ENTREVISTA
Antonio Banderas: «Volver al arte efímero del teatro es una modernez extraordinaria»
El Teatro Soho CaixaBank de Málaga ha estrenado su segunda producción musical, ‘Company’. Detrás del sueño de nuestro actor más internacional hay más que un teatro: una orquesta sinfónica, una escuela técnica y artística...
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónCuentan que al inolvidable Bob Fosse le dio un susto el corazón en 1972 cuando ensayaba ‘Chicago’. Aquel infarto removió toda su vida, es el origen de aquella maravilla autobiográfica: ‘All That Jazz’ (1979), película musical a la que bautizó, precisamente, con el título ... del número inicial ‘Chicago’ y que hace balance de su danza con la muerte...
Por algo parecido, desde que en enero de 2017 sufrió un infarto de miocardio, Antonio Banderas decidió reordenar sus prioridades y poner el musical en el centro de su vida. Sintió que ya no podía esperar más y dedicó todo su empeño a poner en pie el Teatro Soho CaixaBank en Málaga, su ciudad natal. Un viejo sueño que no acababa de cuajar y que ahora cumple dos años. En España no somos todavía conscientes de la importancia de ese proyecto .
Algo ha tenido que ver siempre el teatro musical con Antonio Banderas (Málaga, 1960), hoy uno de los grandes del género. Lo tiene muy cerca del corazón desde que era niño, según relata, porque fueron los primeros musicales que contempló los que le hicieron soñar con subirse a un escenario. Ha pasado media vida. A sus 61 años, ha participado en un centenar de producciones cinematográficas, ha hecho carrera en Hollywood , ha dirigido filmes como ‘Locos en Alabama’ y ‘El camino de los ingleses’. Y tiene una estrella en el Paseo de la Fama. Pero el musical sigue siendo el centro de sus sueños. En 2003 logró una nominación a los Tony por su participación en ‘Nine’, que era su debut en Broadway, nada menos...
Entrar en la cabeza de Antonio Banderas no es tarea sencilla. Como todas las estrellas, emite tal cantidad de energía que resulta difícil mirarle o adivinarle directamente mucho rato. Pero Antonio mantiene esa cualidad tímida de los soñadores. ¿Qué hace hoy? Produce y acaba de estrenar el musical ‘Company ’ , que además dirige y protagoniza. Sístole y diástole. Hoy Banderas no es un actor, simplemente, por brillante que sea su carrera. Viene de rodar la última de Indiana Jones y volverá a otro rodaje importante en pocas semanas, pero hoy es sobre todo el responsable de un proyecto inmenso y complejo, es el director de un teatro, al que seguimos por un día, y está pendiente de todo, desde la financiación y los protocolos sanitarios a cómo le queda la peluca a un miembro del elenco.
Del corazón a la cabeza. Antonio logró abrir su teatro. Meses antes de la pandemia puso en pie la producción de ‘A Chorus Line’ -casualmente el musical que venció a ‘Chicago’ en el Broadway de los setenta-. Pero el covid congeló todos los sueños sobre el escenario , confinó al público lejos de la platea y planteó un desafío que sólo un soñador podía superar.
El Soho sostiene hoy 250 empleos en el teatro, las compañías y la orquesta que ha creado. A ello se suman 120 más de sus iniciativas gastronómicas, entre las que destaca ‘El tercer acto’, el restaurante del Soho, que siempre está lleno.
La pandemia lo frenó, pero no lo ha parado.
Estoy satisfecho. Me hubiera gustado que no hubiera habido nada de esto, pero no para nosotros, sino para el mundo entero, y haber podido continuar normalmente. A lo mejor estaríamos más lejos. Pero de todo se aprende y de esto también.
Me gustaría saber algo del momento en el que pensó que este teatro iba a ser realidad. Hubo un intento anterior que no salió bien y de repente otra vez volvió a ello. ¿Por qué?
No te voy a decir que en el mismo momento, pero el paso fue consecuencia del ataque al corazón. O sea, lo del corazón fue tal bofetón de realidad, de certezas absolutas, entre ellas pues... la muerte, preguntarme quién soy yo, para qué quiero un coche nuevo o una casa. ¡Si lo que yo necesito es alimentar mi vocación! Pues me voy a Málaga y hacemos ese sueño realidad. Ahí, ahí surgió. Ese fue el momento en que se produjo la ignición de todo este proyecto.
¿Y cómo está en estos momentos ese sueño? ‘Company’ es su nueva producción.
Específicamente, estos días estoy en el embudo de un estreno, con todo lo que eso significa. ‘Company’ no es un proyecto que se haya desarrollado en un tiempo normal. Yo comienzo a desarrollar ‘Company’ haciendo un ‘workshop’ con la compañía de ‘A Chorus Line’ y seis actores invitados en el mes de octubre del año pasado. Estábamos en pleno covid, hicimos una burbuja y comencé a experimentar ahí con la obra de Sondheim.
«El musical me sigue pareciendo algo mágico. Incluso el musical español, la zarzuela. Me ha gustado desde niño»
¿Por qué elige ‘Company’?
Queremos hacer musicales, pero también queremos hacer teatro. Y Sondheim tiene esa particularidad de que no son musicales digamos al estilo normal, sino que es un teatro musical. Son complejos los ambientes que trabaja, los personajes con los que juega, las relaciones entre ellos… Es un enigma dentro de un misterio rodeado de un secreto. Eso es el mundo de Sondheim.
Hay algo que me intriga mucho. Trae usted la experiencia de América. Viene con una cultura de la industria más potente del mundo. Y quiere injertar eso aquí. ¿Se puede? Es difícil. ¿Cuál es la fórmula para no rendirse?
Primero, respetando la idiosincrasia de nuestro país y de Europa y del proteccionismo cultural que se vive en nuestros países. Un proteccionismo cultural que se establece desde los Estados por las subvenciones y otras leyes. Has dado en el clavo. He vivido 26 años en EE.UU. y es distinto. En la ópera de San Francisco, por ejemplo, en la puerta del vestíbulo hay una gran placa de mármol con los nombres de una montaña de familias, personas e instituciones que quieren tener un teatro de ópera y se lo pagan. Hacen uso limitado y después lo abren al público que quiera darse el gustazo.
Parece las antípodas.
Nadie ha oído jamás hablar del Teatro Nacional norteamericano ni del Ballet Nacional norteamericano. En los Estados Unidos, la cultura y el mundo del arte no es subvencionable. El ‘tax payer’, como dicen ellos, no va a permitir que eso ocurra. Tiene que ser privado. Y así se desenvuelve en Broadway y así se desenvuelve Hollywood. Es privado y muy exitoso por una competencia muy fuerte que hace que los espectáculos que ofrecen para ganar la batalla son muy, muy potentes.
«Aunque llene el teatro todos los días en Madrid yo pierdo dinero. La compañía cuesta 120.000 euros a la semana»
¿Su proyecto ayuda a generar este tipo de cultura de mecenazgo entre nosotros?
Cuando yo trato de hacer ese injerto, como tú bien describes, en España, lo primero que tengo que hacer es respetar las reglas del juego que hay aquí. Yo no voy contra nadie. En España estamos muy acostumbrados a que cualquier persona que triunfa tiene que triunfar contra alguien. ¿Por qué? Lo único que le ofrezco al Estado es que el dinero que podría haberse usado en mi proyecto se use en otra cosa. Mi único objetivo es la excelencia. Eso no me garantiza el éxito, porque el éxito no lo garantiza nada en nuestra profesión, ¡nada! Y esa es la grandeza y la miseria de lo que hacemos nosotros. Así debe ser.
La calidad es la batalla.
No busco un fin mercantilista y eso me da ventaja, porque yo digo: «A ver, partituras de ‘A Chorus Line’». Entonces me dicen aquí hay un arpa, pero que normalmente se hace con un teclado. ¡No, no! Yo quiero un arpa. ¡Pero, Antonio! Que un teclado te hace un sonido exactamente igual.
Un arpa real
La historia es cierta y tiene albañilería. El arpa no cabía en el foso del Soho y hubo que abrir un boquete para que entrase. El director de la orquesta sinfónica del Teatro Soho, Arturo Díez Boscovich, lo confirma: «Normalmente utilizamos ‘samplers’ para estas partes, pero Antonio quería que todo fuera real, un arpa de verdad. Pensamos que da lo mismo, que el sonido sintetizado hoy es de mucha calidad, pero para Antonio eso no es suficiente», relata el director musical del teatro. La gente ni siquiera sabe «que es un proyecto sin ánimo de lucro, que todo se reinvierte», añade.
El Soho es un teatro incrustado en un edificio de pisos. Es parte de la ciudad, piel con piel. Dentro, en las oficinas, el despacho de Banderas es realmente pequeño, una cuarta parte del de su gerente. Una mesa muy ordenada, el ordenador, pocos papeles y un pequeño «Oscar» de plástico, un panel con el elenco y las suplencias de ‘Company’, algunos libros y carpetas en una balda junto a la ventana. Al lado, una sala para reunirse con el equipo, una docena de personas como mucho, con un purificador de aire de ozono. Es bueno aparcar un rato la mascarilla.
Antonio, ¿por qué era tan importante el arpa?
Se nota la diferencia. El público sabe que aquí todo lo que le está llegando es acústico y es real. Si suena un arpa, ahí hay una persona tocando. El público no es tonto, nota la calidad inmediatamente.
Eso acrecenta gastos, ¿no?
‘A Chorus Line’ está en Madrid con un éxito importante. Aunque llene en el teatro todos los días hasta el final de abril, yo pierdo dinero. La compañía me cuesta 120.000 euros a la semana. Aunque llene el teatro, ya te digo, no puedo pagar eso. Pero no está mal si puedo devolver el crédito que hemos pedido al banco y nos permite otra línea de crédito para el siguiente espectáculo. Estamos siempre al borde del desastre, pero de momento eso lo respaldo yo.
Y seguramente fundar una orquesta es otro gasto grande.
Es que tenemos 26 músicos. La mitad de la orquesta sinfónica está aquí, la otra mitad en Madrid. ¡Y qué músicos! Tenemos muy buenos vientos, muy buena madera y muy buenos metales. Y eso se debe a la Semana Santa en la que los niños se han criado detrás de un Trono tocando hasta las cuatro de la mañana. Los americanos han dicho que el disco que hemos hecho de ‘A Chorus Line’ y que se va a publicar Dios mediante es el mejor que se ha hecho de toda la serie, supera al de 2006 y al de 1974. Ha sido milagroso.
«No puedo soltar una cosa que en los 70 era un chiste y ahora es una ofensa. No distinguimos lo que es humor de lo serio»
¿Cuál el mayor logro aquí?
El mayor logro fue terminar el teatro. Me acuerdo de estar ensayando hace dos años y venir los americanos y preguntar: «¿Pero esto va a estar listo para el día 15 de noviembre?». «Sí, sí, sí», les decía. Y un mes antes de iniciar las representaciones, me subo en el anfiteatro a una silla y no le veo los pies a los actores que iban al proscenio. Le digo al arquitecto: «¿Aquí se puede poner una cortina para tapar esta parte?». Me responde: «¿Para qué?». Porque no voy a abrir la parte de arriba. Aquí o todo el mundo ve el escenario entero o no se abre. Y pusimos a 27 tíos en la feria de Málaga a levantar 1,2 metros todo el anfiteatro a un mes del estreno. ¡Fue alucinante! [risas].
Toda esta veta suya en España se conoce menos. ¿Qué tiene de especial el musical?
La música... [con guasa, pero los ojos le brillan]. Yo me hice actor por el musical. Vi ‘Jesucristo Superstar’ en 1972. Ya en el colegio, con 12 años, empecé a hacer mis primeros pinitos. Después, en 1976, entró ‘Hair’ en Málaga. Era una especie de alegoría de Grotowski. Y flipé.
Su big bang.
Mis primeros pasos mentales de ser actor están relacionados con la música. El musical me sigue pareciendo algo mágico. Incluso el musical español, o sea la zarzuela. Me ha gustado desde niño.
¿Pero cuál es esa magia?
La abstracción, esa cosa loca donde de pronto los personajes cantan. Pasa en la ópera, en la opereta y en el musical. Y el norteamericano en especial me produjo siempre mucha inquietud y curiosidad. ‘A Chorus Line’, que es clave para entender el Broadway moderno, lo vi en 1974 en el Teatro Monumental, con toda la música pregrabada. Había más gente en el escenario que en el patio de butacas.
Y lo vuelve a poner en pie.
No se había vuelto a hacer, no tiene esa potencia familiar que tiene ‘El Rey León’, ‘Billy Elliot’. Ojo: que me gustan mucho. Yo hice ‘Frida’ con July Taylor.
¿‘Company’ le viene que ni pintada a nuestra sociedad?
Le he dado la vuelta, lo he hecho recordado, o quizá soñado. Es una convocatoria a determinados recuerdos que tienen que ver con el compromiso entre seres humanos, tanto a nivel de amistad como de pareja. Es la incapacidad que tiene el personaje principal para decir: «Te quiero». Él piensa que el momento de comprometerse con alguien se pierde a sí mismo y entonces tiene un miedo brutal a ese paso y no lo da. Sus hijos, sus amigos, sus novias le zarandean. Tiene algo de Hamlet, de Don Juan. Me he planteado, ¿existe realmente Bobby o es una proyección en la cabeza de sus amigos? Continuamente le están empujando a que haga cosas que ellos ya no pueden llevar a cabo.
«‘Company’ lo planteo como recordado. Sondheim me dijo que la estructura era lo único que no podía cambiar»
Lo ha cambiado mucho.
Hay metateatro, momentos donde se rompe la cuarta pared y nos dirigimos al público. Los actores están continuamente en el escenario. Lanzo cada escena con un chasquido de dedos y Bobby participa o queda como testigo, y a veces las dos cosas al mismo tiempo. Y cuando hay algo que le molesta, lo para con otro chasquido y se hace un comentario al público.
¿Qué le dijo el autor?
Sondheim me dijo que la estructura era lo único que no podía cambiar. Dos condiciones: no hagas ninguno de los show que ya se ha hecho. Y no rompas la estructura. Puedes reinventar el show. Los enigmas son tuyos. A él le gusta que lo versioneen, pero no puedo quitarle una coma. Eso da problemas.
¿Lo políticamente correcto?
Hay chistes que ya no funcionan. Viene de los años 70 y ahora estamos en una etapa en la que todo está prohibido y censurado. Hay un momento en el que decía: «Esta mañana, cuando venía me he encontrado con Helen, que se ha casado y está gorda como una vaca». Paro la escena con un chasquido y se queda así: «Me la he encontrado y está... muy desmejorada después de haberse casado. De hecho casi ni la ha reconocido. Qué pena». No puedo soltar una cosa que en los 70 era un chiste y ahora una ofensa. Hemos perdido la inteligencia que teníamos de saber lo que está dentro del humor y de lo que es serio. Los cómicos lo tienen duro. La comedia es casi clandestina. Porque antes teníamos la capacidad de reírnos de las cosas y de nosotros mismos.
¿Algún consejo a quienes quieran seguirle?
Es muy complicado, hay tantas plataformas, tanta oferta... Es bueno para los profesionales porque hay trabajo. No se puede negar: Netflix, Amazon, Google, Apple, dan trabajo. Yo he regresado al teatro porque fueron mis comienzos y por otra razón. Ahora parece que aquellas cosas que no están grabadas no existen. Y a mí un arte que prima lo efímero y que queda solamente en el recuerdo me parece algo maravilloso. Me parece precioso volver a la verdad de la actuación. Ustedes están allí. Nosotros, aquí. No hay nada en medio. Y vamos a participar en un ritual que tiene 3.000 años, quizá más. Nos vamos a reír, a emocionar, a reflexionar sobre determinados asuntos. Y a mí eso me parece una magia extraordinaria, Volver al teatro en estos momentos, para mí, como actor, es una modernez extraordinaria. Mi consejo es la búsqueda de la verdad, siempre que uno hace arte.
Cuerpo a cuerpo, como decía Alberto Conejero la semana pasada.
Cuerpo a cuerpo, sí, señor.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete