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ABC Cultural

MIS BESTIAS SAGRADAS

Alfred Hitchcock, el hombre que sabía demasiado

Pérfido y de una perfecta precisión en su cine, el director inglés consiguió crear nuevas formas de llenarnos de miedo y zozobra

Hitchcock, genio y figura hasta en la hoguera
Juan Manuel de Prada

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Las facciones de bebé abotargado, la sonrisa flácida o quizá displicente, los andares patosos, la voz nebulosa y como tranquilamente triste, el indefectible traje negro que apenas abarcaba su barriga y la corbata del mismo color que le oprimía su cuello de doble o triple ... papada. He aquí uno de los emblemas más universales de nuestra cultura . Alfred Hitchcock quizá sea (con permiso de Chaplin ) el director de cine cuya efigie se ha incorporado con mayor nitidez al imaginario colectivo. Nació en Londres en 1899 y amuebló la tierra en 1980, cuando ya llevaba instalado en Estados Unidos cuarenta años. Pero, más que las fechas de su natalicio y defunción, importan las de su biografía amatoria : se casó a los 27 años (siendo todavía virgen, según confesión propia) y sobrellevó los últimos cincuenta de su vida conyugal sin incurrir en el coito. Su época de actividad sexual apenas duró, pues, cuatro años; los setenta y siete restantes los empleó en maquinar sus lujurias puramente mentales, ese universo malsano y tórridamente gélido que caracteriza su cine . Mentiríamos, sin embargo, si afirmáramos que su cine delata al reprimido o al insatisfecho; por el contrario, su alambicado erotismo está siempre recorrido de un humor entre flemático y malévolo, que convierte cualquier historia de amor en una perversa y regocijante charada.

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