LIBROS
Álvaro Pombo: «Estamos viviendo en un mundo tonto e indiscreto»
A sus 81 años, el escritor santanderino publica una nueva novela y cuenta que tiene en mente y entre manos otras historias a punto de rematar. Nunca ha sido un escritor fácil: ajeno a las modas literarias y a la corrección de pensamiento
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Iniciar sesiónEn uno de mis recuerdos de adolescencia aún se pasea Álvaro Pombo (Santander, 1939), libro en mano, por los jardines del madrileño Parque del Oeste. Yo, recién salida del colegio, de regreso a casa y con ganas ya de conocer mundo. Él, un escritor ... de éxito aquilatado en el reconocimiento crítico que buscaba acomodo para sentarse a leer a la sombra de un árbol o en el banco más escondido. Su imagen todavía me resulta inolvidable e inconfundible, como la de un marinero en tierra : alto y de aire desgarbado, con una barba puntiaguda y unos minúsculos anteojos redondos. Fue aquella silueta que se perdía entre el paisaje urbano del madrileño barrio de Argüelles la que me despertó el posterior interés por sus libros, que fui comprando uno tras otro en el ya extinto Círculo de Lectores. Muchos años después me siento frente a él en uno de los saloncitos de su casa de toda la vida . Rodeados de libros y de cachivaches por todas partes. Ahí están sus lecturas de cabecera: de Heidegger a Kafka o Sartre. Filosofía pura. Y por allí se pasea un minino negro, desconfiado, que, tal vez, sea el que aparece en la portada de su última novela, El destino de un gato común , y ejerce de coprotagonista en sus páginas.
¿Cómo está y cómo está llevando esta realidad nuestra tan kafkiana: entra la pandemia y el confinamiento?
Es una historia importante para todos. Me parece importante hacerse cargo de ello, hablar de ello, pero a mí no me ha afectado nada. Vivo muy en casa. Salgo a dar una vuelta, voy a la plaza... Y luego, estoy en casa. Escribir es la única actividad que hago, y mucho.
Uno de los protagonistas de su última novela es un militar jubilado que, tal vez, evoque su figura. ¿Cuánto hay de Álvaro Pombo en los personajes de sus historias?
Son novelas con personas como yo, que toda la vida han leído y han estudiado, aparte de hacer muchas otras cosas. El «yo» individual del narrador se pierde en sus narraciones. He escrito unas 30 novelas. Estoy ahí, sin duda. ¿Dónde vas a estar? ¿De qué vas a sacar las cosas si no es de ti mismo y de lo que hay alrededor? Yo soy mi circunstancia, que decía Ortega. Me interesa más la relación de la Teología y la Filosofía con la narración, por un lado. Y luego la Historia. Entre la Historia y la ficción, la ficción gana. La ficción se come todo. Pero, sin embargo, la Historia es un referente muy importante, porque la Historia es la historia de cada cual. Es la Historia de España, de México... pero también es la mía, la propia...
«Nada echo de menos. Cada época ha tenido su belleza e intensidad, pero ha pasado. Si acaso echo de menos el futuro»
¿La Historia con mayúsculas la escriben personajes minúsculos como usted, como yo...?
Si lee cualquier texto mío, realmente hablo yo, soy yo el que cuento cosas, pero no es una búsqueda del yo, no es autorreflexión, son reflexiones acerca del mundo. El autorretrato es una empresa imposible. El relato puede más que tú mismo. En ese sentido, es cierto que el autor ha muerto. El autor se difumina en todo el relato, y creo que eso es bueno. Hay demasiadas cosas que contar para entretenernos mucho en nosotros mismos.
¿Y quizá en este momento que estamos viviendo más que en ningún otro?
En cualquier momento hay muchísimas cosas que contar. La frase de que «hay más cosas en el cielo y en la tierra -Horacio- que en tu filosofía». No sé, pero sí hay más cosas en el cielo y en la tierra que en mi cabeza, por lo que haré bien en fijarme en lo que hay en todas partes, y lo hago.
Deduzco que el papel de Pombo como escritor se resume en el de un mero observador.
Claro. Escribir es componer unos cuadros. Tiene mucho que ver con la materia del lenguaje, salen personajes, salen situaciones. Es muy divertido e interesante.
En su larga carrera como escritor, ¿nunca ha pasado por esa crisis tan literaria de tirar la toalla, de dejarlo todo?
No. Tengo pocas crisis. Nunca he tenido crisis de nada. Soy estable. Ahora, todos tenemos la crisis de que no tenemos dinero.
«La gente en España es muy especialita, tiene que estar todos los días con los colegas. Yo prefiero grupos reducidos»
¿Esta sí que es una crisis gorda, de verdad?
Estamos ahorrando en la caña... Acuérdense de hace un año, estábamos tomando copas y aperitivos. Es una tontería, pero una copa te cuesta 15 euros... Hace muchísimo tiempo que no hago esas cosas.
¿La edad pesa?
Siempre digo que el punto es que, mientras puedas moverte y tengas cabeza... Es malo perder eso: tener la cabeza clara, porque puedes disfrutar de muchas cosas.
¿De qué disfruta Álvaro Pombo?
Disfruto de la belleza de la existencia, de la vida, de las personas que cuentan cosas... El concepto de disfrutar, de la felicidad, incluso se amplía mucho con la edad: se reduce la ansiedad y se aumenta la paciencia. Surge una especie de aceptación y eso es bueno.
¿Se relaciona con las nuevas generaciones de autores?
No, no tengo mucha relación. Sí conozco gente joven. En realidad, tengo unas relaciones muy restringidas. No estoy en grupos. Iba a la Academia una vez por semana. Ahora no vamos. Las reuniones son virtuales. Tengo relación personal con muy poca gente. No es que sea misántropo, es que no soy de grupos.
«El catolicismo es una institución muy estropeada. No hablo de la fe en Jesucristo, me refiero a la institución eclesial»
¿Pero ha tenido un poco fama de misántropo toda su vida?
Supongo. Pero la gente en España es muy especialita, tiene que estar todos los días con los colegas. El gran drama de la gente de su edad es que no pueden estar en grupos por las restricciones.
Bueno, a mí más de dos me parece una multitud.
No es que no me divierta, pero prefiero grupos reducidos, máximo de tres, para poder hablar y poder escuchar. Pero estoy al tanto de lo que pasa.
Dice que está al tanto, ¿qué lee Álvaro Pombo en estos momentos?
Leo 20.000 leguas de viaje submarino . Mucha filosofía existencial, Sartre. Menos Literatura que Filosofía o Teología.
¿Cómo ha vivido las últimas polémicas en el seno de la RAE, que se hayan aireado algunos trapos sucios en los medios de comunicación e, incluso, en las redes sociales?
He vivido algunas, pero no sé... Hablar me parece mal. ¿Qué sentido tiene eso? Es como si cuentas cómo te va con el marido, con el amante o con quien sea. Eso no se cuenta. Hay que callarse. La indiscreción contemporánea es absolutamente repulsiva. Estamos viviendo en un mundo tonto e indiscreto. Hay cosas de nuestras familias que si lo cuentas por escrito, en un relato largo, es otra cosa: tiene una separación estética, una separación dramática. La gente cuenta, no solo en televisión. Por ejemplo, en la Academia, no hay nada de lo que sucede allí que interese fuera. Se nos ha dicho que no hablemos, pero la gente cuenta cosas.
Más allá de la pandemia, ¿qué piensa de la actualidad política, de las elecciones en Estados Unidos?
Estoy bien conectado, y me interesa lo que está pasando. Aunque, a veces, es muy aburrido y no entiende uno cómo Trump, por hablar de otro país, tiene tantísimos millones de votantes. Las últimas declaraciones que hizo antes de las elecciones era «Covid, Covid, Covid... Estamos hartos del Covid». Gilipollas, ¡cómo vas a estar harto!
¿Tenemos la clase política, tan mediocre, que nos merecemos?
¿Sabe lo que pasa? Es que nos hacen dudar de si verdaderamente la democracia merece la pena. Si piensas que hay millones de personas que votan a un hombre como Trump, te quedas... Si la democracia es esto... No sé lo que quiero, pero tampoco quiero a Maduro. Es un momento complicado. Las instituciones están en un momento complicado: esa especie de anti-establishment de Trump, por ejemplo, que en el fondo es muy popular, y esa especie de teoría conspiranoica.... Me parece que las instituciones están en peligro y son más importantes que las personas. Sin instituciones, estamos perdidos. No sé. Es complicado. Por ejemplo, el catolicismo es una institución muy estropeada, muy maleada, no la fe en Jesucristo, no hablo de eso, hablo de la institución eclesial. Pero tienes una sensación rara con respecto a la Iglesia que conocemos, que se calló todo lo de la pederastia durante tanto, mucho, tiempo.
¿Qué opina del Papa y sus intentos de cambio?
Hace guiños, pero esos guiños tienen poca fundamentación teológica.
Precisamente, ese es uno de los puntos débiles que se le critican al Papa Francisco.
Un poco. Son guiños amables y pastorales. Pero no acabo de verlo... Hay que pensar la ética entera, que es un sistema. Y no sé si lo está haciendo.
De regreso a la literatura y a su larga lista de novelas, ¿se siente realmente reconocido, valorado, o a estas alturas eso importa poco?
Nadie puede decir eso sinceramente. A todos nos importa el reconocimiento de nuestros coetáneos. Nadie puede decir sinceramente «escribo para mí». Puede haber alguien que lo diga, pero no es muy verosímil. Sí me importa el reconocimiento de mis coetáneos. He tenido un reconocimiento a lo largo de mi vida continuado. Pero no hay que estar todo el día en el candelero, o en el candelabro como decía Sofía Mazagatos, no hace falta que salgas en televisión una vez por semana. Necesito una especie de recogimiento, que creo que es importante. Hay que estar resguardado, pero no por miedo. Hago un elogio de la paciencia y de la discreción.
¿El éxito le hizo vanidoso?
He tenido en algún momento, luego se rebaja, se pasa con la edad. Pero hay que tener en cuenta que el publicar libros puede convertirte en un gran vanidoso. Hay que tener cuidado. Te puedes volver un creído sin serlo.
«Hay que guardar las distancias para salvar las distancias. No se salvan las distancias estando todo el día en la pomada»
¿Cómo ha mantenido la vanidad a raya?
He tenido mucho cuidado siempre. He vivido en un mundo muy autocrítico, en un mundo severo. He sido severo conmigo mismo, dentro de un límite. Mi generación, que es la del 39, la de la posguerra, tuvo una educación severa. No se publicaba tan joven, por ejemplo, como ahora. Por consiguiente, hasta los 40 años no empecé a publicar cosas. He tenido un éxito de mayor, a los 50. Eso es bueno. No te parece bien cuando tienes 30 o 40, pero es bueno porque te pone en tu sitio Como dice un gran poeta contemporáneo, Juan Antonio González Bedoya: «Un ángulo me basta. Un libro y un amigo». De alguna manera, te tiene que bastar eso: un ángulo, un libro y un amigo, porque es que, si no, estás en una exposición permanente y estúpida.
La industria editorial va por otros derroteros.
La industria editorial es lo que es.
¿En qué queda la vocación literaria si hoy los «escritores» salen de las redes sociales y de la televisión?
Tienen vocación de publicista, que es distinto. Cada uno tiene la vocación que tiene. Hay gente que disfruta mucho, y hay gente que lo hace muy bien.
Me temo que no le agrada el exponerse demasiado, ni que le expongan.
Es importante el recogimiento, la idea de... No hace falta salir mucho. No hace falta salir tanto. Se trata de entender. Es un problema de entender a la gente, y para eso no hace falta tanta exteriorización.
¿Una cierta sensibilidad?
Una cierta austeridad. Creo que eso es muy importante. No estoy tronando contra los vicios del mundo, nada de eso. Lo que digo es que el escritor debe estar un poco resguardado y debe trabajar mucho.
¿Ve cine?
Sí. Me gusta mucho el cine. Y la televisión, las series.
«Las instituciones son más importantes que las personas y están en peligro»
¿Qué series ve?
Hay series muy buenas, por ejemplo, Los Tudor , El ala oeste ... Hay miniseries magníficas. He visto una miniserie que retrata al fundador de Fox News. Me parece un prodigio de retrato literario, fotográfico y narrativo. Russell Crowe, que ha sido un mozo, ha engordado, y cómo hace ese personaje. Me parece muy interesante. Son cosas que te dan ocasión para pensar.
¿Y qué piensa del devenir de los medios de comunicación?
Leo la prensa española con mucho gusto. En ABC hay gente que conozco, por ejemplo, Albiac. He terminado de leer su último libro ayer, El diccionario de los adioses . Hay una gente muy buena. Leo muchos periódicos, pero hay que equilibrar las lecturas y lo que escribes. Llega un momento en que las lecturas te saturan. Hay que dejar de leer un poco, a veces, y decir: «Voy a poner esto en cuartilla a ver qué pasa».
¿Añora alguna época especial de su vida?
No. Echo de menos el futuro... Pero no he echado de menos nada, porque las épocas han tenido su belleza y su intensidad, pero han pasado. Como dice Aznar, El futuro es hoy . Me gustó mucho ese libro, y el título. Me pareció que tenía razón. No hablo de la política: Aznar, sí; Aznar, no. Pero, ¿el futuro no está lejos? Sí, sí. El ahora, el presente está tan lejos como el pasado y como el futuro. Estamos en esa especie de continua conversación y de continua interacción entre nuestros tres hechos temporales: el pasado, el presente y el futuro. Aznar había captado eso muy bien: es un impulso. Ahora es cuando hay que escribir la novela, ahora es cuando hay que hacer lo que estés haciendo...
Al cabo, aquello de «carpe diem», no dejar pasar el momento.
Claro. Cuida bien este día, porque este día es la esencia de todos los días, del futuro y del pasado. Cuida alegremente este día. No se trata de carcajadas o de chistes. Es una especie de sensación de bienestar.
¿Mantiene alguna relación con su ciudad de origen, Santander?
Sí, pero a mí manera. Soy una persona distante. Mantengo mucha relación con Santander, pero soy distante. Hay que guardar las distancias para salvar las distancias. No se salvan las distancias estando todo el día en la pomada.
¿Le hubiera gustado vivir en otra ciudad que no fuera Madrid?
No. Me gusta la gente que conozco. Me gusta lo que tengo. Soy un monótono. Sé que no es lo mejor. Pero tengo lo que tengo. El otro día eché de menos los bloody marys que tomaba hace años en el Wellington. Lo comentaba con José Antonio Marina, y me decía que llevaba diez años sin acordarme de eso. Pero, de repente, me acuerdo de la época en la que yo bebía. Ahora puedo beber poco, porque tengo el estómago muy estropeado.
¿De la infancia se acuerda?
Sí. Además, lo pongo en mis libros. Rilke decía que ni la niñez, ni el futuro menguan en el corazón. Me parece muy interesante tanto lo del futuro es ahora como lo de Rilke; ni la niñez, ni el futuro menguan. Al contrario, se expanden, como nuestra existencia.
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