Los Premios 'A' reconocen la iniciativa privada y familiar en su 27ª edición

Lumbreras se educó en Estados Unidos, y Pérez-Jácome, en México, pero han decidido volver a España para «sumar» al panorama nacional desde el punto de vista de las colecciones, el mecenazgo y el patronazgo, y así promocionar el arte contemporáneo español e iberoamericano: «Considero que no es posible que un país con tanta tradición en las artes tenga tan escasa representación internacional», declara el coleccionista. En paralelo a ello, decidieron fundar Collegium, un espacio donde exponer su conjunto de obras de arte, ubicado en el lugar de nacimiento de su promotor: Arévalo.

A los coleccionistas les importa resaltar la importancia de los artistas en el siglo XXI, la época que les toca vivir, y reunir arte de su tiempo es una manera de colaborar con la sociedad. Pérez-Jácome declara que «coleccionar es reflexionar sobre los problemas y las incógnitas, entablar un diálogo sobre aspectos que se consideran indispensables para vivir una vida profunda y sincera».

La pareja resalta que le interesa investigar aquello que deja una huella en la memoria, en el pensamiento, lo que permite a las personas entablar un debate y abrir su percepción e intelecto. Ellos adquieren obras que consideran «difíciles de entender, pero que están adelantadas a su tiempo, como en la mayoría de los buenos artistas», según Pérez-Jácome.

Premio ‘A’ a la Colección Privada Latinoamericana

Juan Vergez y Patricia Pearson son dos apasionados que llevan 35 años coleccionando arte. Lo que comenzó como su regalo de boda –un cuadro del uruguayo Juan Batlle Planas– es ahora un conjunto artístico que engloba obras de todo el mundo. Para este matrimonio, que relata cómo en sus familias no había una cultura del coleccionismo ni especial atención por el arte, ha sido todo un viaje, «como un niño que va descubriendo el mundo», asegura Pearson.

La pareja comenzó a conectar con autores latinoamericanos, y a varios de ellos han ayudado a saltar a la escena internacional. «Su arte es muy creativo, tiene mucha esencia», asegura Vergez, que también lo describe como «potente y visceral», aunque plantea que muchas veces surgen ciertas barreras que dificultan «la colocación de estos artistas en el mundo». Con esta idea en mente, han financiado proyectos como la obra del argentino Ernesto Ballesteros, ‘40 mil kilómetros de hilo confinados a un espacio de arte’, que representa visualmente el diámetro de la Tierra. También han apoyado el trabajo de la argentina Mariela Scalfati, que primero se instaló en su colección y más tarde se vendió a un comprador internacional.

Actualmente su conjunto pretende «involucrar al individuo», en palabras de Pearson, por lo que destacan piezas de Tomás Saraceno o Leandro Erlich. Muchas veces se trata de obras que necesitan de un lugar donde poder realizar instalaciones más ambiciosas. La idea de esto es poder «estar conectado con otro mundo más fantasioso, y con tu propio niño interno», valora la coleccionista. En esta búsqueda de nuevos lugares acabó viendo la luz Espacio Tacuarí, ubicado en el distrito de San Telmo, en Buenos Aires, que sirve como fundación y lugar de visita para muchas de sus obras.

Premio ‘A’ al Coleccionismo Joven

Alejandro Lázaro y Alejandra González empezaron su acercamiento al arte por curiosidad, asistiendo a exposiciones, museos y galerías. Él, del mundo de las finanzas, y ella, del marketing, empezaron a coleccionar fascinados por la idea de lo desconocido: «Ver algo que no entiendes, pero sabes que esa persona ha dedicado toda su vida a hacer ese tipo de obras, e intentar descifrarlo», sostiene Lázaro. González detalla que se enfrentan a piezas que en un primer momento no conocen, pero una parte de ellos se emociona al verlas.

La pareja comenta que, en sus inicios, en el año 2013, la colección se centraba en pintura centroeuropea. Luego pensaron que ello representaba un límite en su conjunto, y ahora apuestan por distintas obras de arte que no responden a una sola definición: «Hay en lo reunido una vertiente de pintura que tiende al existencialismo. Hay también bastante escultura latinoamericana y muchas obras con crítica social y política, que al final son las tres grandes áreas que nos ocupan», comenta Lázaro.

Ambos coleccionistas se sienten representados y unidos a los artistas de su generación, jóvenes que a través de su arte están «contando la historia que nosotros estamos viviendo, o comentando problemas actuales que nos son cercanos», explica Lázaro. Aunque su colección es amplia e involucra a varios autores de distintas generaciones, el matrimonio está dispuesto a apoyar la producción de emergentes, y consideran que ello es primordial hasta que el mercado pueda apoyar a estos creadores. «Nos sentimos un poco más comprometidos con los artistas de nuestra generación, pero no por eso dejamos de comprar a otros de otras generaciones», resalta el coleccionista.