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LIBROS

Azorín, escritura esencial

Autor de la primera crónica telegrafiada en España y primer enviado especial de ABC, Azorín renovó el periodismo con

su prosa concisa basada en una objetividad fotográfica

Detalle de la página del 2 de junio de 1905 de ABC, con la crónica retrasmitida por Azorín sobre el atentado a Alfonso XIII en París
Isaac Blasco Ruiz

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El hotel Majestic, en la Avenida Kléber de París, fue el cuartel general de Azorín durante sus meses -entre mayo y junio de 1918- como enviado especial de ABC a la Gran Guerra. En aquellas crónicas urgentes, el alicantino daba cuenta de la inusitada capacidad de destrucción de las armas empleadas en la primera conflagración mundia l, refería la inquietud recurrente de la población bajo las bombas, atisbaba la futura hegemonía de Estados Unidos como potencia global o arremetía contra la neutralidad española en el conflicto, para él incomprensible. Pero sobre todo sentaba en ellas un nuevo estilo periodístico fundamentado en la claridad y la concisión distintivas de su prosa. Hacía aflorar la esencia oculta de una realidad cambiante cuya comprensión necesitaba de alguien capaz de transmitir al lector, en un solo trazo, la imagen precisa de una situación determinada. Él sabía hacerlo.

Por aquellos años, Azorín superaba los cuarenta y ya gozaba de un gran prestigio como periodista, desprovisto no obstante de cualquier aditamento superfluo propio , por ejemplo, un par de décadas después, de un Hemingway que, al parecer dotado del don de la bilocación en el Madrid sitiado de la Guerra Civil, se ocupaba más de alimentar -en todos los sentidos- su propia figura que de esos teletipos cableados suyos por los que llegó a percibir escandalosas sumas de dinero.

Martínez Ruiz deambulaba por el hotel parisino, viejo Palacio de Castilla que Isabel II convirtió en su corte en el exilio, mientras, como el resto, soportaba en los sótanos del Majestic los ataques aéreos de los alemanes sobre la capital francesa. Luego, buscaba un telégrafo para enviar , en una prosa limpia y escueta, unas líneas asimilables a un cuadro impresionista o a una cadena de fotogramas. El cine, precisamente, fue su pasión crespuscular.

El viaje regio

Puede que Azorín sea un escritor para pocos; sin embargo, fue un periodista para todos, acaso la mayor felicidad a que puede aspirar un informador. En los manuales del oficio, si es que siguen siendo hoy de uso en las facultades, el de Monóvar protagonizará para siempre el pequeño hito de ser el autor de la primera crónica telegráfica del periodismo español: en 1905, cuando ABC pasó a publicarse a diario, Torcuato Luca de Tena le encomendó la cobertura de las primeras visitas que un Alfonso XIII de diecinueve años giraría a Londres y París en busca de esposa. El 31 de mayo, en la capital gala, el rey sufrió un atentado anarquista cuando salía, junto al presidente de la República, Émile Loubet , del Teatro de la Ópera. «La multitud lo invade todo; una fila de agentes, vueltos de cara a las fachadas, bordea las aceras, y de pronto, cuando el coche Real acaba de dejar la calle de Rohan y va a torcer hacia la de Rívoli, retumba una detonación. Un griterío inmenso se produce; la enorme masa humana corre y se atropella; los caballos de los soldados saltan y patean; son derribadas las mesas y las sillas de los cafés que están en las aceras; se grita; salen coches de todas direcciones... y rápidamente, por todo París, cafés, círculos, redacciones, se extiende la noticia. Se ha cometido un atentado contra el Rey de España : los hilos internacionales han funcionado; se ha dado a la noticia proporciones desmesuradas».

Protagonizará para siempre el pequeño hito de ser el autor de la primera crónica telegráfica del periodismo español

La crónica, «escrita esta madrugada en París y transmitida por teléfono y telégrafo», como precisaba el autor en su encabezado, fue publicada el viernes 2 de junio y supone en sí misma un tan precipitado como certero ejercicio de valoración en torno a una noticia de alcance: se trató de un atentado, sí; contra el rey de España, también. Pero no fue para tanto.

Azorín ajusta a la realidad de los hechos un episodio, la colocación de una bomba al paso de la comitiva de Alfonso XIII, que ha cobrado un vuelo desajustado con relación al suceso real. Si se tiene en cuenta que, según confesión propia del periodista, el envío de alguno de los once textos que integran «La Crónica del Viaje Regio» costó a ABC 800 francos , la tentación, si no la «obligación», de su redactor debió haber sido ornamentar lo acontecido para proporcionarle un mayor boato. Pero Azorín era un periodista de verdad.

París bombardeado

Para que no queden dudas, el autor deja la cosa poco menos que en un chascarrillo por medio de la comprobación directa de las consecuencias casi ridículas de la presunta tentativa de regicidio: «Yo he ido al sitio donde cayó la bomba, hoy jueves, a las doce. Un compacto grupo se renovaba incesantemente en el centro de la calle. Llegaban damas en automóviles eléctricos y en landós blasonados, que miraban un momento la leve huella y volvían a partir. Y esta huella es sencillamente un pequeño hoyo abierto en el pavimento de madera y cubierto de arena fresca. Los curiosos meten en él sus bastones, pretendiendo sondarle. No se podría plantar en él una diminuta planta de claveles. La bomba, a juzgar por esta huella, debía tener bien poca fuerza. Es muy probable que al caer debajo del coche regio no hubiera hecho más que causar daños en éste, sin llegar a la persona del Monarca. Y esto es todo».

Azorín dedicó alguno de los seis mil artículos que publicó a valorar las relaciones entre periodismo y letras para distinguir con mucha claridad un registro del otro. En cualquier caso, un afán de dar recorrido a su trabajo como enviado especial le llevó a reunir sus mejores crónicas bélicas en un libro, «París bombardeado» -reeditado hace pocos años en Biblioteca Nueva-, al que añadió algunos escritos inéditos en prensa. Es prosa descarnada, sin perifollos, relato esencial de lo visto y oído . Y, sin embargo, alta literatura.

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