La mejor artillería

Al comprar una hoja de sellos de correos, la vendedora se lamenta: «¡Son tan pocos, ya, los que compran sellos para cartas!».

Recuerdo yo las cartas, escritas a mano, de mis maestros: la clarísima letra de Rafael Lapesa y Manuel Seco, que podía ir directa a la imprenta; los rasgos nerviosos de Dámaso Alonso y Américo Castro…

Dedicó Pedro Salinas un precioso ensayo a la 'Defensa de la carta misiva y de la correspondencia epistolar'. Consideraba un signo de la actual barbarie este anuncio: «No escribais cartas, poned telegramas». No llegó a conocer las fórmulas repetidas en 'emails', chats, redes sociales… Las hubiera incluido en las tristes 'epístolas en conserva, bote o lata'.

Recordaba Salinas al muy sabio Erasmo: «La carta a los amigos ausentes es como una mutua charla». Para John Donne, «las cartas unen las almas más que los besos». Nuestro Lope conocía su utilidad: «Que era de amor un papel / la mejor artillería». Y Vermeer resumía su arte con un interior doméstico, donde una dama pensativa lee o escribe una carta…

No concebía Salinas un mundo donde las almas que sufren soledad, distancia o ausencia no tengan el consuelo de recibir una carta. Ese mundo ya existe: es el nuestro. ¿Podemos hacer algo? No es tan difícil: coja un bolígrafo, una hoja de papel y un sobre, escriba una carta a alguien al que quiere. Si lo hace, el mundo será un poco mejor.