Ángela Becerra, tras las huellas del pasado

Ángela Becerra es persona que combina muy bien ámbitos en apariencia poco compatibles. Así, comenzó su carrera literaria como poeta, con «Alma abierta», donde ya se traslucía esa buena transposición de los contrastes entre sentimientos que se convertiría en la piedra de toque de su narrativa y de su éxito. También ha ejercido durante muchos años como directora creativa de importantes agencias de publicidad y, asimismo, hace incursiones en la pintura, en la escultura, en el teatro, en la fotografía...

Esta curiosidad casi sin límites, muy asociada a los sentimientos incontrolables que sabe describir muy bien en sus novelas, es pertinente para entender esta última narración, pues Becerra sabe buscar en el pasado justas e idóneas situaciones que son parte sustancial de lo que se piensa en el presente. De ese modo realiza una especie de acomodo de las emociones que acucian al lector de hoy, con sus fantasmas y ansiedades, a un pasado donde ocurrían cosas similares y cuyo efecto es tranquilizar, colocar una balsa a la que aferrarse cuando ese presente nos parece irresoluto e inquietante.

En esta novela, por ejemplo, nos habla de una heroína -ya que en la actualidad comienza a revisarse el ayer en busca de mujeres olvidadas por la Historia- de la que apenas se conocen datos biográficos. Se trata de Betsabé Espinal, una hilandera colombiana que con 23 años dirigió la primera huelga habida en Latinoamérica. La falta de referencias relativas a Espinal y el suceso, que tiene todos los visos de abordarse como una épica , le vienen como anillo al dedo a Becerra para construir una historia que fue en parte tal como la narra, pero que lo podría haber sido en su totalidad.

Esa dramatización, que tiene sus orígenes en el folletín decimonónico , recoge una historia ya clásica, la de dos hermanas de leche (es decir, amamantadas por un ama de cría), una rica y otra pobre, y que son separadas apenas llegada la pubertad. Esta historia de clases sociales casi abismales en sus diferencias, y la de la primera huelga en Latinoamérica, sirven, además, para entender todo el proceso de la lenta liberación femenina. Por mor de la desaparición de gran parte de la población masculina después de la guerra de los Mil Días, las mujeres entraron a formar parte de la producción nacional en las fábricas, lo que condujo a abusos pero también a que tomaran conciencia por primera vez de su situación y reclamaran sus derechos. Si a esto le añadimos una lírica exaltada de los sentimientos empezaremos a comprender el porqué de la fascinación que ejerce esta novela entre sus lectores.