Entrevista
Chris Ware: «Ser infeliz, realmente, no tiene nada de malo»
Maestro del cómic
El historietista estadounidense, padre de Jimmy Corrigan, visita nuestro país para participar en el programa 'Documentos' del Museo Reina Sofía
Un hombre común, solitario y emocionalmente afectado
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Iniciar sesión'Jimmy Corrigan, el chico más listo del mundo' es uno de los cómics más importantes e influyentes de la historia, pero en su epílogo Chris Ware (Omaha, 1967) señaló que contenía «defectos horribles» y querría «haber hecho un mejor trabajo o, mejor ... aún, quizá nunca haber abierto el tintero». Treinta años después, ¿es más amable con la obra?
-Siempre me siento así. Es una especie de respuesta humana estándar, incluso en cualquier conversación, quizá con un camarero o en el supermercado, piensas: 'Oh, podría haberlo hecho mejor', 'debería haber sido más amable', 'debería haber dicho esto' o 'habría sido más divertido si hubiera hecho esta broma' o algo así. Es natural intentar volver atrás y editar lo que sucedió, y el arte nos permite hacerlo a un ritmo mucho más lento y elegante con nuestras propias expectativas. Pero no siempre cumplimos esas expectativas. Yo era muy joven cuando comencé con Jimmy Corrigan. Estaba confundido y, en cierto modo, refleja eso, supongo. La vida está llena de arrepentimientos. De hecho, así es la vida, una especie de acumulación de arrepentimientos y expectativas insatisfechas, pero también de momentos felices y sorpresas.
Pongamos contexto. En el año 93 Chris Ware inició una serie de tiras semanales cómicas en 'New City', un periódico «tolerante e indulgente» de Chicago, un ejercicio de improvisación veraniego para trabajar «algunos problemas bochornosos de autoconfianza y de autenticidad emocional» y que derivó en un tomo definitivo de Jimmy Corrigan (su 'alter ego') en el año 2000.
Se trata de un tebeo semiautobiográfico de ficción. Ware llevaba toda la vida evitando el contacto con su padre ausente, y pensó que cuando terminara la obra «estaría más preparado para encontrarme con la persona de carne y hueso y poder seguir adelante con mi vida». Quería entregarle el cómic, vaya. Finalmente, apenas le conoció y no pudo dárselo porque murió muy poco antes de un ataque al corazón. «Las cuatro o cinco horas que se tarda en leer Jimmy Corrigan son casi el mismo tiempo que pasé con mi padre, en persona y por teléfono», escribió Ware.
En 2001, el huérfano Corrigan fue elegido el mejor libro (a secas) del año para 'The Guardian' y recibió el American Book Award, un hito en la aceptación crítica del cómic. Después, vendría el solitario Rusty Brown o el triste ratón Quimby, un universo formal prodigioso para expandir un agujero 'azuloscurocasinegro' de melancolía. Este 10 y 11 de octubre visita el Museo Reina Sofía, con encuentros y charlas sobre su trabajo.
-¿Esa autoexigencia extrema le ayudó o le paralizó en su carrera?
-Hago todo lo que puedo por evitar dibujar hasta que tengo que, simplemente, sentarme y hacerlo, porque todavía lo encuentro bastante desafiante psicológicamente y escucho muchísimas voces en mi mente diciéndome lo inadecuado, carente de talento y tonto que soy. Envidio muchísimo a los escritores que se sienten confiados y no experimentan estas cosas. Pero está bien, así soy.
-¿El peor miedo del mundo es que no te quiera tu padre?
-La generación de los 'baby boomers', al menos en Estados Unidos, especialmente de hombres posteriores a la Segunda Guerra Mundial, se sentían constreñidos por el matrimonio y las responsabilidades de los hijos. Me he vuelto un poco caritativo con ellos a medida que me he hecho mayor, pero, aún así, siento que nunca crecieron. De hecho, el padre de mi esposa murió esta semana y ella tuvo la misma experiencia que yo, sin llegar a conocerlo excepto cuando era muy pequeña y, luego, volver a familiarizarse con él de adulta. Mi hija tiene 18 años. Cómo sería no conocer a tu propio hijo es una de las cosas más horribles que podría imaginar. Entonces, lo siento mucho y estoy triste por esos padres quienes, ya sea por elección o por circunstancias, no pudieron conocer a sus propios hijos. Cualquier frustración o ira que pueda sentir palidecen en comparación a su horrible experiencia.
-¿Aún considera que el cómic está pasado de moda?
-Es difícil decir. A veces parece que las novelas gráficas son lo que lee todo el mundo. De vez en cuando escucho: 'Oh, es el único segmento editorial que está creciendo…' y sospecho. Simplemente, me parece que la gente lee cada vez menos. En Estados Unidos, las novelas gráficas y los cómics se confunden inextricablemente con los superhéroes y la cultura popular. No hay manera de liberarse de esa relación, mientras que en Europa existe una clara demarcación entre los cómics más intencionalmente sofisticados y los cómics destinados a niños. No puedo decir si estamos de moda o pasados de moda. ¿Qué diferencia hay? Realmente, no quisiera estarlo, prefiero estar pasado de moda que a la moda, eso es seguro. Así es mucho más fácil hacer tu trabajo y ser honesto contigo mismo.
-Los superhéroes se aglomeran en los cines, algo que no ocurre tanto con el tebeo independiente. ¿Por qué?
-Hay una variedad de explicaciones en las que podría profundizar y que probablemente ni siquiera sean ciertas. Pero los libros de Daniel Clowes han sido adaptados en tres películas. Adrian Tomine ha tenido dos, una de las cuales la escribió él mismo. Las adaptaciones de superhéroes están financiadas por grandes corporaciones. Supongo que juegan con un sentido muy potente de nostalgia estadounidense en mi propia generación por los cómics de los años 70 que coleccionábamos. Lo que es frustrante es que, cuando era niño, se burlaban de mí e incluso me atacaban por leer estos cómics de superhéroes porque no estaba bien. Sin embargo, ahora forma parte de la cultura dominante que van a ver los críticos de cine y los adultos respetables. Así que uno siente engañado. Aunque, sinceramente, ni siquiera quiero ver estas películas. Creo que es un poco vergonzoso que los adultos vayan a verlas y parece indicar algo del carácter americano que tal vez no esté resuelto. Tal vez todo es parte de una campaña de relaciones públicas, junto a los videojuegos, para que la gente siga inscribiéndose en el ejército. Te dije que tengo todo tipo de teorías injustificadas...
-«Intenta no ser superficial». ¿Es una regla que distingue al arte del producto?
-Sí. Es la responsabilidad de cualquier artista, tratar de llegar a lo que realmente se siente al estar vivo. Y me llevó mucho tiempo descubrir cómo hacer eso en los cómics, porque me di cuenta de que estaba usando muchos de los enfoques de los cómics de superhéroes que leía de niño. Utilizaba muchos signos de exclamación, no estaba prestando atención a cómo los personajes se movían entre una viñeta y otra, así que tuve que parar, reiniciar y descubrir cómo convertir el lenguaje de los cómics en algo que parezca una experiencia real. Las obras de Tolstói me fueron útiles en este sentido. La forma en que ordena la prosa y presta atención a cómo se mueven las personas me ayudó a entender y ver cómo tratar de hacer eso en una serie de imágenes para que, cuando las lean, se sientan auténticas.
-¿Le preocupan los estragos de la IA en su gremio?
-Por el momento, no. Imita pero ni de lejos es capaz de hacer lo que he intentado describir antes, que es capturar el ritmo de la vida en una serie de imágenes en papel. Podría ser una especie de versión ilustrada poco convincente igual que muchos cómics son una versión ilustrada poco convincente, pero el sentido de existencia y de experiencia de la vida desde dentro de un cuerpo que todo gran caricaturista, de alguna manera, logra plasmar en la página, donde realmente sientes una experiencia a través de la mano, la mente y el corazón del artista, no creo que esté ni cerca de ser abordado por la IA. Tal vez algún día, ¿y qué? Entonces, tal vez sea más interesante. No sé. Cuando exploras toda la historia del arte y la escritura y lo haces con un poder computacional que es millones de veces mayor que una mente humana, sucederá. No es diferente de lo que hace cualquier artista, que intenta aprender y ver lo que otros artistas han hecho e inconscientemente absorber su influencia e incorporar su enfoque de la misma manera que con el lenguaje. Todos usamos palabras que alguien antes pensó. Muy raramente usamos una palabra que hemos inventado nosotros mismos. Así que creo que el lenguaje es en sí una especie de IA.
-¿Ha estado en España? ¿Le gusta algún artista concreto?
-He estado un par de veces. Uno de mis artistas favoritos vive en Madrid, Félix de la Concha. Un pintor increíble. Y podría también decir a todos esos tipos muertos: Picasso, Juan Gris, El Greco…
-Leí por ahí que utiliza técnicas narrativas basadas en las teorías de la Gestalt. ¿Eso es así?
No uso ninguna teoría. Quiero decir, aparte de mis propias ideas locas o simplemente sentarme y pensar: ¿qué es lo que se me está metiendo, de verdad, en la piel? Todo es una reacción a la vida misma. Creo que lo peor que puedes hacer como artista es aplicar una teoría, un sistema o una idea, especialmente de carácter psicológico, porque inmediatamente estás encerrando y limitando el trabajo. Quiero decir, obviamente vas a trabajar dentro de un tipo particular de sistema por razones de coherencia, pero siempre debes intentar socavar eso. Siempre que estoy con una historia y de repente me parece que sé de qué se trata la historia, ahí es cuando voy a ir a arruinarla por completo. De modo que, una vez más, no sé sobre qué estoy escribiendo porque de lo contrario no me interesa y me imagino que no tendría ningún interés. Dicho lo cual, siempre asumo que el lector es mucho más inteligente que yo de todos modos.
-Kafka, Beckett, Joyce… ¿Siente alguna conexión con ellos?
-Claro. Joyce es, con diferencia, mi escritor favorito. Siempre voy y vengo entre 'Ulises' y 'Anna Karenina' como el mejor libro jamás escrito. Creo que Joyce era un genio que fue capaz de desmantelar el lenguaje y volver a armarlo de tal manera que leyendo lo que parecían fonemas sin sentido en una página, de repente, una imagen se fusiona en tu mente y ni siquiera estás seguro de cómo llegó allí. Tenía la clave de la memoria humana y de cómo se construía el lenguaje como ningún otro escritor se ha acercado siquiera a comprender. No puedo pensar en ningún otro escritor que profundice hasta el nivel más básico de lo que es el lenguaje. Es una inspiración, aunque ni cerca he estado. Los cómics son en el fondo un arte de la memoria. Creo que Joyce a menudo, y por supuesto Kafka y Beckett, que he leído a toneladas, capturan el sentido de lo que podríamos llamar 'desolación', una muestra honesta de lo que realmente es estar vivo en nuestro planeta en una parte cualquiera de una galaxia en el medio de una inconcebible nada, y eso está bastante bien capturado en su prosa. Y no es necesariamente deprimente.
-La revista 'Fortune' rechazó una portada, que le encargaron, por satirizar el capitalismo. En su carrera toca temas como la soledad, la alienación, la incomprensión o la sensación de inseguridad. ¿El capitalismo le facilita el trabajo?
-No… En realidad, es una buena pregunta porque nunca he vivido bajo ningún otro sistema que no sea el capitalismo. Entonces, no puedo... Quiero decir, puedo ver, por ejemplo en fotografías de la Rusia soviética, verdadera desesperación en los rostros de las personas que vivían allí en los años 60, 70 o 50 o lo que sea. Y en su propio país podría ser lo mismo. No sé. Puedo imaginarlo, pero nunca lo he experimentado. Así que creo que tal vez la inclinación humana natural sea hacia una especie de insatisfacción. Pero en Estados Unidos, donde realmente hemos tenido tantas de nuestras necesidades satisfechas, sentirnos tan insatisfechos todo el tiempo me parece un poco poco ético, si no irresponsable, especialmente porque hemos extraído tantos recursos del planeta en nuestro propio interés, algo por lo que me siento avergonzado y me disculpo. No sé de qué otra manera responder.
-Sus personajes fantasean con otras vidas. ¿Qué es para usted la infelicidad?
-Pasamos gran parte de nuestra vida adulta lamentándonos de lo que hemos dicho o anticipando lo que sucederá. Rara vez vez apreciamos lo que está sucediendo ahora mismo. De hecho, a menudo me ocurre en vacaciones que estoy muy ansioso y no necesariamente infeliz, pero tampoco feliz. Pero una vez que llego a casa, pienso: 'Oh, eso fue muy divertido'. Lo pasé bien. Es natural. Creo que, en realidad, ser infeliz es una especie de estándar. Realmente, no tiene nada de malo. Es un poco demente pensar que deberíamos ser felices todo el tiempo. La felicidad es un acontecimiento muy raro y debe considerarse como tal. Si fueras feliz todo el tiempo, creo que te volverías loco. Sería como ir de fentanilo todo el tiempo.
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