Robbie Williams: larga vida al gran ilusionista del pop
El cantante británico exprime carisma y se corona como 'showman' a jornada completa con su primer doblete en el Palau Sant Jordi
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Barcelona
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Iniciar sesiónCaso curioso el de Robbie Williams, un artista cuyos años de máximo esplendor discográfico quedan ya lejos pero que sigue llenando como siempre. O, mejor dicho, como nunca, ya que lo de este fin de semana en Barcelona ha sido una gesta inédita: ... doblete en el Palau Sant Jordi el viernes y el sábado, entradas agotadas en apenas media hora para el primer concierto y muy pocos espacios libres en el segundo.
Un retorno triunfal tras casi ocho alejado de los escenarios españoles que Williams celebró con sus mejores galas: disfrazado de Ferrero Rocher, brincando como un 'hooligan' en noche de Champions y reivindicándose como aplicado y diligente juerguista. El gran Gatsby del pop, versión Baz Luhrmann. El ilusionista del ritmo. El hombre espectáculo. Que corra el champán. Y los decibelios. Que atruenen los vientos.
«Esta es mi banda y este es mi culo», anunció solemne justo antes de hincarle el diente a 'Let Me Entertain You'. Toda una declaración de principios. ¿Entretenimiento?, dice. Allá vamos. 'One, two, three', el 'Land of 1000 Dances' que hizo grande Wilson Pickett, y a volar. Velocidad de crucero. Pasen y vean. Jornada de puertas abiertas a las interioridades y entresijos de un astro del pop. «¡El sexo! ¡La droga! ¡El escándalo! ¡Los paparazzi! Esto de hoy es una terapia para mí», proclamó Williams. Y en un pispás ya estaba en 1998, recordando los días de vino y rosas de 'Strong' y llevándose a más de 16.000 personas de paseo por su historia.
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En el escenario, ocho músicos, seis bailarinas y un Robbie Williams de energía incandescente, una dinamo inagotable, celebrando sus 25 años de carrera en solitario. Con sus auges y caídas. Como aquellos 'Storytellers' de VH1 pero en formato Las Vegas. Con las rápidas y las lentas. «Solo tengo dos tipos de canciones: una en la que soy jodidamente maravilloso y otra en la que estoy perdido», anunció. Y brincando entre unas y otras bordó una noche de confesiones, terapia de grupo y cascadas de confeti. De arrimarse al público para hacerle sentir importante y ganarse hasta el último euro invertido en la entrada. Puro guion, claro, pero si alguien sabe meterse a la gente en el bolsillo, ese es Williams.
Antes de 'Come Undone'', por ejemplo, decidió que los asientos de unas espectadores que estaban en un lateral del Sant Jordi no eran lo suficientemente buenos y las recolocó en primera fila. También introdujo la historia de Take That repescando el atroz videoclip de 'Do What You Like', primer plano de su culo desnudo incluido, y recordando sus bolsillos llenos de cocaína en el festival Glastonbury antes de frenar en seco el concierto para preguntarle a una chica que a dónde iba. «¿Al lavabo? ¿No te gusta Take That? Vale, puedes irte». La cuarta pared, de haberla, hacía rato que se había venido abajo. Al cabo de hora y media, todo el público sabía el nombre de sus cuatro hijos, que lleva 23 años sin beber y que la enfermedad se ha cebado con su familia recientemente. ¿Quién dijo que los macroconciertos tenían que ser fríos y distantes?
Como buen encantador de serpientes del pop, showman a jornada completa que sabe que el escenario es su patio de recreo, el británico se llevó la noche de calle. Juego, set y partido para Robbie. Para el gordito de Take That, en palabras de Liam Gallagher, que ejecuta ahora su dulce venganza adueñándose del 'Don't Look Back In Anger' y llevándola a un recinto que Oasis jamás lograron pisar en sus actuaciones en la ciudad.
Parlanchín y dicharachero (para algunos incluso demasiado: algún que otro silbido se escuchó justo antes de 'Angels', mientras Williams pedía paciencia y relataba cómo la fama y los excesos habían afectado a su salud mental), improvisó una competición de baile con 'Candy', regaló camisetas, transformó el Sant Jordi en un colosal karaoke con 'Feel' y, como Robbie por su casa, se calzó el batín para ponerse tierno en los bises. 'No Regrets', 'She's the One' y 'Angels' y se acabó. Casi dos horas de juerga, confidencias y desinhibición pop. Poco más se le puede pedir. Su mejor truco de magia, por si quedaba alguna duda, es él mismo.
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