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LIBROS

Aquí nació Gabo

Al leer la descripción de la casa natal de García Márquez en Aracataca, se da cuenta uno de que esta acabó transmutada casi habitación por habitación en la casa de los Buendía en «Cien años de soledad»

Una parte del plano de la casa natal de Gabriel García Márquez, autografiado por él

DASSO SALDÍVAR

Por su tamaño y disposición y por la heterogeneidad de los materiales, la casa fue completamente atípica para la época . En los primeros tiempos llegó a tener hasta cuatro cuerpos distintos, pero a finales de los años veinte uno de los dos cuerpos construidos sobre la actual carrera 5.ª (o avenida de Monseñor Espejo) se incendió, y el espacio fue convertido en un antepatio protegido con vallas de madera, frente a los dos almendros de la acera (véanse planos de la casa en la parte gráfica). A la izquierda quedó entonces un primer cuerpo de techo de zinc, bahareque y zócalos de ladrillo , donde el coronel Márquez, colector departamental y tesorero municipal, tenía su despacho, a la sombra de una acacia; constaba de una salita y una oficina, en la cual relucía limpio y ordenado el escritorio con el pisapapeles, el plumero y las carpetas ; en una estantería, junto a los cuadernos de contabilidad, revistas y periódicos, el tesorero de Aracataca tenía algunos libros y diccionarios, como el «Vocabulario costeño», de Sundenheim, en cuyas páginas subrayaba con tinta roja ciertos costeñismos: «vaina», «conduerma», «anime» y muchos otros que su nieto echaría a andar por el mundo.

Platería y panecillos

El segundo cuerpo, cuyo acceso daba al antepatio, era una larga galería de seis espacios con la cual comenzaba la casa propiamente. De suelos de cemento pulido y cielo raso de madera, estaba construido de madera, con techo de zinc de dos aguas, ventanas de anjeo y varillas metálicas. Al seguir, en « Cien años de soledad », el curso del hilo de sangre que mana del cuerpo muerto de José Arcadio, se visualiza mejor, en conjunto, la casa de los Buendía, viéndose que ésta es casi idéntica a la de los Márquez Iguarán ; sólo se aprecia una modificación importante: en la novela, el taller de platería del abuelo se ha convertido en una sala. En realidad, sólo hubo una alcoba de visitas, con la cual empezaba la segunda galería. Dos camas pulcras, una silla y un aguamanil con su jarro y su palangana constituían los enseres de este cuarto de invitados, donde reposaban, en días de fiesta, el obispo de Santa Marta o los amigos y familiares que llegaban de Riohacha, Barrancas, Valledupar, Cartagena o Barranquilla. A continuación, el abuelo tenía el taller de platería, con sus morteros, su atanor y su fuelle , el mismo donde Gabito lo vio con fascinación dorar los metales y fabricar los pescaditos de oro. Luego venía el salón comedor presidido por una mesa rectangular de diez puestos, un tinajero y dos mecedoras de mimbre. La galería se completaba hacia el fondo con un cuarto de alcoba, otro de alacenas y la cocina sin paredes, apenas protegida de los mosquitos y zancudos con una malla de anjeo; en su hornilla de carbón, la abuela y las tías fabricaban además panecillos y dulces para la venta.

Frente al comedor (que hacía las veces de sala de visitas) y el taller de platería estaba el patio interior, ocupado por un jardín multicolor donde el sol del mediodía encendía un rosal entre un jazminero, una flor de La Habana y los heliotropos, el romero, el nardo, la astromelia y los geranios: el mismo desde el cual se elevaría al cielo Remedios la bella en las sábanas de bramante de Fernanda del Carpio.

El cuarto de los santos

Al fondo del jardín y paralelo a la segunda galería, se extendía el tercer cuerpo de tres espacios, que, al igual que el primero, estaba construido en ladrillo tolete y bahareque, con techo de zinc de dos aguas. En el cuarto próximo al jardín, que era el de los abuelos, nació García Márquez ; una cama matrimonial de tubos de hierro, una cuna, un aguamanil, una repisa y algunas imágenes de santos fueron algunas de las primeras cosas que el novelista vio al nacer. Luego habría de pasar al siguiente, al cuarto de los santos, donde dormiría con su hermana Margot y la tía Francisca Cimodosea, y se despertaría cada mañana bajo la atenta mirada de los santos acusetas del altar doméstico alumbrado con lámparas de aceite de corozo. Al final de este tercer cuerpo, en el extremo más interior de la casa, estaba el inmenso cuarto de la memoria: el de los baúles , que eran un montón, colocados en banquitos adosados a las paredes y repletos de libros, revistas, postales, muñecas, ropas y toda clase de objetos de los antepasados de Riohacha y Barrancas.

Una cuna, un aguamanil, una repisa y algunas imágenes de santos fueron de las primeras cosas que vio García Márquez al nacer

Entre esta galería, la segunda y el jardín se abría paso el luminoso corredor de las begonias , cuyos maceteros descansaban en una baranda de madera. En él habrían de sentarse a bordar, en las tardes de Macondo, Amaranta y Rebeca Buendía mientras se disputaban, con un odio sordo, el corazón del italiano Pietro Crespi.

Los distintos cuerpos de la amplia y variada mansión sólo tenían en común el piso de cemento y el cielo raso de madera .

En el patio se encontraba el baño con su alberca, el mismo que haría célebre Remedios la bella con sus interminables sesiones de autoadoración, y en un extremo, el cuarto rústico de la carpintería. En el traspatio o caballeriza, llamado «la roza», se levantaba el famoso castaño, a cuyo tronco iba a ser amarrado José Arcadio Buendía al descomponérsele la máquina del tiempo , y, en uno de los extremos laterales, estaba la letrina. Pero casi todo el espacio era de dominio de las gallinas, los cerdos y los chivos guajiros destinados a la próxima Navidad.

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