ARTE
Carmela García: «Faltan más mujeres coleccionistas»
Con «Autoras de utopías», la canaria Carmela García pondrá voz en la Sala Canal de Isabel II de Madrid a pioneras que conformaron a la mujer libre actual
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Iniciar sesiónTermina esta charla con Carmela García (Lanzarote, 1964) con un cuento que me relata y que a ella le gusta contar a su hija: «Durante un incendio, cuando todos los animales salen en estampida del bosque, un colibrí se acerca a un lago para ... tomar con su pico una gota de agua y apagarlo. Los otros le afeaban el gesto: “¿Qué crees que lograrás con esa gota?”. A lo que el colibrí contesta: “Yo estoy haciendo mi parte”. La «parte» de esta canaria, preocupada desde los noventa por situar con su trabajo a la mujer en el lugar que se merece, es ahora esta muestra de tesis ( Autoras de utopías , Sala Canal de Isabel II. Desde el 16 de febrero), un canto a muchas pioneras, algunas anónimas, que encontraron en su creatividad el espacio de libertad que la sociedad les negaba.
Entonces debo entender «Autoras de utopías» como exposición de tesis.
Yo lo veo más así. Es un proyecto de tesis, fruto del comisariado realizado por Margarita de Aizpuru eligiendo obras que es cierto que dibujan mi trayectoria. Pero no es una antológica.
Me gustaría incidir en el concepto «utopía» del título. ¿Qué sentido le da?
No es la utopía social o científica al uso por la que yo abogo. Me interesa más la idea de utopía como proyecto personal: cómo muchas mujeres han creado un universo propio, a veces privado, a veces doméstico, no solo por supervivencia, sino como manera de proyectar una forma de ser en el mundo.
La muestra recorre cinco capítulos utópicos.
Aprovechamos que el espacio cuenta con cinco «capillas», espacios en los que cobra protagonismo en cada uno una autora. Así hablamos de la utopía científica, la mística, la artística, la ecofeminista... La científica se centra en un invento de Mária Telkes, una casa cien por cien solar de finales de los cuarenta, que ella consigue llevar a cabo ayudada por una arquitecta, Eleanor Raymond, y una escultora que actúa como mecenas, Amelia Peabody. Me interesan este tipo de microfenómenos, sutilezas que yo entiendo como utopías.
La visibilización de la mujer ha sido un elemento capital en su labor. Desde hace unos años, esta es una cuestión global.
Tengo la sensación de que ahora ha cristalizado algo, el trabajo de muchas mujeres, pero también hombres, artistas que manejan discursos feministas. Eso estaba ahí, eran investigaciones que se estaban desarrollando y a las que ahora se les da visibilidad porque ha habido un fenómeno global. Eso es fantástico, porque supone acceder a más información, llegar a mucha gente... Y yo encajo ahí a la perfección, desde mi lugar.
¿Se veía sola en sus comienzos?
Supongo que mi obra se lee ahora de otra manera. Pero, ¿me veía sola? No tenía esa sensación. Sin embargo, es duro cuando escuchas a colegas de profesión decir que ellas no son feministas. Es algo que me deja perpleja. Son las que te pueden hacer sentir como bicho raro. Pero, para serte sincera, las veo más bicho raro yo a ellas. Porque cuando hablas de feminismo estás hablando de derechos humanos. Arrastramos un atraso, aunque ahora hay una visibilización estupenda.
Pero, ¿esa visibilización a la mujer se realiza en todas sus facetas o de nuevo pesa lo heteronormativo y estamos solo ensalzando a la heterosexual?
Supongo que si hablamos de feminismo liberal, la respuesta es lo primero. Esta muestra incluye un vídeo, mi obra más reciente, en el que hablo de Victorina Durán , un personaje periférico que nació a finales del XIX y que representará a la mujer moderna, lesbiana declarada. Me basé en sus libros, y en una novela de Elena Fortún que salió a la luz hace tres años, en la que habla de su lesbianismo. Estos personajes que se codeaban con Victoria Kent, con todas las del Lyceum, dentro del establishment de la mujer moderna, también estaban presentes y se salían del estereotipo de visibilización. En cualquier caso, no creo que a la mujer haya que visibilizarla, si te digo la verdad.
Son ya «visibles» aunque solo sea por cuestión numérica.
Cierto. Yo creo que se trata más bien de colocarla en otro lugar, uno más divergente. No es cuestión de recuperar nombres, de hacer listas... Las feministas estamos obsesionadas con las genealogías. Es algo histórico desde la primera ola. ¡Ya lo hizo Christine de Pizan en el medievo! Es obvio que existe una necesidad de reconocerte y de encontrar referencias. Pero, en ese ejercicio, hay también una creatividad y una libertad para construir tu propia historia.
Me resulta también curioso la importancia que le ha dado siempre a la ecología. ¿Feminismo y ecología son dos temáticas relacionadas?
El ecofeminismo lo explica bien: Un matrimonio perfectamente comprensible. Yo he realizado un montón de imágenes en medio de la Naturaleza que a veces me generan cierto reparo, porque la ecología y el feminismo son mucho más que eso.
El capítulo utópico dedicado a la mujer artista, ¿le toca más por su propia condición?
Y por la de lesbiana... En el audiovisual Seres equívocos que antes mencionaba se habla de cuestiones asociadas específicamente a la mujer por ser mujer, y a la artista por ser artista. Vivimos un momento interesante para las artistas, pero muy relativo. Mira luego lo que pasa en la feria ARCO , o mira los precios de las obras...
¿Pero quién tiene la culpa de eso? Me refiero a que hay directoras de museo y galeristas mujeres, y nadie paga más por el libro de un hombre o menos por el disco de una mujer...
No lo sé... Es difícil echar la culpa a alguien. Y es buena pregunta. Pero sucede y vivimos las consecuencias. Hay muchas mujeres trabajando en arte pero pocas destacan. Y buena parte de la responsabilidad es de los coleccionistas. Posiblemente lo que faltan son más mujeres coleccionistas de arte feminista.
¿Qué opina de una exposición como «Invitadas», por la que el Museo del Prado ha sido acusado de oportunista?
No la he visto, ¡pecado mortal! Pero como proyecto, creo que es fallido . Estás intentando visibilizar a las mujeres artistas y lo que haces es humillarlas porque ofreces obras en las que se las representa como lo que denuncias. A nivel curatorial es totalmente imperdonable. Es como cuando hicieron la exposición de Lavinia y Sofonisba . ¿Por qué las dos juntas? Ya proyectas una mirada de carencias con ello. Eso, en el fondo, cansa. No se hace como en la National Gallery o la Tate. Pero es que son culturas diferentes.
Mencionó «Seres equívocos», su obra más reciente. ¿Por dónde van sus derroteros?
Estoy en el punto de siempre, con proyectos que me emocionan, que me ayudan a aprender más de mí y del mundo que nos ha tocado vivir. Seres equívocos habla de mujeres diferentes que encontraron su camino a través del arte, con partes que son duras, con un formato de arte-documental diferente a otras cosas que he hecho. A través de su protagonista me he permitido llegar a las nuevas mujeres españolas de su siglo, que eran muchísimas, increíbles, lastradas por la tradición religiosa y política de este país: ser una mujer moderna en la España de los 20 o 30 era muy difícil. Pero ellas lo consiguieron.
Curiosamente, las historias de Victorina Durán, Elena Fortún o Ángeles Santos nos sitúan en la década de los años veinte de cien años atrás. ¿La lectura de lo acaecido en cien años es positiva?
Hay una foto en una de las utopías, La tertulia o Las nietas del Lyceum , que hacen referencia a la obra homónima de Ángeles Santos, una artista que me fascina por sus obras y por su desgraciada trayectoria. Ahí se condensa ese arco temporal al que haces referencia. Es un arco grande, irregular, complicadísimo para las mujeres en este país... Bueno: es lo que hay.
No entiende la muestra como retrospectiva pero, ¿cómo entiende su trabajo con perspectiva?
Es una pregunta difícil. Lo que yo veo es un trabajo pausado, pues yo tengo mi ritmo. Sincero. Intento que haya verdad. Y tengo confianza en que hay procesos que son lentos pero que tienen una recompensa. Creo mucho en eso, en los ciclos vitales. Las cosas llegan cuando tienen que llegar.
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