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ENTREVISTA

David Rieff: «El humanitarismo no puede salvar el mundo»

En su provocador ensayo «Una cama por una noche», del que nos llega una edición ampliada, el periodista norteamericano David Rieff cuestiona el papel de las ONG humanitarias

David Rieff Ignacio Gil
Miguel Ángel Barroso

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«Me han contado que en Nueva York, / en la esquina de la calle veintiséis con Broadway, / en los meses de invierno, hay un hombre todas las noches / que, rogando a los transeúntes, / procura un refugio a los desamparados que allí se reúnen. / Al mundo así no se le cambia, / las relaciones entre los hombres no se hacen mejores. / No es ésta la forma de hacer más corta la era de la explotación. / Pero algunos hombres tienen cama por una noche, / durante toda una noche están resguardados del viento / y la nieve a ellos destinada cae en la calle (...)».

Este poema de Bertolt Brecht, titulado «Refugio nocturno», inspiró a David Rieff (Boston, 1952) el título -y algo más- de un polémico ensayo, Una cama por una noche , donde aborda las crisis humanitarias de las tres últimas décadas y denuncia que las organizaciones destinadas a aliviar el sufrimiento de las víctimas han traicionado su esencia y se han apartado de la neutralidad. Rieff, analista político, periodista, crítico cultural e hijo de la célebre escritora Susan Sontag , publicó el libro a principios de este siglo. Ahora Debate lanza una nueva edición revisada y ampliada que el autor ha venido a presentar a España esta semana. La entrevista se realiza en español, lengua que Rieff habla con fluidez.

Su descripción de los problemas del humanitarismo pone en tela de juicio una labor que se percibía como incuestionable y desinteresada.

Las organizaciones humanitarias y sus admiradores no saben distinguir entre posibilidades realistas y deseos milenarios. Eso no quiere decir que sean inútiles. Su acción puede ser importante en situaciones de epidemias, en la protección de los refugiados, etcétera, pero no pueden hacer como Arquímedes con la palanca y decir: «Denme un punto de apoyo y moveré el mundo». No, definitivamente no pueden salvar el mundo.

«Respeto el pacifismo. Es una posición legítima y honesta, pero oponerse a todos los conflictos es una fantasía»

Afirma que muchas ONG se han subordinado a los estados. ¿Aceptan esta crítica?

Hacen más autocrítica que el movimiento de los derechos humanos, que afirma: «Nosotros somos los buenos y los que se oponen son los malos. Y punto final». Bueno, depende de la organización en cuestión. Creo que Médicos sin Fronteras es el grupo más abierto a la autocrítica, y Oxfam, el que menos. MSF nació como reacción a la neutralidad absoluta mantenida por el Comité Internacional de la Cruz Roja, pero ahora hay coincidencias entre ambos en ese sentido.

Habla de un cambio en el terreno de juego, desde el Sur Global lejano al Norte Global de aquí dentro, con la crisis migratoria llamando a las puertas de Europa. ¿Qué ha supuesto ese cambio en el modo de actuar de las ONG humanitarias?

Hay una crisis existencial que debemos a la emigración. Por eso era necesaria una reedición del libro. Ahora resulta que esas organizaciones humanitarias se enfrentan en sus propios países con los mismos problemas que habían encontrado en África o en Asia. Y aquí mantener la neutralidad es una fantasía, como mantener la objetividad en el periodismo. En Italia, por ejemplo, el movimiento humanitario forma parte de la oposición al gobierno de Salvini y Di Maio.

«Una cama por una noche». David Rieff. Debate, 2019. 417 páginas. 23,90 euros. E-book:12,99

A Occidente se le llena la boca con la palabra compasión. Pero, ¿no hay demasiado postureo y pocas políticas efectivas?

En realidad, no creo que haya políticas sobre este asunto como consecuencia de un debate honesto, sino más bien una reacción según convenga, y depende del país, del momento, si hay elecciones... o presiones ciudadanas o de Bruselas. En España han vivido algo de esto con Pedro Sánchez. En general, hay una contradicción absoluta entre los esfuerzos para impedir la llegada de inmigrantes y las palabras bienintencionadas.

¿Hay un problema de xenofobia en Europa?

Sí, por supuesto, provocada en gran parte por las instituciones y los gobiernos europeos, que han mostrado una preocupante falta de interés, pero no solo por la inmigración, sino por el empleo, la cultura, etcétera. Eso ha alimentado los populismos y, en algunos países, el hundimiento de las élites gobernantes socialistas. En Francia, un caso que conozco bien, han sido borradas del mapa.

Una de las ideas más provocadoras de su ensayo incide en que los impulsores del actual humanitarismo promueven la paz como imperativo categórico. Una paz extraña, pues a menudo está impuesta por las armas. Un humanitarismo que es una nueva forma de imperialismo.

Los gobiernos han entendido que el humanitarismo es demasiado importante para dejarlo en manos de los propios cooperantes. La acción humanitaria en Afganistán ha formado parte de la estrategia de la OTAN para ganar la contienda. Oponerse a la guerra es también una fantasía. Tengo respeto por el pacifismo, me parece una posición legítima y honesta, pero no lo comparto. Decir que vamos contra todas las guerras es una utopía del Norte Global. Por desgracia, la solución a muchos conflictos viene de la mano de la violencia. Es normal que los europeos no crean en eso después de dos guerras mundiales y toda la historia anterior, llena de revoluciones y enfrentamientos sangrientos. Vale, no vivimos en 1645 y ustedes no van a luchar contra los franceses, pero la situación no es la misma en África y en Asia que en Europa.

«El trabajo de los corresponsales de guerra es, por definición, voyerismo, y ninguno está libre de equivocar el análisis»

De todos los sapos vivos que ha tenido que tragarse durante sus veinte años de corresponsal de guerra, ¿cuál ha sido el más insoportable?

En términos de sufrimiento el peor fue, sin duda, el genocidio de Ruanda, no he visto nada parecido en niveles de crueldad y horror. También fue muy dura la experiencia en los campos de refugiados del Congo durante la epidemia de cólera. Recuerdo caminar entre nuevos cadáveres cada día.

¿Es difícil no tomar partido?

Mis simpatías estuvieron con el gobierno de Bosnia durante el conflicto de los Balcanes. Ese ha sido el único caso. Y fue inevitable sentir más emoción.

¿Pecan los periodistas de voyerismo en estos escenarios?

Nuestro trabajo, por definición, es voyerismo. He conocido a grandes corresponsales de guerra que han tratado por todos los medios de decir la verdad -lo que hemos entendido por verdad, claro, porque nadie está libre de equivocar los análisis y las simpatías-. Los habitantes de Sarajevo hablaban de los «ángeles de la muerte» para referirse a los fotógrafos que esperaban a que se produjeran víctimas a manos de los francotiradores. Ellos contestaban «de acuerdo, entonces... ¿cómo contamos lo que está pasando?». Para mí ser periodista, escritor o fotógrafo es un trabajo bastante complicado. Joan Didion escribió: «No hay que dar confianza al escritor, siempre va a vender a alguien».

La crueldad del mundo es abrumadora. ¿El humanitarismo supone un desperdicio de esperanza?

No hay soluciones humanitarias. Me parece bien asociarse a las ONG, pero pensar que van a resolver los problemas del mundo me hace regresar al poema de Brecht. Eso no supone condenar al tipo que ofrece cama por una noche. La única solución es política, y es ahí donde los ciudadanos podemos influir.

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