ILUMINACIONES
Balzac, materia reencarnada
El espíritu de Balzac emerge del bloque de bronce tallado por Rodin, que provocó un brutal rechazo de la crítica en 1898
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Iniciar sesiónHay pocas obras tan polémicas en la Historia del arte como la estatua de Honoré de Balzac , terminada por Auguste Rodin en 1898. Fue tal el rechazo que provocó que tardó 37 años en ser fundida en bronce y expuesta públicamente. Rodin había fallecido ... en 1917 con el alma herida por este contratiempo .
«Si la verdad tiene que morir, mi Balzac será hecho pedazos por las generaciones venideras», afirmó su autor tras encajar las demoledoras críticas que sufrió en su presentación en el Salón de la Sociedad Nacional de las Bellas Artes . «Esta obra de la que se han burlado es el resultado del trabajo de toda mi vida, el eje de mi estética», confesó.
El encargo de la estatua había sido realizado por la Societé des Gens de Lettres en 1888. Había sido elegido Henri Chapu, que murió sin concluir la tarea. Tres años después, por iniciativa de Émile Zola y tras una gran discusión, se confió su realización a Rodin por doce votos contra ocho. Se acordó el pago de 30.000 francos como honorarios a cambio de que el trabajo estuviera acabado el 1 de mayo de 1893.
«Esta obra de la que se han burlado es el resultado del trabajo de toda mi vida, el eje de mi estética», confesó Rodin
Zola , que admiraba a Balzac y creía que sus Rougon Macquart eran una continuación de la Comedia Humana , utilizó su influencia para decantar la balanza hacia Rodin. Era una apuesta más audaz que la opción del Marqués de Vasselot, que quería representar de forma mayestática al escritor que había pasado un espejo sobre la sociedad de su tiempo, en palabras de Karl Marx.
Tras obtener el encargo, Rodin se sumergió en la vida y la obra de Balzac. Habían transcurrido más de 40 años tras su muerte y era el único gran autor francés del siglo XIX que no tenía ninguna estatua. Existían muy pocas representaciones de él y nadie sabía su estatura ni sus verdaderos rasgos físicos, aunque Lamartine le había descrito como un hombre grueso, de cuello grande y extremidades poderosas.
Depresión
Venciendo su depresión por la ruptura con Camille Claudel, Rodin leyó la obra del escritor, entrevistó a sus biógrafos, viajó a Tours para investigar el aspecto de sus parientes, pidió las medidas de sus trajes a su sastrería y realizó numerosos bocetos . A lo largo de seis años, dedicó todas sus energías y sus esfuerzos a imaginar la estatua. Tras al menos seis versiones en yeso, se decantó por la que ahora está expuesta en el Museo Rodin en la rue de Varenne en París.
La representación de Balzac se alza sobre una base de piedra en los jardines del Museo, ubicado en un palacete al que se trasladó su obra tras su muerte. La estatua mide 2,70 metros de altura. En ella emerge la gran cabeza del escritor sobre un bloque de bronce. Parece concentrado en el más allá, con una mirada que se extiende hacia un horizonte indefinido . Sus brazos y su cuerpo están ocultos bajo una larga túnica con la que el escritor solía trabajar en su casa por las noches, ingiriendo varios litros de café.
Dos bandos
En los primeros ensayos, Rodin mostraba a Balzac desnudo , con una prominente barriga y los brazos delante del torso. Pero fue simplificando su concepción hasta llegar a esa figura casi minimalista en la que renuncia a mostrar el cuerpo para destacar su cabeza, tal y como había hecho con el monumento a Baudelaire.
La acogida fue atroz. Los críticos acusaron a Rodin de infamar la memoria de Balzac, de mostrarle como «un trozo de carne» , como un muñeco sin vida. Pero su creación no sólo no pasó al olvido, sino que su rechazo provocó el nacimiento de un verdadero culto al escultor, sobre todo, fuera de Francia.
El Balzac de Rodin dividió el país en dos bandos enfrentados, al igual que sucedía con la polémica sobre el capitán Dreyfuss, acusado de alta traición y luego absuelto. Zola, Clemenceau, Huysmans y otros intelectuales de la izquierda republicana calificaron la escultura como una obra maestra, mientras la derecha la tachaba de engendro. El argumento de sus detractores incidía en que Balzac era irreconocible. Cuando vivía en París en los años 70 muchas tardes encaminaba mis pasos al Museo y me quedaba absorto frente a ese Balzac que parecía desafiar las inclemencias del tiempo. Su fértil imaginación parecía cobrar vida en aquel bloque de bronce en el que la materia se encarna en espíritu viviente. Rodin se equivocaba: su Balzac seguirá vivo en las generaciones venideras.
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