Puccini y Lili Álvarez: Pero, ¿esto qué es, PHotoEspaña?

No son pocos argumentos para valorar esta iniciativa. Sin embargo, pese a su interés memorístico y documental, no puedo considerarla como un proyecto expositivo propiamente dicho. En lugar de mostrar su producción fotográfica se ha optado por presentar imágenes capturadas por él, pero reproducida en telas y grandes paneles, que restan el sabor y el encanto de las copias de época.

Su carácter personal, el añejo aroma a 'vedutti' –la mayoría son tomas realizadas en sus múltiples viajes–, e incluso la presencia de su propio rostro en una serie de retratos habría demandado una presentación más íntima y recogida, si bien es verdad que, desde el punto de vista curatorial, un espacio tan impresionante como este siempre resulta difícil de abordar.

'La señorita: Lilí Álvarez y los inicios del deporte femenino (1915-1936)' es la otra muestra a la que me refería –algo que en propiedad resulta difícil de considerar como tal–. Es, no tanto una curiosidad, como algo desgraciadamente fallido.

La figura de Lilí Álvarez tiene la entidad suficiente para protagonizar una exposición sobre ella. Se trata de una de las pioneras del deporte en la llamada Edad de Plata, y una personalidad inusual dentro de la sociedad femenina del momento. Aunque es conocida sobre todo en el tenis, destacó en otras disciplinas como el patinaje, el esquí, el alpinismo e incluso el automovilismo. Fue además la primera mujer española, ex aequo con Rosa Torres, en participar en unos Juegos Olímpicos, los de París en 1924.

Puccini y Lilí Álvarez

'Puccini fotógrafo'. Teatro Real. Madrid. Comisarios: G. B. Ravenni, P. Bolpagni y P. Mavill. Hasta el 22 de julio. Dos estrellas.

'Lilí Álvarez y los inicios del deporte femenino'. Fundación Ortega-Marañón. Madrid. C/ Fortuny, 5. Hasta el 29 de septiembre. Una estrella.

Con esos mimbres se debió construir un mejor cesto. La cita –no olvidemos que está dentro de un festival de foto– se limita a exhibir unos paneles con imágenes de esta deportista dignos de una casa de cultura de pocas pretensiones. Lo único interesante, pero insuficiente, es una serie de material documental. Todo demasiado pobre para un recinto tan cuajado de memoria como la Fundación Ortega Marañón, antigua sede de la Residencia de Señoritas.