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LIBROS

El camino hacia lo desconocido

Benjamín Labatut urde en «Un verdor terrible» un desconcertante viaje narrativo hacia los delirios místicos de algunos de los científicos más brillantes del siglo XX

Jaime G. Mora

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Para Benjamín Labatut (Rotterdam, 1980), la escritura adquiere su máxima condición cuando se aborda desde la inconsciencia, desde ese estado próximo a lo místico que lleva al escritor a liberarse por fin de las inevitables limitaciones que hay en el ejercicio de plasmar en palabras las imágenes que vuelan en la cabeza. Labatut disfruta cuando escribe sin pensar ni planear, cuando ha perdido el control. «Eso ocurre poco», dice, «el resto del tiempo es sudor y rechinar de dientes». Igual que la ciencia, se trata de identificar una señal, algo que en teoría no existe y, tras «invocar ese estado de gracia de cualquier forma posible», convertirlo en literatura.

A esta filosofía responde Un verdor terrible (Anagrama, 2020), un viaje narrativo que comienza con una revisión histórica de los experimentos que dieron con la invención del cianuro y la relación de los jerarcas nazis con los distintos venenos, bien para organizar el asesinato de millones de judíos en las cámaras de gas, bien para suicidarse durante la caída de Berlín, y poco a poco se va desprendiendo de los corsés de la no ficción para recrear los delirios casi místicos que sufrieron algunos de los científicos más brillantes del pasado siglo.

Dividido en varios capítulos sin aparente conexión entre ellos, con una desconcertante amalgama de hechos reales y otros que responden a la rica pluma del autor, Un verdor terrible pertenece a esa categoría de libros que se dicen inclasificables; es, al fin y al cabo, literatura, un relato en el que fondo y forma alcanzan una identificación plena.

Labatut se sirve de las experiencias de científicos como Karl Schwarzschild , que desde el frente ruso, durante la Primera Guerra Mundial, «entre estallidos de mortero y nubes de gas venenoso», le envió a Einstein la primera solución exacta a las ecuaciones de la teoría de la relatividad general. O los pioneros de la mecánica cuántica Erwin Schrödinger y Werner Heisenberg , retratados en noches de trabajo maniaco y hundido en razonamientos ininteligibles para llegar, por caminos distintos, al principio de la incertidumbre.

En los años 20, la física comenzaba a moverse en el terreno de lo potencial, a alejarse del mundo real. Por ese camino se va conduciendo también la trama que urde Labatut. Las indagaciones científicas devienen en advertencias sobre el peligro de «jugar a los dados con el universo»; un riesgo que el autor identifica también con la maldición de Grothendieck , quien tras investigar como un desquiciado las estructuras que subyacen a los objetos matemáticos, acabó por entregarse a un solitario retiro espiritual y por impedir que sus trabajos fueran difundidos.

El autor identifica en Un verdor terrible los estados de éxtasis con la hiperlucidez y con la constatación de que «los átomos que despedazaron Hiroshima y Nagasaki no fueron separados por los dedos grasientos de un general, sino por un grupo de físicos armados con un puñado de ecuaciones». En la búsqueda de lo desconocido, alerta Labatut, se esconde el riesgo de que más pronto que tarde no seamos capaces de entender qué significa el ser humano.

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