullante formato superpop. El viernes repite en Madrid. Y, tal y como ha ocurrido en Barcelona, tampoco ahí podrán acceder los reporteros gráficos, vetados una vez más en conciertos de gran envergadura, para hacer su trabajo, Ah, los divos…
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