Los secretos de las detonaciones nucleares desde 1945, lo que vino después de Oppenheimer y el Proyecto Manhattan
Después de Hiroshima o Nagasaki se sucedió una carrera de pruebas nucleares con enormes consecuencias
Qué es el mecanismo de Anticitera, el objeto real buscado por Indiana Jones más misterioso de la historia y el primer ordenador del mundo
Inteligencia artificial para simulacros de ataques, el maletín nuclear de Putin o `cheguet´ y la mano del muerto´
Sigue en directo la última hora sobre las tensiones en Torre Pacheco
Cuando a muchos les preguntan sobre las bombas nucleares, la respuesta es siempre Hiroshima y Nagasaki. Pero si creemos que los focos se apagaron y su uso activo se detuvo no estaríamos ni de lejos cerca de la verdad. Porque lo cierto es que hubo más de 2000 detonaciones nucleares desde 1945. Las naciones desplegaron 'una guerra caliente' con la población, al tiempo que desarrollaban una 'Guerra Fría' entre ellas.
Y todo comenzó el 16 de julio de 1945, con la prueba Trinity- una de las fases del Proyecto Manhattan- realizada en el campo de tiro de Alamogordo, en Nuevo México. La finalidad era adelantarse a los científicos de la Alemania nazi. Ese día el reloj pasaba de las 5 de la madrugada, aún era de noche y algunos de los presentes se repartían loción contra las quemaduras de sol, mientras otros debatían sobre si la bomba podría incendiar la atmósfera.
Fue entonces cuando llegada las 5:29 horas se detonó el dispositivo, desatando una explosión nunca vista hasta entonces. «Una luz de muchos soles…fue un amanecer como el mundo nunca ha visto. Un gran supersol verde subió en una fracción de segundo a una altura de más de 2,5 kilómetros, elevándose cada vez más alto hasta tocar las nubes» describía William Laurence, periodista de The New York Times presente en la detonación. Menos poético fue Kenneth Bainbridge, físico a cargo de la prueba, sentenciando ante Oppenheimer: «Ahora todos somos unos hijos de puta».
El mundo no sería el mismo a partir de ese momento
El destello fue de tal magnitud que la prensa local comentaba que una niña ciega a 160 kilómetros de distancia 'lo vio'. Menos sabido es que unas horas después se vería ceniza caer como la nieve en un campo cercano.
Por entonces, medio millón de personas vivían a menos de 250 kilómetros. Y una lluvia radiactiva, detectada por la empresa de revelado Kodak, llegaría hasta Iowa o Indiana, a más de mil kilómetros de distancia. A los residentes de la zona les dijeron que simplemente había estallado un almacén de municiones. Quedaba así inaugurada una era nuclear en la que EE.UU. realizaría 1054 ensayos atómicos más.
Una de las consecuencias más destacables es lo que llamarían 'Downwinders'. Alex Wellerstein, historiador estadounidense de armas nucleares en el Instituto de Tecnología Stevens, explica a ABC que es un término que se usa en EE.UU. para las personas que vivían relativamente cerca del sitio de pruebas y estaban expuestas más que la mayoría de la gente a una cantidad considerable de lluvia radiactiva movida por el viento.
«A las personas de estas comunidades se les aseguró que la prueba era segura y que si seguían las instrucciones no habría efectos nocivos para su salud. Pero se enfrentaron en años posteriores a aumentos en las tasas de cáncer, mortalidad infantil o bebés con defectos de nacimiento» asegura Wellerstein.
Unas semanas después un artefacto nuclear similar caería en Hiroshima dejando un paisaje desolador a su paso. «Algunos tenían las cejas quemadas y la piel les colgaba de la cara y de las manos. Otros, debido al dolor, llevaban los brazos levantados, como si cargaran algo en ambas manos. Muchos iban desnudos o en harapos. Sobre algunos cuerpos desnudos, las quemaduras habían trazado dibujos que parecían prendas de vestir, y, sobre la piel de algunas mujeres —puesto que el blanco reflejaba el calor de la bomba y el negro lo absorbía y lo conducía a la piel— se veían las formas de las flores de sus kimonos», así describía John Hersey en su libro 'Hiroshima', entre otros, a los 'hibakusha', los supervivientes de la bomba nuclear.
Mapa de las detonaciones
Pero esta historia en realidad es sobre las detonaciones ocurridas más allá de la de Hiroshima y Nagasaki. Concretamente estallarían 2.010 bombas nucleares, un 51% corresponderían a experimentos realizados por Estados Unidos. Otras fueron de la Unión Soviética. Francia concentraría sus pruebas en zonas de Argelia y el Pacífico. Y también están las realizadas por Reino Unido, India, China, Pakistán o Corea del Norte.
La Unión Soviética, ante los 'éxitos' cosechados por EE.UU., aceleró su programa atómico, consiguiendo probar su primer dispositivo nuclear en 1949, en un área poco poblada de la estepa de Kazajistán, y acabando con el monopolio de Estados Unidos.
Bombardeándose a sí mismo
Y sería en 1951 cuando comenzarían las detonaciones atmosféricas en Nevada, un lugar donde Estados Unidos realizó más de 900 pruebas nucleares hasta 1992. Otros puntos elegidos serían Colorado, Alaska, Mississippi o las Islas Marshall, donde empezarían en 1946 y detonarían un dispositivo 1.000 veces más potente que la bomba de Hiroshima.
Nevada estaba a 280 kilómetros de Cedar City. Un testigo de lo ocurrido fue Claudia Peterson que en una entrevista para el archivo de los Downwinders relataba que tuvo una gran infancia en Cedar City. «Comíamos todo lo que encontrábamos en los bosques, nadábamos en los estanques. Hacíamos todo lo que probablemente no deberíamos. También recuerdo las pruebas de 'agacharse y cubrirse' en la escuela y los hombres que venían con contadores Geiger para comprobar nuestras tiroides». Y cuando pitaban era por la radiación residual.
Y añade «recuerdo a mi hermana, ella era cinco años mayor y en su clase repartían pastillas de potasio y yodo todos los días. Pero lo principal era que teníamos que temer a los rusos. No se trataba de lo que era segura para nosotros».
Por aquella época las autoridades pidieron a los habitantes de Cedar City que no se preocuparan porque no había peligro, tal como aclaraban en los folletos que repartieron. Pero tiempo después de las bolas de fuego que podían ver desde su casa, Peterson apuntaba que en la granja de sus vecinos «había montones de corderos muertos. Algunos estaban deformados, con dos cabezas o les faltaban patas».
La lluvia radiactiva de las detonaciones en Nevada terminaría cayendo sobre las tierras de pastoreo y contaminaría los suministros de leche. Peterson, no en vano, contaba que en la secundaria tuvo tres amigos que murieron de cáncer. A su padre le extirparon un tumor cerebral, su hermana murió de un melanoma. A una de sus hijas le diagnosticaron leucemia, y su bisnieto sufre de una malformación de nacimiento.
Sin embargo, estas detonaciones a nivel oficial se convirtieron en una atracción televisada, ése fue el caso de la prueba 'Annie' en 1953, en la que se preparó un decorado con casas amuebladas y maniquíes simulando la vecindad de un barrio residencial americano. Todo sería arrasado por una bomba de 16 kilotones.
Y los más emprendedores vieron en ello un negocio, en las Vegas se preparaban cócteles para la ocasión y asientos de primera fila para ver las explosiones. El historiador Wellerstein nos explica que «las pruebas en Nevada fueron de dispositivos de menor rendimiento, pero el tamaño de las poblaciones a favor del viento era enorme: todo el territorio continental de los Estados Unidos. Algunos lo han llamado un acto de Estados Unidos bombardeándose a sí mismo».

Esas bombas también moldearon el paisaje, la región de pruebas de Yucca Flat, del Sitio de Pruebas de Nevada es el terreno con el mayor cráter artificial del planeta, según el Departamento del Interior de EE.UU. Esto se debe a que en 1962, la prueba de 'Sedan' que fue siete veces más potente que la bomba de Hiroshima, dejó un agujero de casi 400 metros de ancho y 100 de profundidad, desplazando 12 millones de toneladas de tierra.
El Pacífico
Pero como aclara Wellerstein, las detonaciones en el Pacífico fueron mucho más potentes.»Para las pruebas en las Islas Marshall se usaron dispositivos de muy alto rendimiento, incluidas varias armas de varios megatones- (1 megatón = 1 millón de toneladas de TNT). Y también fueron muy contaminantes para las islas de la zona. A EE. UU. se le había encomendado la tarea de asegurar la protección de estas islas después de la Segunda Guerra Mundial, pero no estuvieron a la altura de ese deber».
En ese sentido, en el calendario destaca noviembre de 1952, cuando se detonó en las Islas Marshall la primera bomba de hidrógeno del mundo de 10 megatones. De nombre clave 'Ivy Mike', los militares observaron la nube de 50 km de altura desde barcos situados a 50 km de distancia.
Harold Agnew, un físico y testigo a bordo de uno de los barcos dijo a los medios mucho después: «Algo que nunca olvidaré fue el calor, no la explosión... el calor seguía llegando, una y otra vez... Fue una experiencia realmente aterradora». Borró del mapa la isla de Elugelab, donde se detonó, y dejó un cráter de más de 1,6 kilómetros de largo y 50 metros de profundidad.
Dos años después, vendría 'Castillo Bravo', una bomba de hidrógeno de 15 megatones que explotó en el atolón de Bikini. Los científicos habían calculado mal y la potencia fue tres veces mayor de lo esperado. Y el hongo que se formó fue de más de 6 km de ancho. La contaminación se extendió por unos 18.000 km cuadrados, y fue según Atomic Heritage Foundation «el peor desastre radiológico de la historia de Estados Unidos».
Vídeo desclasificado de una de las pruebas nucleares en el Pacífico
En el atolón Bikini se realizarían en total 23 pruebas nucleares. Quedaron expuestos cientos de civiles y militares que prestaban servicio porque la lluvia radiactiva cayó con fuerza en los atolones vecinos, incluido un pesquero japonés que estaba en la zona. Lijon Eknilang, que tenía ocho años, fue testigo de Castillo Bravo y declaró a la prensa recordar el destello cegador y el balanceo del suelo. El agua potable cambió de color, pero la bebieron igual, y empezaron a surgir problemas médicos. Eknilang después llegaría a sufrir siete abortos y cáncer.
El Gobierno de EE.UU. hizo construir un almacén de residuos nucleares en la superficie, en el atolón de Enewetak, apodado «la tumba». 4.000 militares, supervisados por el Departamento de Energía de Estados Unidos, realizaron la limpieza radiológica. Sin embargo, los veteranos que trabajaron en la zona denunciarían que no estaban adecuadamente protegidos, y que nunca se les comunicó que estaban manipulando material radiactivo.
'El padre de todas las bombas'
Mientras tanto, la Unión Soviética hizo una gran parte de sus ensayos nucleares en el Polígono de Semipalatinsk, en Kazajistán. Las más de 500 detonaciones en la superficie y bajo tierra se hicieron sin advertir a la población previamente, y hubo fugas radiactivas en el proceso. El doctor Boris Gusev y su equipo se dedicaron a visitar a los residentes y estudiar los efectos de las bombas para elaborar informes secretos. Oficialmente, todos los casos de enfermedades se debían a una dieta pobre y a un intenso trabajo bajo el sol.
Pero Gusev reconocía que los residentes fueron usados como conejillos de Indias para observar los efectos de una posible guerra nuclear, «era la manera de elaborar herramientas con las que defender el país ante una invasión imperialista. Lo fundamental era la lucha entre dos gigantes», afirmaba en el documental 'Hijos de la guerra atómica'. La población expuesta llegó a ascender a unas 200.000 personas que presentaban el doble de posibilidad de padecer leucemia, problemas cardíacos y de tiroides. Y esa zona presenta una tasa elevada de niños que sufren problemas cognitivos.
No obstante, la Unión Soviética no se detendría y «el padre de todas las bombas» sería la bomba soviética Tsar en 1961. Esta bomba destruyó todas los edificios en un radio de 55 km, en el sitio de prueba de Sukhoy Nos, en el archipiélago ártico de Novaya Zemlya. Su detonación incluso llegó a romper las ventanas de decenas de casas, y se informó que hasta en Finlandia y Noruega se registraron vidrios rotos, y que las ondas sísmicas generadas por la explosión dieron tres veces la vuelta al mundo. Y fue 3.000 veces la potencia de la que se lanzó en Hiroshima.
Wellerstein detalla que «la bomba Tsar fue, irónicamente, una de las armas nucleares 'más limpias' jamás detonadas, en el sentido de que la mayor parte de su energía explosiva (un 97 %) provenía de la fusión nuclear, no de la fisión nuclear. La fusión nuclear no produce lluvia radiactiva en grandes cantidades (las partes más radiactivas de la lluvia radiactiva nuclear son 'productos de fisión', las mitades deformadas de los átomos divididos en la fisión nuclear). Fue detonada a la mitad de su potencia porque los diseñadores de armas soviéticos deseaban limitar las consecuencias que producía».
Pruebas subterráneas
En 1963, el presidente John F. Kennedy firmaría una moratoria sobre las pruebas atmosféricas, sin embargo aún se permitían las pruebas subterráneas. En Estados Unidos se harían 828, y a veces, la contaminación radiactiva se filtraba por las cavernas de detonación subterráneas.
Wellerstein señala que mover las pruebas nucleares bajo tierra redujo drásticamente la cantidad de exposición a la lluvia radiactiva, Y describe que «cuando uno hace una prueba subterránea, esencialmente está cavando un hoyo muy profundo, colocando un arma nuclear en el fondo, poniendo instrumentación dentro del hoyo (para que pueda entender lo que sucedió en la prueba y usarlo con fines científicos) , y luego llenando el resto con sustancias que esperas que puedan evitar que salgan los gases. La mayor parte del tiempo esto funciona, pero a veces la geología y las presiones de la propia bomba nuclear no cooperan».

Fue el caso de la prueba Baneberry en 1970, en Nevada. Durante la cual se abrió una fisura en el suelo y una nube de polvo y vapor radiactivo se elevó 2km y las consecuencias se extendieron sobre Nevada, California y otros estados vecinos.
Otra suerte corrieron las detonaciones de la isla de Amchitka. Allí se realizaron tres pruebas subterráneas, pero fue la tercera la que creó controversia, 'Cannikin', en Alaska, programada para 1971, sería 300 veces más potente que la de Hiroshima, convirtiéndose en la mayor detonación subterránea de EE.UU..
Se temía que desencadenara un tsunami, sin embargo la Comisión de Energía Atómica obvió la advertencia, aunque en privado llegaron a reconocer que «no se podían descartar los peores efectos imaginables». Al final generó una sacudida sin consecuencias, pero los expertos la compararon a un terremoto de 7 grados en la escala Richter.
Más allá de la disuasión
Hubo detonaciones nucleares que también pretendían averiguar si la energía nuclear y las explosiones atómicas tenían aplicaciones industriales. Fue el caso estadounidense de Gasbuggy, Nuevo México, sin embargo la explosión terminó contaminando el gas que se quería obtener. Un fracaso semejante enfrentó Rusia que hizo pruebas en 1971 para la construcción del canal Kama-Pechorase. Necesitaron tres bombas, pero al final concluyeron que el proceso era demasiado costoso.
Entretanto, China llevaba a cabo una operación de alto secreto que cambiaría el equilibrio mundial a futuro. Un hallazgo de uranio en 1954 sería clave. El Gobierno comunista de Mao haría de su país el quinto en probar un arma nuclear que finalmente detonó el 16 de octubre de 1964 en el sitio de pruebas de Lop Nor. A ella le seguirían otras 45 pruebas.
Corea del Norte será la única que continuaría haciendo pruebas nucleares durante el siglo XXI. Y Estados Unidos llevó a cabo su última detonación de este armamento el 23 de septiembre de 1992. Wellerstein aclara que hay lugares que todavía son esencialmente inhabitables. Y muchas potencias nucleares utilizaron con frecuencia lo que eran esencialmente posesiones coloniales para sus sitios de prueba.
El Reloj del Jucio final
El balance de esas 2010 detonaciones tiene mucho que ver con lo que en un artículo publicado en 1959 titulado 'Anatomía de la disuasión' el estratega estadounidense Bernard Brodie, apuntaba: «las armas nucleares deben estar siempre listas, pero nunca se deben utilizar». El problema fue el enorme coste pagado.
Wellerstein especifica que uno de los principales errores revelados por la historia de las pruebas nucleares de EE. UU. en particular es una fe equivocada en la capacidad de predecir y controlar eventos a gran escala como estos. El otro gran error, fue sobrestimar la «ventaja» que uno obtiene en una carrera armamentista de este tipo. Involucrarse en una carrera armamentista es animar a tus enemigos a participar también. «Gastas mucho dinero, tiempo y vidas tratando esencialmente de mantener un statu quo».
De hecho Wellerstein creó Nukemap (enlace aquí) que es una app que simula los efectos de una bomba nuclear. En esta aplicación cartográfica eliges la zona donde localizar la detonación de la bomba nuclear y se puede comprobar la devastacion que genera.
MÁS INFORMACIÓN
No en vano, en 1947, un grupo de científicos que trabajó en las primeras armas nucleares creó el Reloj del Juicio Final como metáfora para advertir de lo cerca que estaba la humanidad de destruirse a sí misma. Un icónico reloj que cumplía en 2022 su 75º aniversario, y los científicos sentenciaron que la humanidad sigue estando a 100 segundos del apocalipsis.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete