Alberto Schommer, de principio a fin en San Sebastián

Lo más impactante de la cita son los retratos psicológicos de los sesenta que, por su ubicación, se convierten en reclamo visual de la sala, resultando muy difícil, una vez nos reciben, evadirse de su fuerza para continuar el recorrido planteado. Los de Celaya, Alberti y López Aranguren, o la manera en que el artista retrata a Chillida , con marcadas geometrías de luces y sombras, forman casi un bloque escultórico; José Hierro , con las libélulas que inundan su rostro, Salvador Dalí y su atrezzo o la magistral imagen de José Luis López Vázquez , atrapado en largos metros de película, son iconos, escenografías, retratos cargados de ironía que se materializan en un blanco y negro perfectamente contrastado.

Si el espectador se plantea hacer el recorrido propuesto se encontrará en la planta baja la primera época del autor , con unas fotos que podríamos denominar de corte social o costumbrista, cercanas al fotoperiodismo o a la fotografía de archivo de las calles de Vitoria, Biarritz, La Rioja o Hamburgo.

Poco a poco, esas imágenes van volviéndose más conceptuales , incluso abstractas, creciendo en formato y dejándonos ver cómo Schommer va sumergiéndose en una investigación plástica que va más allá de la técnica fotográfica. Y es ahí donde nos topamos con «Paisajes y escenarios urbanos», un apartado que recorre series tan interesantes y opuestas como «Máscaras» y «Paisajes negros», en las que aparecen juegos de manchas de color, en las que coquetea con una saturación e intensidad semejante a la de las pinceladas pictóricas.

Para cerrar esta planta buscaremos los retratos a color de Wharhol y Lichtenstein , así como dos imágenes vinculadas a los retratos psicológicos que nos recibían en la sala, dos irónicas propuestas de la serie «Levitación» en las que aparecen monseñor Suquía y monseñor Tarancón , atrapados entre iconos cristianos, y un tríptico de 1975 que muestra cómo queda reducida a cenizas la máscara mortuoria de Franco , que jamás permitió que su gobierno posase para el fotógrafo.

La segunda planta contiene su última etapa y ofrece piezas de un Schommer investigador, con mayor comprensión de la foto como disciplina artística . Aquí encontramos sus «Cascografías» –fotos cuyo papel se arruga de forma escultórica–, en las que la imagen va tomando una forma más tridimensional, y una serie de bodegones hasta ahora inéditos , junto a sus ya famosas series de flores creadas por superposiciones lumínicas que se convierten en la parte más pictórica de su producción. La muestra se queda algo corta como retrospectiva, pero es muy interesante como recuperación de una figura indispensable en la fotografía de nuestro país, ya que está formada sin duda por grandes piezas.