La escritura, refugio ante la muerte
Henning Mankell, Christopher Hitchens o Susan Sontag son algunos de los autores que se han enfrentado a la enfermedad a través de la literatura
La escritura, refugio ante la muerte
A mediados de la pasada semana, Henning Mankell (Estocolmo, 1948) anunció que padece cáncer . Lo hizo a través de un artículo publicado en un diario sueco, donde aseguraba que tiene un tumor en el cuello y otro en el pulmón izquierdo, y su diagnóstico ... es «grave». El escritor sueco reconocía que su «ansiedad es muy profunda, aunque a grandes rasgos puedo mantenerla bajo control», a pesar de que «el cáncer podría haberse extendido también a otras partes de mi cuerpo».
Pese a la gravedad de su situación (o quizás por eso), el creador del detective Kurt Wallander decidió, desde el primer momento, que quería escribir sobre su enfermedad y lo hará en una columna en el «Göteborgs-Posten» , el mismo periódico en el que decidió revelar su condición. Mankell escribirá, cada semana, «desde la perspectiva de la vida, no de la muerte» y será «la voz de todas las personas anónimas que padecen este sufrimiento». «He decidido contarlo como es, como la dura batalla que siempre representa», remataba el escritor de novela negra en el artículo, titulado «Una lucha desde la perspectiva de la muerte» .
Pero Henning Mankell no es el primer escritor que decide enfrentarse a la enfermedad y a la amenaza de la muerte cercana a través de la literatura. Si Freud dijo que todos los hombres están convencidos de su inmortalidad, Christopher Hitchens (1949-2011) fue consciente de la fragilidad de esa creencia el 8 de junio de 2010. Aquel día le fue diagnosticado un cáncer de esógafo que acabaría con su vida un año y medio después. El escritor británico no sucumbió a las embestidas anímicas de la enfermedad y durante esos dieciocho meses siguió escribiendo. El resultado fue «Mortalidad» (Debate), un libro hermoso y escalofriante en el que Hitchens mira de frente a la muerte , como siempre hizo con la vida.
«"¡Recuerda, tú también eres mortal!": me golpeó en mi mejor momento y cuando las cosas llegaban a cierta altura. Mis dos recursos eran la pluma y la voz, y tenía que ser el esófago», escribe con desgarro. Sin duda la parte más sobrecogedora del libro (que quedó inacabado, pues la muerte siempre nos sorprende desprevenidos, por mucho que haya anunciado su visita) es el capítulo VIII, que recoge una serie de anotaciones fragmentarias: «Mañana de biopsia, me levanto y digo pase lo que pase este es el último día de mi antigua vida. Ninguna pretensión de juventud nunca más. A partir de ahora una ardua conciencia».
Hitchens reconoce que no combate contra el cáncer: «él lucha contra mí» Hitchens reconoce que no lucha ni combate contra el cáncer: «él lucha contra mí». «La banalidad del cáncer. Todo un lazareto de efectos secundarios. Especialidad del día», apunta mientras piensa en el poema de Szymborska sobre la tortura y el cuerpo «como un piélago de dolor». El británico falleció el 15 de diciembre de 2011 convencido de que «ninguna persona está completa, ninguna persona es libre». Es el coste de la inmortalidad.
Un precio que también pagó el escritor y crítico literario Anatole Broyard (1920-1990). En su magnífico libro «Ebrio de enfermedad» (La Uña Rota), con prólogo del neurólogo Oliver Sacks (autor de «Despertares» , novela en la que se basó la película , y del célebre «El hombre que confundió a su mujer con un sombrero» ), Broyard relata con fascinante lucidez su lucha contra el cáncer y hace un completo repaso a la literatura de la enfermedad y de la muerte.
«¿Por qué han llegado tan tarde toda esta sabiduría, toda esta belleza?», se queja Broyard en las últimas páginas. «Si tienes que morir, y espero que no, creo que deberías intentar morir con la muerte más bella que puedas», asegura, para después reconocer que a él le gustaría morir a su manera: «Es mi casa, mi vida, mi muerte, mis amigos. ¿Por qué no?». «Es en lo que estoy ahora mismo. Estoy terminando mi propia vida. Creo que uno tendría que morir en una especie de fiesta». En la enfermedad no todo es tragedia, «hay muchas cosas que son divertidas».
Y es que, si el enfermo necesita el contagio de la vida, en el caso de los escritores esa necesidad solo se satisface a través de las palabras. Incluso Susan Sontag (1933-2004), poco dada a exhibicionismos sentimentales, escribió «La enfermedad y sus metáforas» (Debolsillo) y «El sida y sus metáforas» , dos obras imprescindibles para entender las «fantasías punitivas» creadas alrededor de dos de las enfermedades que marcaron el pasado siglo.
Paciente ella misma ( Sontag murió de leucemia ), considera que «la enfermedad es el lado nocturno de la vida, una ciudadanía más cara» y por ello busca demostrar que «la enfermedad no es una metáfora, y que el modo más auténtico de encararla es el que menos se presta y mejor resiste al pensamiento metafórico».
«Uno tendría que morir en una especie de fiesta», dice BroyardNo solo han sido grandes escritores quienes se han retado con la muerte mediante la palabra. Hace unos años, a John Diamond , un periodista británico, le diagnosticaron cáncer y convirtió su enfermedad en una columna semanal en el diario «The Times» . Tras más de un año de escritura y lucha, Diamond falleció. Su último mensaje fue para su mujer y sus hijos: «Por favor, besa a los niños por mí, os quiero a todos».
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