Einstein y Mileva, la historia de un matrimonio marcado por el genio, el abandono y la tragedia
'Teoría de la tristeza' recoge cómo Mileva Maric colaboró en los descubrimientos del científico, pero padeció un enorme declive físico y psicológico ante su indiferencia
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Iniciar sesión«Te vas a ocupar: 1. De que mis trajes, ropa interior y sábanas estén limpios. 2. De que reciba tres comidas diarias en mi habitación. 3. De que mi dormitorio y estudio estén limpios y, especialmente, de que mi escritorio lo utilice sólo ... yo». En julio de 1914, Albert Einstein imponía a su esposa Mileva unas condiciones más propias de una criada que de una compañera sentimental para quedarse con él y sus hijos en Berlín. Le hizo llegar estas reglas por carta, a través de un amigo común, y en ella también estipulaba que se abstuviera de cualquier relación con él y ello incluía cualquier tipo de intimidad, habida cuenta de que él ya estaba con su prima Elsa, que más tarde se convertiría en su segunda esposa.
«Esas reglas son humillantes e irrespetuosas, hasta tal punto que resulta difícil de aceptar por parte del lector que fueron escritas por Einstein», señala a ABC Slavenka Drakulic. Por eso abre con ella 'Mileva Einstein, teoría de la tristeza' (Galaxia Gutenberg), una novela basada en hechos reales sobre esta científica, que colaboró en los descubrimientos de su célebre marido, pero que renunció a su propia carrera por él y por sus hijos, al tiempo que luchaba contra sus carencias físicas y psíquicas.
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Santiago González de la Hoz (The Conversation)«Sabía que Mileva Maric (su primer apellido) fue la primera esposa de Einstein, pero me di cuenta de que muy poca gente sabía lo importante que fue para Einstein en sus primeros años de estudiante. Sin embargo, por algún motivo desapareció entre las sombras y se dio mucho más espacio en sus biografías a Elsa. De repente, en un momento dado, tras suspender dos veces su examen de diplomatura y dar a luz a tres hijos, su vida da un vuelco. ¿Por qué? Su biografía tiene muchos elementos que merecen ser dramatizados», explica la autora.
Drakulic lo hace en 'Mileva Einstein, teoría de la tristeza', que abarca unos veinte años, de 1914 a 1933, y que comienza con la misiva de Einstein, de cuya existencia solo se tiene constancia a partir de los años ochenta. «No tenía especial interés en retratarlo como un hombre misógino y sexista, pero esa carta fue un acontecimiento clave en la vida de Mileva. Una especie de punto de ruptura», señala la autora, considerada la gran cronista de los Balcanes. Mileva no se pliega a sus deseos y abandona al padre de la teoría de la relatividad. Parte con sus hijos hacia Zúrich y va repasando mentalmente el pasado que le ha conducido hasta el tren que les lleva hasta la ciudad suiza.
Una mujer inusual
A principios de siglo, Mileva era un caso extraordinario. «Las mujeres rara vez recibían una educación superior a cuatro cursos de primaria. Además, que cursara el bachillerato y se interesara por ciencias como las matemáticas y la física, era algo realmente inusual. Afortunadamente, su padre se dio cuenta de que tenía talento y dispuso de dinero suficiente para enviarla a estudiar a Suiza. Era el único país de habla alemana donde las mujeres podían estudiar. Tuvo que tener una fuerza de carácter extraordinaria para afrontar el hecho de ser la única mujer que estudiaba matemáticas y física en el Politécnico de Zúrich y una de las pocas de toda Europa».
Fue allí donde conoció a un joven e impertinente Einstein de 17 años que decidió proteger y guiar para que consiguiera salvar los obstáculos sociales que él mismo tendía a poner en su camino. Pero que las convenciones no fueran su fuerte también le hizo ir a contracorriente y ver mucho más allá de las simples apariencias. El genio no repara en la cojera de nacimiento que ella arrastra y que le hizo sufrir burlas desde que comenzó el colegio.
Tampoco le importó la relación de Marie Curie con Paul Lengevin, estudiante de su marido, Pierre Curie (fallecido cinco años antes), que escandalizó a la sociedad de la época. Cuando le fueron a dar el segundo Nobel en Química, la Academia le conminó a no acudir a la ceremonia de entrega, pero ella se negó y Einstein escribió una carta en su apoyo.
Curie era también el ídolo de Mileva. Drakulic imagina a la primera mujer de Einstein comparándose con la pionera en el estudio radiactividad, que tuvo una carrera brillante (ha sido la primera y la única persona en recibir dos premios Nobel en dos campos diferentes: física y química), y que no tuvo reparos en mantener una relación con un joven, a pesar del escándalo. «Las dos vivieron vidas muy diferentes. Evidentemente, el talento por sí solo no basta para hacer carrera en la ciencia, lo importante son las circunstancias y cómo una persona las gestiona. La pérdida de su primera hija y la maternidad en general fueron duras para Mileva. Era madre soltera. Fue especialmente difícil porque su hijo menor, sobre todo a partir de la pubertad, estaba gravemente enfermo y, de hecho, tuvo que hacer frente a su dolencia sola hasta que lo encerraron definitivamente en un hospital psiquiátrico en 1933...», justifica.
Embarazo secreto
La escritora saca a primera plana los dos capítulos más desgarradores de las vidas de ambos unidos al destino de su primogénita, Lieserl, y de su hijo pequeño, Tete (el matrimonio tuvo otro más en medio, Hans Albert). Mileva se quedó embarazada de Einstein sin estar casados. En 'Teoría de la tristeza', Albert teme que este hecho enturbie sus posibilidades de encontrar trabajo en Zúrich y Mileva se aparta de miradas indiscretas para llevarlo en secreto. Se traslada a Novi Sad, el pequeño pueblo de sus padres hasta que nace la pequeña, en 1902. Después, regresa junto a Einstein, dejando al bebé allí.
Albert comienza su carrera en la oficina de patentes en Bern (Suecia) y se casan en 1903, pero cuando ella quiere volver a por Lieserl su padre le comunica que acaba de fallecer por escarlatina (su verdadero paradero aún hoy se desconoce. Sólo la correspondencia secreta que mantuvo Maric con su marido, que salió a la luz treinta años después de su muerte, documentan su existencia).
«Esquizofrenia»
No se lo perdona nunca. Es más, Drakulic piensa que aquel fue el principio de su declive, de un colapso mental, aunque «en la literatura solo hay indicios sobre su enfermedad, muy probablemente una depresión crónica». Como consecuencia, fracasa en sus intentos de licenciarse y, a pesar de que hacían el juego de palabras de que su matrimonio era una roca -'ein' significa un y 'stein' roca en alemán-, éste comenzó a resquebrajarse cuando nació su tercer hijo y ella se dedica de manera obsesiva a su crianza.
Philipp Frank, colega de Einstein, ve que el estado psíquico de Mileva va empeorando, y comienza a hablar de esquizofrenia. Sin embargo, él no le dio importancia porque dudaba de la existencia de las enfermedades psíquicas. «Debemos imaginarnos en aquella época, a principios del siglo XX. Tanto la psicología como la psiquiatría se encontraban en los inicios de su desarrollo. La desconfianza no era tan rara, al contrario. Se tardó bastante tiempo en establecer estas disciplinas como métodos de terapia», subraya la autora. Además, «Albert estaba principalmente ocupado con su propia investigación y el avance de su carrera como para tener tiempo para Mileva», prosigue.
Antes de ese punto, ella trabajaba por las noches en las demostraciones matemáticas de las teorías de su marido, sin las cuales él no hubiese podido publicarlas. «Le ayudaba a tranquilizarse y a articular con calma su pensamiento, pero antes de que naciese Tete», narra 'Teoría de la tristeza'. Con el tiempo, Einstein la sustituyó como ayudante en cuestiones matemáticas por Jakob Laub y ella se enfrasca cada vez más en la ropa, la comida, la limpieza y la educación de sus hijos.
Cuando Mileva decide abandonar a su marido, llegan a un acuerdo económico para su manutención. «Hay que admitir que los apoyó y ayudó hasta el final. Al fin y al cabo, Albert también regaló el dinero del premio Nobel a Mileva para que lo empleara en sus hijos, aunque todavía hoy se especula por qué lo hizo», recuerda Drakulic.
La historia de Mileva nos ofrece una visión fascinante y a menudo dolorosa de las dinámicas de género, poder y sacrificio en el contexto del genio científico.
Mileva Einstein emerge en este libro como una figura trágica pero valiente, cuya contribución a la ciencia merece un lugar destacado. Su papel como colaboradora y compañera de Albert Einstein ha sido oscurecido por la sombra de su marido. Sin embargo, su vida y sus luchas merecen ser reconocidas y recordadas.
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