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La Cruz de Hierro, más allá del nazismo
El divulgador Eduardo Caamaño publica la investigación definitiva sobre una condecoración que fue ideada un siglo antes de la escalada al poder de Adolf Hitler en Alemania
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Iniciar sesiónLa Puerta de Brandemburgo es símbolo y testigo de la pervivencia de Berlín. Sus casi diez pisos de altura, sus tintes a la Acrópolis de Atenas y su estilo neoclásico evocan, desde 1791, el triunfo de la paz sobre la barbarie de las armas. ... Sin embargo, el primer detalle que salta a la vista de este monumento no mide más de cinco metros: una estatua de la diosa Victoria montada en una cuadriga. Su historia es controvertida. En 1806, Napoleón Bonaparte entró en la ciudad tras acabar con sus enemigos en Jena y Auerstedt y se la llevó como souvenir a Francia. Regresó ocho años después, pero, antes de permitir que volviera a descansar sobre el portón, se le incluyó un elemento nimio, aunque clave en la historia de Alemania: una Cruz de Hierro .
La decisión tenía sentido, pues esta medalla había sido alumbrada poco antes, el 10 de marzo de 1813, como máxima recompensa militar para aquellos que habían demostrado un gran valor durante las campañas contra Napoleón. Así, la Victoria pasó a portar en su estandarte una Cruz de Hierro coronada con un águila, el clásico emblema imperial. De esta guisa continuó hasta los años cincuenta del pasado siglo, cuando, al acometer las labores de restauración tras la IIGM, el concejo municipal tomó la controvertida decisión de eliminar el símbolo por su poso nazi. Algo absurdo en verdad, pero entendible. Hitler se había apoderado hasta tal punto de él que logró borrar su pasado y hacer que se ligase de forma íntima a las tropelías perpetradas por el Tercer Reich.
Tuvieron que pasar más de cuarenta años para que el emblema instaurado por el rey Federico Guillermo III volviera a lucir orgulloso sobre la cuadriga. Hubo final feliz. Aunque, según el divulgador e investigador Eduardo Caamaño , lo que sucedió con el estandarte de la Victoria es el reflejo de una idea que ha quedado grabada de forma irremediable en la sociedad. «Diría que la Cruz de Hierro es de las condecoraciones militares más famosas del mundo, sino la que más. El problema es que se asocia de forma íntima al nazismo porque Hitler la utilizó de manera propagandística», sentencia, con un puntito de amargura. Por ello, para combatir la desmemoria, el autor de ensayos como ‘El barón rojo’ acaba de alumbrar ‘ Historia de la Cruz de Hierro ’ (Almuzara).
¿Cómo se pueden dedicar medio millar de páginas a un objeto inanimado? Esa es la pregunta que más han hecho a Caamaño en los últimos meses, y él la responde siempre de la misma forma. En primer lugar, «porque faltaba un ensayo concienzudo sobre esta condecoración y sus diferentes variantes a lo largo de dos siglos». Lleva razón ya que, desde los años ochenta, ningún autor había ahondado en su pasado. «Me gustan los retos, zambullirme en temas en los que no hay apenas bibliografía en castellano», afirma con tono pícaro. Sin embargo, la medalla es también «el hilo conductor para contar la historia de las guerras en las que se entregaba». Cuatro en total: el conflicto contra la Francia imperial, el franco-prusiano y los dos que llevaron al mundo al abismo en 1914 y 1939.
Hay que elogiar que Caamaño vertebre una investigación técnica a través de anécdotas. Y que lo haga sin perder ni un ápice de rigor por el camino alberga también un gran valor. Un ejemplo es que el origen más remoto de la medalla se encuentra en la Orden de los Caballeros Teutónicos , alumbrada en principio para salvaguardar a los enfermos en Tierra Santa. «Su hábito era igual que el de los templarios, y eso trajo muchos problemas entre ambos», explica. La única diferencia era el color de las grandes cruces que portaban en sus vestiduras. La de los germanos, en la que se basó la Cruz de Hierro, era negra. Así empezó todo. Desde este punto de partida, el ensayo ofrece un mar de reseñas y biografías con dos finalidades: mostrar la forma en que varió a lo largo de las décadas esta condecoración y los requisitos para su entrega.
Populismo
«El gran cambio que trajo consigo es que, en su rango más bajo, estaba destinada también a la tropa. Eso supuso una verdadera revolución porque motivaba a los soldados a ser premiados. Antes no se hacía», añade. Fue una estupenda idea de ‘marketing’ que se extendió hasta el final de la IIGM y que, como no podía ser de otra manera, supo utilizar a su favor Hitler. «El ‘Führer’ la convirtió en otro símbolo de propaganda. Hasta entonces la Cruz de Hierro solo tenía tres versiones -segunda clase, primera clase y Cruz de Caballero- y él multiplicó esta cifra por cinco. Incluyó muchas insignias distintivas que se tenían que ir consiguiendo paso a paso», desvela. Esa necesidad de ascender en el escalafón creó una competitividad interna en las fuerzas armadas en la que se sustentó la expansión del Tercer Reich durante seis años.
Entre los capítulos finales, Caamaño incluye una guía para ayudar a los coleccionistas. Pellizcos de conocimiento que, según cree, evitarán más de un disgusto a los interesados en la medalla. Aunque quizá el mejor remate sea saber que la Cruz de Hierro se entrega todavía hoy, pero con otro nombre.
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