DARÁN QUE HABLAR
María Rosa Aránega: «Los gobiernos ignoran que divulgar los derechos humanos va de la mano de hacer memoria»
El dibujo puede destilar dolor. O puede ayudar a sanar determinadas heridas. Con esta doble misión lo utiliza la andaluza María Rosa Aránega, comprometida con nuestro pasado y su dimensión política en el presente. Ella dará que hablar
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Iniciar sesiónNombre completo: María Rosa Aránega Navarro. Lugar y fecha de nacimiento: Almería, 6 de diciembre de 1995. Residencia actual: Cúllar (Granada). Formación: Grado en Bellas Artes por la Universidad de Granada y Máster en Cultura de Paz, Conflictos y ... Derechos Humanos por la Universidad de Córdoba . Ocupación actual: Doctoranda y artista plástica.
Qué le interesa. Me interesa todo lo que tiene que ver con la violencia política, cómo se recuerda, cómo entra en los hogares y en el folklore, cómo se elabora en la historiografía y en la intrahistoria, y cuál es la posición de las generaciones que no la hemos vivido directamente, sino a las que se nos ha transmitido. Es lo que se denomina “posmemoria”.
Por suerte o desgracia, España es un campo de estudio enorme en esto y, para mí, es adictivo indagar en todo lo que tiene que ver con la Guerra Civil Española y la dictadura franquista. Creo que la clave de este proceso es no comenzarlo con ninguna pretensión artística. No me canso de bucear por archivos fotográficos, álbumes familiares, documentos, diarios, compilo material audiovisual y testimonios directos o indirectos (a través de nietos o nietas) mediante entrevistas en un intento de mapear las memorias individuales del pasado reciente español, difuminar los límites entre lo personal y lo social, lo individual y lo colectivo, lo familiar y lo histórico. Además, comprender el periodo de violencia política más importante y reciente de España me ayuda a comprender también a las víctimas de conflictos de otros países.
Y, a todo esto, me fascina todo lo que tiene que ver con el dibujo, todas sus cualidades estéticas, pero también políticas. Su sobriedad, su valor testimonial para poner en circulación relatos alternativos sobre la memoria traumática. El dibujo me permite extraer imágenes olvidadas de los archivos y resignificar la conexión al pasado, contextualizar lo que sucedió y armar nuevos sentidos fuera de su tiempo. Materializar a través del papel y el grafito me ayuda a blindar el pasado como un campo de posicionamiento.
De dónde viene. Hasta ahora he tenido la grandísima suerte de exponer individualmente en Espacio Lavadero y el Centro Andaluz de la Fotografía de la mano de Miguel Moreno Carretero y Rafael Doctor, respectivamente, de los que siempre me acordaré por la oportunidad que me dieron siendo tan joven. También tuve una individual en el Centre del Carme y en el Centro Federico García Lorca para FACBA21. Esta última exposición, 'Tierra que la multitud invade', la recuerdo con mucha satisfacción. El proyecto versaba sobre las modificaciones urbanas hechas durante el franquismo en Granada y me nació hacer una especie de documental. Debido al covid tuve que recoger los testimonios protagonistas del vídeo de forma escrita a través de Whatsapp y Facebook. Después, la voz de esos relatos la encarné yo y otros jóvenes de mi generación. También me ha marcado muchísimo mi paso por la beca alRaso y la Fundación Antonio Gala .
Supo que se dedicaría al arte… He tenido varios puntos de inflexión. Comencé a dibujar a los 6 años. Con 8 me mudé a donde vivo actualmente, No fue nada fácil, y la soledad extrema en la que estuve durante ya toda mi infancia y parte de mi adolescencia me hizo dibujar y dejar registro de cómo me sentía de una forma obsesiva. Luego entré en el grado de Bellas Artes, pero, una vez dentro, me enfoqué muchísimo más en movimientos activistas y antifascistas. Con la entrada en vigor de la Ley Mordaza, me alejé de todo aquello y volqué la rabia de una manera que no pusiera tan en riesgo la economía de mi familia.
Sentía la necesidad de encontrar una voz endémica, algo de lo que pudiera hablar de forma única yo y no una persona de cualquier otro lugar. De forma natural me vi escuchando a mis abuelas durante tardes enteras y ahí me di cuenta de repente del gran problema que arrastra este país y todas las personas que vivimos en él. Desde entonces no he podido parar de trabajar con esto, me nace hacerlo y no me canso, se trata de buscarme a mí misma y ayudar a los demás a elaborar ese pasado que es consecuencia del presente a la vez que encuentro explicación a los problemas actuales del país.
¿Qué es lo más extraño que ha tenido que hacer en el arte para «sobrevivir»? Soy bastante joven y he tenido la inmensísima suerte en los últimos años de ir encadenando proyectos y becas de residencia que para nada me han dado para vivir, pero me han mantenido ágil en esto. He dado clases de iniciación a la acuarela en un instituto del Sector Sur de Córdoba, uno de estos sitios que te cuentan que es 'chungo', pero que es uno de los lugares donde más útil y en 'mi rollo' me he sentido. Una vez intenté hacer 'streamings' dibujando en Twitch: duré dos días. También ilustré 'El miedo de los niños' (Seix Barral, 2020), de Antonio Muñoz Molina . No es algo que me parezca raro, pero sí algo que jamás me hubiera esperado hacer con Muñoz Molina, y menos tan joven. Aprovecho para decir que busco trabajo de lo que sea.
Su yo «virtual». Cada vez aborrezco más usar las redes, y si no fuera porque vivo en un pueblo de provincia y a menudo me encuentro fuerísima de lugar, no las usaría, o al menos no con tanta desgana. Y aunque adoro la vida alejada de los grandes núcleos urbanos es evidente que poca gente mira más allá de ellos, por eso lo que más uso para llegar a personas nuevas es Instagram , a veces Twitter para observar y contrastar en silencio lo que pasa por el mundo, y una página web que tengo sin dominio. Sin embargo, creo que el formato digital no me favorece, uno de los objetivos de mi trabajo es materializar la experiencia de la violencia política, y la bidimensionalidad de las pantallas pueden dar una falsa inmortalidad que no me acaba de interesar.
Dónde está cuando no hace arte. Desde hace un par de años estoy haciendo un doctorado por la rama de sociales y jurídicas sobre posmemoria del franquismo y etnografía visual. O al menos lo intento, porque el mundo académico es incluso más precario que el artístico. También he estado como ponente en algún congreso enfocado en antropología, he escrito varios artículos académicos y estoy en un grupo de investigación muy interdisciplinar sobre nuevos territorios y espacios de la memoria en Iberoamérica.
Le gustará si conoce a... Rogelio López Cuenca fue el primer artista que vi y que quise automáticamente copiar. Después tengo carpetas enteras con obras y/o textos de Erika Diettes, Núria Güell, William Kendridge, María Cañas, Teresa Margolles, Elo Vega, Hans Haacke, María Ruido, Gonzalo Elvira, Guillermo Martín Bermejo, Susana Inglada, Marta Beltrán, Rafael Jiménez, Cristina Ramírez, Graciela Sacco, Eugenio Merino, Pedro G. Romero, Rosell Meseguer, Javier Rodríguez Pino, Fernando Bryce, Mawatres, Cristina Lucas, Maria Dávila, Silvia Lermo, Mario Espliego…
Cercanos a mi generación es incluso más difícil hacer una selección, pero a riesgo de quedarme corta, sigo especialmente a Ana Varea , Abel Jaramillo, Alex Gambín, Raquel Serrano, Katarzyna Pacholik, Paula Valdeón, José Manuel Martínez Bellido , Ana Ciscar, Lucía Tello, Rosa Aguilar, Ana Pavón, Alba Lorente, Paula Sánchez, Sara Espinosa, Diego Balazs … En los últimos meses me he quedado prendada de todos los artistas de la exposición 'Jondos 21' , sobre la identidad andaluza y el flamenco. Creo que es de lo mejor que le ha pasado a Granada e incluso a Andalucía en los últimos años.
Qué se trae ahora entre manos. Precisamente, el día 20 de noviembre doy el salto por primera vez a Madrid con una exposición individual titulada 'Ad Perpetuam Memoriam' en Navel Art donde hay obras de hace varios años cuando empecé y que nunca he mostrado, y obras más recientes. Todas ellas confluyen en un mapeado de piezas de dibujo que materializan imágenes de víctimas anónimas del franquismo rescatadas de diferentes archivos digitales. Se trata de una especie de espacio de memoria donde no dejaré pasar la oportunidad de recoger testimonios. En enero, también expondré también en Granada, en la facultad de Bellas Artes que me vio aprobar por los pelos gran parte de las asignaturas, y donde incluso un profesor de pintura me invitó a abandonar el grado. Quizá por eso creo que va a ser la exposición para la que más exigente y escrupulosa seré.
También estoy procesando por fin testimonios que recogí hace años. La mayoría de ellos son de mujeres, muchos muy duros. Precisamente los álbumes familiares siempre me los explican ellas, y también son ellas las que custodian los relatos orales, en definitiva, la mayoría de las veces son las mujeres las que vehiculan la memoria. Poco a poco voy notando cómo mi trabajo va a adoptando una mayor perspectiva de género, pero es algo que quiero cocinar a fuego lento para hacerlo de la manera más rigurosa y responsable posible.
Proyecto favorito hasta el momento. Pues precisamente una de las primeras series que hice, cuando me vi investigando por pura inercia sobre la Guerra Civil. 'Aquí yacen los restos de cinco compañeros' es el resultado de una intervención donde enterré cinco papeles en blanco cerca del lugar donde se encontraron en 1945 cinco cadáveres apaleados y tiroteados cerca de mi pueblo. Los papeles empapados en tierra los coloqué a modo de sudario, junto con las copias de las actas de defunción donde constan como desconocidos y las fotos del lugar. Por esta época también surgió 'Clandestina': se trataba de una radio de mi familia de los años 50 que contiene los testimonios de mi madre y abuela contando cómo escuchaban, a escondidas, desde esta misma radio, La Pirenaica, un emisora ilegal que gestionaban los exiliados.
¿Por qué tenemos que confiar en ella? Quiero pensar que mi obra, cuando llega a alguien y la entiende, fortalece cierta sensibilidad, lo primero ante sus mayores, y después ante los nuevos fascismos e ideologías tóxicas que se están afianzando en los últimos años. Amplificar y dar un lugar protagonista, antes de que sea tarde, a las voces de las memorias subterráneas que en gran medida son portadas por mujeres de ideologías disidentes, y además hacerlo desde la región con más víctimas de la represión franquista y actualmente la más pobre de Europa como es Andalucía es triplemente importante.
Mi mayor logro ha sido conseguir que mis abuelas mueran con un poco de menos culpa y vergüenza al hablar del franquismo. Simbolizar y materializar sus palabras en una pieza artística las hacía protagonistas y dignas de su propia historia, aunque nada de ello pueda sustituir a la justicia que el Estado sigue debiendo. Ser una completa anomalía democrática sin resolver en el tratamiento de nuestro pasado dictatorial es una buena razón para confiar, no sólo en mí, sino en cualquier persona desde cualquier disciplina que se atreva a hablar de este pasado, aunque tengamos el tiempo en contra.
¿Dónde se ve de aquí a un año? Imagino que no cambiarán mucho las condiciones de este sector, así que seguiré presentándome a premios y becas, en su mayoría precarias, buscando esa profesionalización que nunca llega para poder realizar con aparente tranquilidad económica varios proyectos que tengo pendientes. Todo ello mientras rezo para que paguen honorarios… A la misma vez me estaré buscando trabajo –como si pasar meses a tiempo completo haciendo un proyecto a una institución no lo fuera– que me dé para comer.
Por otro lado, quizás no es dónde me veo, pero sí lo que me encantaría lograr: construir una red de creadores de otros países, sobretodo de Latinoamérica, para poder extrapolar nuestras posmemorias y conectar nuestros pasados conflictivos. Creo que es fundamental hacerlo, sobre todo cuando los gobiernos ignoran que divulgar los Derechos Humanos va de la mano de hacer memoria y escuchar a las víctimas de conflictos pasados.
Defínase en un trazo.
¿A quién cedería el testigo de esta entrevista? Pues voy a cedérselo a una mis mejores amigas y una de las artistas andaluzas más sinceras y únicas que conozco: Lucía Tello . Es una máquina. Su trabajo reinterpreta a través de la pintura el estereotipo femenino y la iconografía infantil con una frescura que ya me gustaría a mí tener. También me viene a la cabeza Ana Varea . Envidio muchísimo su forma de trabajar: su labor me sobrepasa. Se mueve muy discretamente, pero su trabajo sobre la identidad cultural, la tradición y las costumbres en contextos rurales debe ya dar que hablar.
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