Juan Mayorga: «El teatro es el arte del futuro; su capacidad es extraordinaria, y no es derrotable»
El dramaturgo y Alfredo Sanzol reflexionan sobre el papel del teatro en nuestra sociedad y sobre su responsabilidad como dramaturgos y gestores
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónJuan Mayorga (1965) y Alfredo Sanzol (1972) no parecen sentirse cómodos posando para las cámaras; cuesta arrancarles una sonrisa, aunque hacen disciplinadamente todo lo que se les pide. Una vez liberados del 'yugo' audiovisual, los dos dramaturgos se sacuden con el instrumento que mejor dominan, ... la palabra. Juan Mayorga dirige desde hace unas semanas el Teatro de La Abadía y Alfredo Sanzol lleva poco más de dos años al frente del Centro Dramático Nacional; no les hacía falta ocupar estos cargos para ser dos de las más incisivas puntas de lanza de la escena española, pero ahora a su condición de creadores añaden su papel -absolutamente distinto- de gestores de dos instituciones que marcan el paso de nuestro teatro público.
Noticias relacionadas
El primer acto de esta conversación nos lleva a Pamplona. Allí vivía en los primeros años noventa del siglo pasado Alfredo Sanzol. «Yo tenía veinte años y vi en el Teatro Gayarre 'La clase muerta' de Tadeusz Kantor; aquello me cambió la vida para siempre y decidí que solo quería hacer teatro». «¡Qué recuerdo tan bonito! -se admira Mayorga-; Peter Brook dijo que Kantor había cambiado la historia del teatro, aunque es muy llamativo que gente de la cultura que, por supuesto, sabe quién es Picasso o quién es Henry Miller, desconozca a Kantor». El académico recuerda que hace treinta años, cuando la cabecera de ABC Cultural vio la luz, ya había escrito algunas piezas teatrales, aunque se ganaba la vida como profesor de matemáticas. «Trabajaba en Alcalá de Henares y me levantaba a las seis para evitar los atascos de la carretera de Barcelona y entrar a las ocho». Ya estaba, confiesa, «envenenado de teatro», y por las tardes «escribía y veía mucho teatro; pero en absoluto pensaba que un día me dedicaría a esto o que una obra mía se pusiera en escena».
Por aquellos años, recuerda Alfredo Sanzol, «las compañías catalanas eran un referente importantísimo: Joglars, Comediants, Dagoll Dagom... Lo que se hacía en el Centro Dramático Nacional o en la Compañía Nacional de Teatro Clásico era muy relevante. Añora, eso sí, el movimiento escénico en Andalucía, «que -ironiza- han ido cargándose con tesón en estos años». Me acuerdo también de la revista 'El público', que para mí era 'la revista de la fantasía', Todavía guardo números de entonces con unas fotografías que me hacían soñar con el panorama teatral español».
'Pequeña guerra civil'
Dibuja también Alfredo Sanzol el recuerdo de una 'pequeña guerra civil en la profesión teatral'. «Había un gran conflicto entre los artistas que habían vivido un teatro durante el franquismo y toda la generación que usó la escena como arma política y de protesta; entre las compañías que habían surgido durante la transición y reclamaban un discurso político más combativo, más comprometido, y lo que se llamaba 'el teatro de Madrid', compañías profesionales, con grandes nombres y largas giras, que ofrecían espectáculos 'profesionales' que a mí me parecían de otros tiempos. Recuerdo expresiones como 'dice muy bien el texto'. A aquellos artistas les preocupaba su honorabilidad y recuperar una dignidad que la sociedad franquista le había quitado. Para mí el teatro y la cultura estaban asociados con la transgresión, el 'punk', lo antisistema, el pop; con crear nuevas formas. No entendía esa parte del teatro que quería parecerse a la burguesía franquista represora. El caos que vivía el mundo del teatro era reflejo absoluto de lo que pasaba en la sociedad española».
Alfredo Sanzol: 174Para mí el teatro y la cultura estaban asociados con la transgresión, el ‘punk’, lo antisistema, el pop; con crear nuevas formas. No entendía esa parte del teatro que quería parecerse a la burguesía franquista represora 175
«Es interesante lo que dices -tercia Mayorga-; primero por que eres más joven que yo y, además, porque lo veías desde la periferia». «¡Claro! -interrumpe Sanzol-; los recuerdos que tenéis los que estabáis en Madrid no tienen nada que ver con los que teníamos los de fuera».
Dramaturgia contemporánea
El primer acto se acerca a su fin, y es Juan Mayorga quien dice su monólogo final. «Uno de los rasgos sobresalientes que diferencian la situación actual respecto de la de hace treinta años es el lugar de la dramaturgia contemporánea, de los autores. Puede parecer poco significativo, pero nosotros, dos dramaturgos, tenemos ahora la responsabilidad y la ilusión de dirigir dos teatros: el Centro Dramático Nacional y el Teatro de La Abadía, respectivamente. Como era muy difícil que un texto de un dramaturgo contemporáneo se representase con dignidad. Cuando yo empecé era muy difícil para un dramaturgo abrirse camino y había muchos diagnósticos pesimistas en torno a eso. Si te atribuían cierta capacidad, te decían que la desviases hacia la novela o hacia el mundo del cine. Esto creo que es algo importante: la programación del CDN en los últimos años se nutre en muy buena medida de autores españoles contemporáneos, y también se da, tal vez en menor medida, en otros teatros del país. El público se ha encontrado con la dramaturgia; con personas que comparten el mismo aire, las mismas preocupaciones, las mismas esperanzas y también las mismas pesadillas. Creo que hay que subrayarlo. También tuvieron una gran importancia para nosotros instituciones como el Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas, que dirigió Guillermo Heras, o los festivales, en particular el Festival de Otoño, en el que pudimos conocer a grandes creadores que sin duda nos contaminaron y nos contagiaron. Ha habido una gran sacudida. Y si entonces había diagnósticos pesimistas en torno al teatro, no soy un ingenuo si digo que el teatro es el arte del futuro, que tiene una capacidad extraordinaria y que no es derrotable».
Segundo acto
Cae el telón. El segundo acto vuelve a nuestros días, y un doloroso rumor de misiles, carros de combate, armas de fuego y, sobre todo, de caos, muerte y desesperación. El teatro, que siempre camina al paso de su sociedad, no puede permanecer ajeno a la situación creada tras la invasión de Ucrania. ¿Qué tiene que ofrecer en estos momentos?
Toma la palabra Alfredo Sanzol. «Desde que estalló la guerra me he tenido que hacer esa pregunta; estaba escribiendo una obra y la guerra me ha sacado completamente del eje, del mundo imaginario y de fantasía que yo estaba construyendo. Ha desplazado totalmente ese eje desde un punto de vista emocional. No dejo de pensar de qué manera mi literatura o mi trabajo como autor o director puede hacer algo, y he llegado a la conclusión de que lo que mejor sé hacer es crear ficción en la que el humor se opone a la violencia, lucha contra ella o la destapa. El humor es una herramienta de resiliencia y de reacción. Esta lucha contra la violencia produce liberación de tensión, que a su vez produce risa. Y escribiría especialmente para la comunidad ucraniana, para que pueda vengarse de las emociones terribles que le produce esta guerra. El teatro es el arte de la comunidad, de la asamblea. Es un arte que nos exige una respuesta específica ante cada nuevo conflicto. Los que hacemos teatro no podemos dar la espalda a una serie de emociones y de cuestiones irracionales».
Arte contra la barbarie
Interviene Juan Mayorga. «Estamos asistiendo a una exhibición terrible de barbarie, de caza del ser humano. Y debemos hacer un arte que no pueda ser utilizado por la barbarie, que no la sirva en ninguna medida ni sirva para atacar a la dignidad que merece cada ser humano. Al contrario. Habría que hacer un teatro que ayude al ser humano a resistir. Yo intento en mi teatro convocar cuatro fuerzas -que están en el teatro que amo-: la acción, la emoción, la poesía y el pensamiento, la acción es el nervio del hecho teatral; y cuando aparecen la emoción, la poesía y el pensamiento, se convierten en armas contra la barbarie».
Juan Mayorga: «Estamos asistiendo a una exhibición terrible de barbarie, de caza del ser humano. Y debemos hacer un arte que no pueda ser utilizado por la barbarie, que no la sirva en ninguna medida ni sirva para atacar a la dignidad que merece cada ser humano. Al contrario. Habría que hacer un teatro que ayude al ser humano a resistir»
¿Y el humor? «Creo -sigue Mayorga- que el humor es una forma de pensamiento y, desde luego, una forma de resistir. Si hay algo que comparten todos los bárbaros -Hitler, Stalin, ahora Putin- es su absoluta carencia de sentido del humor». Y siempre, en el horizonte, la belleza. «Jorge Semprún -relata el académico- escribió que él recitaba a los presos moribundos fragmentos que recordaba de la 'Divina Comedia', porque de ese modo ese moribundo no moría como un mero cuerpo -significativamente, los nazis llamaban 'material' a los cuerpos de sus víctimas-, sino que lo hacía con dignidad. Estaba por un momento cerca de la belleza, de la dignidad que le ofrecían esos versos de Dante pronunciados. Hay que convertir los teatros en lugares atravesados por la belleza, por la dignidad, por el reconocimiento de que el otro merece libertad y respeto. Eso ya es una forma de combate».
'Inutilidad' del arte
Oscuro. Tras un silencio, la escena cambia. ¿Se siente alguna vez el dramaturgo impotente o inútil en este mundo tan utilitarista? «Es importante ser consciente de cuáles son los objetivos que uno tiene a la hora de crear una ficción -reflexiona Sanzol-. Desde luego, no creo que a través de ella se pueda cambiar el mundo y lograr lo que un ejército de 200.000 soldados. Lo que sí que podemos hacer es contribuir a la creación de un estado emocional y de un imaginario. Tienen unos resultados mucho más a largo plazo; tanto que si lo que hacemos tiene algún sentido, probablemente no veremos nosotros sus resultados. El calado de las ficciones en las sociedades se produce de una manera muy lenta, pero también de una manera inexorable; las ficciones transforman a las sociedades. En ese sentido, más que utilidad o inutilidad lo que siento es responsabilidad. La he tenido incluso cuando no tenía por qué tenerla, cuando era más libre y podía hacer lo que quisiera. Un día descubrí que mi mayor responsabilidad es crear las condiciones que me permitan eliminar los obstáculos -prejuicios, presiones sociales, deberes...- para realmente producir una ficción en unas condiciones en las que el inconsciente se desarrolle con toda plenitud. Es decir, cuanto más irresponsable soy, más responsable soy con mi trabajo».
Recoge el guante Juan Mayorga. «Si todavía tiene algún valor la palabra compromiso. el nuestro ha de ser, ante todo, con el ser humano, con su fragilidad, su emocionante vulnerabilidad. Yo me siento a menudo impotente, pero me digo una y otra vez que no hay nada más reaccionario que el fatalismo y que éste nos conduce a la inacción. Y, pese a todo, hay que resistir. Si algún valor político tiene nuestro trabajo es el de ayudar a los otros -también a nosotros mismos- a combatir dos fuerzas que en realidad son caras de la misma moneda: el autoritarismo y la docilidad; todos tenemos una propensión a sacar los tanques, a invadir al otro, a imponernos sobre él frente a la necesaria hospitalidad, a la necesaria escucha del otro».
Gestores / creadores
La escena, íntimamente iluminada, se va clareando. Mayorga y Sanzol cambian su traje de dramaturgos por el de gestores. «Es importante -dice el director del Centro Dramático Nacional- poder consolidar la dramaturgia contemporánea española, que a lo largo de estos años ha ido aumentando en número y también en calidad; de hecho, no existe la calidad sin la cantidad. En este momento, todo el esfuerzo que estamos haciendo consiste en canalizar y poner las estructuras del CDN al servicio de estos creadores, cada uno de ellos con un discurso propio; hay muchísimos temas que están que se están tocando. Una parte del trabajo hay que hacerlo de una manera intuitiva (lo intuitivo es la suma de experiencias y conocimientos que uno tiene sin acabar de organizar). Creo que era Mark Twain el que decía que, en caso de hundimiento de un barco, se fiaría más de la intuición del capitán que de la intuición de un niño de seis años». El repertorio, reconoce por otro lado Sanzol, «es esencial. Sin él, nosotros no existiríamos; pero ahora, dentro de nuestra programación, está jugando un papel mucho menor porque las condiciones sociales y el momento histórico demandan una presencia de los dramaturgos que nunca habían tenido. Se ve en el público; con respecto a 2019 y 2020, estamos aumentando más de un 70 por ciento la presencia de público de menos de 30 años».
Juan Mayorga: « si todavía tiene algún valor la palabra compromiso. el nuestro ha de ser, ante todo, con el ser humano, con su fragilidad, su emocionante vulnerabilidad. Yo me siento a menudo impotente, pero me digo una y otra vez que no hay nada más reaccionario que el fatalismo y que éste nos conduce a la inacción»
Mayorga se asoma tímidamente; hace apenas un mes que ha sido nombrado director de La Abadía «He de ser capaz de ser tan hospitalario como sea posible a distintos lenguajes. Dirigir un teatro es algo maravilloso, es nada menos que dirigir un lugar donde la gente se reúne. Y tras convocar a esa gente has de conseguir que vuelva. Lo harán si les pasan cosas importantes. He de estar muy atento, primero, a la gente que hace teatro, y además a la calle, no para obedecer y satisfacer sus deseos, sino para trabajar atento a sus preocupaciones, a sus preguntas -incluso a las que no se hacen-. El panorama español es muy rico, pero no debemos caer en la satisfacción; ¿cuántos dramaturgos interesantes europeos o latinoamericanos no conocemos? Hay que estar muy atentos. Pero, con todo, un espectador en una ciudad como Madrid tiene una oferta muy rica, que me hace pensar en una historia judía que me gusta mucho. Es la historia de un náufrago que se encuentra en una isla desierta, y cuando le rescatan se descubre que ha construido tres sinagogas. Le preguntan que por qué tres, y contesta: una es a la que voy, otra es a la que no voy y la tercera es a la que no iría jamás. Eso es un sistema teatral rico: un teatro al que voy, otro al que no voy y un tercero al que no iría jamás. El rechazo es, también, parte de la representación».
Oscuro final. Telón.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete