ARTE
Picasso, más ibero que ‘La dama de Elche’
El Centro Botín de Santander, en colaboración con el Musée National Picasso-Paris, expone y documenta en una exquisita y completa muestra el origen del Cubismo picassiano en los iberos
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Iniciar sesiónPuede que nada dé más pereza que acometer por enésima vez un texto, una crítica, sobre una exposición que recree el universo ‘picassiano’ . Sobre el pintor malagueño, que goza del estatus inamovible de genio entre los genios -ni un huracán con ... nombre de mujer le movería de su pedestal -, se ha escrito mucho y se ha expuesto aún más (demasiado) en cualquiera de los confines de la tierra; en sala grande y en espacio pequeño; en museo de campanillas y en modesto centro cultural. Picasso devino hace mucho tiempo en una marca de éxito y de público , pero también de fracaso si nada nuevo se aporta a su figura, a su extensa obra y a esos estudios que ocupan baldas y baldas en las bibliotecas.
Concluyo este preámbulo, necesario, para proseguir con la justa valoración de la muestra que acaba de inaugurar el Centro Botín de Santander , ‘Picasso Ibero’ . A esta solo se la puede calificar con una palabra: excelente. Ni recala ni se recrea en lo manido de Picasso, las lecturas ‘ad hoc’. Siento desvelar tan pronto el diagnóstico, pero estimo que es de justicia hacia la institución que organiza una muestra de tal relevancia en estos tiempos tan difíciles por la complejidad de los préstamos, el viaje de las obras… Y otras tantas adversidades. Paso a desgranar las claves que hacen que esta cita sea única.
¿QUIÉN SE ACORDABA DE LOS IBEROS? A Picasso y al cubismo que él pone en pie desde el día en que pinta ‘Las señoritas de Avignon’ siempre se le ha asociado con el primitivismo en una acepción bastante extensa. En el mismo saco se podía meter el arte de África, de Oceanía y de las más remotas culturas y geografías, pero apenas se había centrado el objetivo en el mundo de los Iberos, cuyos dominios son casi exclusivos del territorio español. Lo curioso, y admirable, es que desde el momento en que el espectador pone un pie en estas salas y se da el primer paseo descubre que la tesis planteada resulta de una luminosa obviedad. Mérito absoluto de quienes han ideado el montaje y la selección.
Basta con comparar cualquiera de los valiosos exvotos, bustos, miniaturas, expuestos con los cuadros y esculturas del artista e identificar en qué formas y detalles se inspiró para, por ejemplo, pintar el famoso retrato de Gertrude Stein (1905-1906), que no está presente en Santander, o su bien conocido autorretrato del otoño de 1906, que sí podemos disfrutar aquí. Si proseguimos la andadura, mentalmente llegamos hasta ese cuadro que corta la cinta inaugural del Cubismo, ‘Las Señoritas de Avignon’ (1907), y que el MoMA atesora con siete candados . Los grandes ojos, los rasgos pronunciados de nariz y orejas, de pómulos… tienen origen en la cultura que habitó el sur de la Península en los siglos III-II a. C. No cabe duda alguna, y Picasso recrea esas líneas maestras hasta la extenuación, como se ilustra en todas y cada una de las obras, de gran o pequeño tamaño, en cuadernos, en hojas sueltas, que se han reunido en el Centro Botín.
No hay duda: Picasso recrea las líneas maestras del arte ibero hasta la extenuación
Picasso descubrió el arte ibero casi a la par que el resto del mundo (a finales del siglo XIX ven la luz importantes yacimientos en el sur de España y el Museo del Louvre empieza a exponer restos arqueológicos de esta cultura) y le fascinó hasta tal punto que se cuenta la anécdota de cómo compró dos cabezas iberas por cincuenta francos a un ‘amigo’ de Apollinaire , el aventurero belga Honoré-Joseph Géry Pieret , quien, a su vez, las había robado del Louvre.
Picasso las mantuvo ocultas en un armario hasta que decidió entregarlas al periódico ‘Paris-Journal’, no sin antes estar tentado de tirarlas al Sena y así deshacerse de toda prueba inculpatoria. Al final, Apollinaire asumió la responsabilidad y acabó en la cárcel. De aquel ‘sacrificio’ por su amigo Picasso y de su experiencia penitenciaria nació el poema ‘À la Santé’ . Pero esa es otra historia. Las cabezas robadas antaño ahora acompañan el brillante discurso de esta muestra encerradas en una hornacina como testigos mudos del origen del cubismo picassiano.
Y EL MAESTRO SE ESFUMÓ. Si todo lo anterior resulta un relato fascinante y nunca antes argumentado en una exposición sobre el artista malagueño, aún hay un detalle más sorprendente: conseguir que en un recorrido que versa sobre el genio de Picasso, ese genio desaparezca, que la arrolladora personalidad de su arte a veces se esfume y los Iberos emerjan como los grandes protagonistas de esta cita. Los actores secundarios pasan a primer plano y el actor principal se refugia en las discretas sombras, observa agazapado en un rincón.
Demostrar el porqué y el cómo Picasso llegó a la cultura ibera y la hizo suya en la etapa experimental que arranca a comienzos del siglo XX con el cubismo tiene un mérito sobresaliente, como se argumenta pieza a pieza, pero descubrir los rasgos fundamentales de aquel pueblo que habitó la Península en la Antigüedad, y al que apenas asociamos con ‘La Dama de Elche’ , merece una atención muy especial. Tanto o más que la que siempre ha atraído el gigante Picasso.
SI LAS ESCULTURAS HABLARAN… Entre las valiosas obras que componen esta muestra, voy a tomar como ejemplo y broche final una cabeza que Picasso esculpió en piedra en 1907 , justo en la época en la que convivió en su estudio parisino con los bustos robados por Géry Pieret . Una escultura que apenas cabe en una mano, que casi parece ibera (hay que leer la cartela para distinguirla), y que nos acerca en toda su dimensión a ese joven artista que se devana los sesos buscando entre sus orígenes los caminos por los que habrá de transitar una de las mayores revoluciones que ha dado el arte de todos los tiempos: el Cubismo.
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