André Breton, en busca de lo mágico

No hay nada ingenuo en este deseo de que el arte sea verdad, que sirva para transformar la vida, y ciertamente nada prosaico. Antes al contrario: el programa de Breton es el de los románticos, ya que el surrealismo es heredero directo del romanticismo como lo es de la magia renacentista (de la que Breton, desgraciadamente, sabía poco, seguramente porque no tuvo tiempo de leer a Frances Yates ) y de la gnosis, como él mismo explica varias veces en este libro.

Pero ¿qué es el «arte mágico»? Breton parte de una intuición esencial: que debe de existir, sin duda, un arte mágico, y que es necesario describirlo y comprenderlo. La idea de que todo el arte es mágico en cierto sentido no nos sirve, y tampoco la identificación de la metáfora como procedimiento típicamente mágico . Breton quiere ir más allá de estas generalizaciones y emprende la composición de una ambiciosa historia del arte que abarca desde la prehistoria hasta la pintura contemporánea.

El problema es que ni él mismo sabe muy bien qué es exactamente la magia. ¿Problema he dicho? No, quizá eso no sea un problema, ya que este libro, «El arte mágico», no es en absoluto un ensayo sobre arte, es decir, el resultado de una investigación, sino que es la investigación en sí. Por esa razón, también, se completa con un cuestionario realizado a numerosos autores de la talla de Heidegger, Octavio Paz, Caillois, Levy-Strauss, Blanchot, Bataille... a los que Breton presenta varias preguntas que la mayoría de ellos se esfuerza, de un modo o de otro, por no contestar, o bien, como hace Heidegger, por ejemplo, por responder con otras preguntas . Qué galería de pedantes, Dios mío, y cómo disfrutan escribiendo frases enrevesadas llenas de dobles negaciones.

¿Qué es la magia? Para su investigación, a Breton no le sirven ni el camino trillado de la magia convencional (Eliphas Levi, la magia de salón), ni el camino trillado de la visión «ilustrada» y sociológica (Frazer, Durkheim), porque intuye que los dos son literales. Para él, tiene que existir una tercera vía que ha de encontrarse en el lenguaje del arte. Sus análisis de El Bosco, de Piero di Cosimo, de Giorgio de Chirico, insinúan una posible visión de lo que Breton intuye o intenta decir, sin lograrlo del todo. La magia debería ser esa dimensión a la que el surrealismo pretende acceder, una totalidad psíquica en la cual sería posible encontrar una vía de liberación del ser humano que sólo de forma muy superficial sería política (aunque también), y cuyas últimas consecuencias sólo pueden ser conjeturales.

Detalles aparte, digamos que nos encontramos, una vez más, con una de esas maravillas que nos regala Atalanta de vez en cuando , un libro precioso, lujosamente ilustrado, una joya exquisita y una rareza, que tiene al mismo tiempo, prodigios de la inteligencia editorial, toda la hechura de un perfecto regalo navideño ahora que se aproximan estas fechas.