CAMBIO DE TERCIO
Madre de todas las fantasías
Mi gran fantasía infantil siempre fue la de pasar una noche en El Corte Inglés
Mercedes cebrián
Imaginar qué ocurre en los lugares abiertos al público tras la hora del cierre es fascinante y sigue dando ideas a guionistas y narradores. Pienso en Cortázar y su relato 'La escuela de noche', donde la visita de unos alumnos a su colegio ... un sábado por la tarde resulta más perturbadora de lo que esperaban, y es que lo aberrante sucede siempre después de los horarios oficiales. En los museos también: la visita nocturna puede dar lugar a una comedia o a una película de terror.
Por eso, mi gran fantasía infantil siempre fue la de pasar una noche en El Corte Inglés. Acudir a cualquiera de sus sucursales es hacer patria: se fundó en 1940, así que no ha de faltarle mucho para convertirse en Patrimonio Histórico. ¿Qué ocurre en El Corte Inglés por la noche? ¿Alguien lo vigila? ¿El edificio se queda a oscuras? ¿Quién tiene la llave de las puertas?
A esta falta de ganasde correrías nocturnas se le suele llamar madurez
Estoy segura de que la fantasía infantil que muchos compartíamos era la de subir y bajar las escaleras mecánicas a toda mecha, tumbarnos en todos los colchones y no dejar títere con cabeza en la planta de juguetes. De adulta, ¿me seduce imaginar un encierro nocturno en el Corte Inglés? En principio sí, pero solo si siguen ahí los colchones, la sección gourmet, la de tecnología y la de menaje-hogar. Lo primero que haría sería buscar un plato de cerámica buena -de Sargadelos, por ejemplo-, para servirme ahí el jamón ibérico que sacaría de los sobres al vacío con ayuda de las tijeras de la sección de ferretería. Me sentaría en los muebles de jardín y a lo mejor vería un documental de animales en una pantalla de cientos de pulgadas.
Aunque, en el fondo, creo que echaría de menos mi cama y querría que amaneciera pronto para, nada más oír el sonido de la persiana metálica que sube, salir discretamente.
No sé yo si me alivia o me genera una nostalgia infinita no seguir conectada con mi fantasía infantil favorita. A esta falta de ganas de correrías nocturnas se le suele llamar madurez, y supongo que le tengo que dar la bienvenida, aunque mi impresión es que vamos a ser poco afines
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