El artista no es tu esclavo

Todo se impone por un modelo económico que la serie ‘La playlist’ (Netflix) explica con la creación de Spotify: la esclavitud del creador a manos de la caprichosa mayoría cuyos dedos controlan el clic. Y danos gracias, cerdo, exigen. Una tremenda bazofia ideológica que caló: la defendían aquellos supuestos izquierdistas de la cultura libre —pienso en un abogaducho que los defendía y que luego duró un estertor en Podemos— cuyo único fin era despojar a los autores de su dinero y derivarlo a unos pajeros informáticos. Eso cuenta el esencial ‘Conversaciones con Teddy Bautista’ (Efeeme).

Más allá de casos particulares, arrasa entre el personal el desprecio al artista. Se celebra lo más hediondo: al escritor, músico o cineasta esclavo. A ese mojón que masturba a sus seguidores por redes; a ese ‘paluego’ que replica una y otra vez lo ya firmado; a ese gorrioncillo que se instala en lo comercial. Necesitamos valientes —fracasos en lo económico, seguro- —que afronten la responsabilidad del artista: que abandonen este presente ansioso, servil, obsesionado por la pasta y la fama efímera y se conduzcan por aquella máxima del filósofo George Edward Moore: «un gran artista siempre está por delante de su tiempo, o detrás de él».