LIBROS
El estreno de Mortimer como novelista
John Mortimer fue abogado de prestigio, guionista y dramaturgo de renombre. Sólo al jubilarse se convirtió en novelista. Ahora aparece en español la primera entrega de su ciclo narrativo
RODRIGO FRESÁN
La lectura de «Un paraíso inalcanzable» produce sentimientos encontrados: por un lado, el regocijo de estar pasándoselo tan bien a medida que leemos la novela; por otro, la angustia de preguntarnos cómo es que no conocimos a John Mortimer hasta ahora; y la renovada certeza ... de que hay tantos por ahí a los que jamás llegaremos. Porque ya se sabe: los libros son cada vez más y el tiempo cada vez menos.
Por lo que se imponen aquí algunos detalles previos: Sir John Mortimer (Inglaterra, 1923-2009), además de escritor y guionista de televisión (suya es aquella muy exitosa adaptación de «Retorno a Brideshead») y dramaturgo de éxito (la ya clásica «Viaje alrededor de mi padre»), fue abogado de renombre. Oficio donde recabó material para las andanzas humorísticas del legista Horace Rumpole (que muchos colocan a la altura del Jeeves de P. G. Wodehouse).
Desconcierto y furia
Algunos casos suyos fueron muy sonados, como el de la defensa de la discográfica Virgin, acusada de obscenidad cuando los Sex Pistols pusieron eso de «Never Mind the Bollocks» en la portada de su álbum debut. Mortimer ganó el juicio.
Jubilado en 1984, Mortimer decidió dedicarse «full-time» a la escritura y, en 1986, publicó «Un paraíso inalcanzable» , a la vez que entregó a la televisión los libretos de la serie basada en ella. Y lo de más arriba: hay en esta novela una curiosa mezcla de actitudes aparentemente irreconciliabes. Es como si un baile de aristócratas fuese interrumpido por un puñado de drugossalidos de «La naranja mecánica» o como si a un gran fresco decimonónico y victoriano se le clavase en su sonrojada mejilla el más sangrante y «punk» de los imperdibles.
De nosotros depende que no se queden sin traducir los demás Titmuss
Así, una mezcla del venerable Charles Dickens en «Casa desolada» con la ferocidad del por entonces joven Martin Amis para contar la caída en desgracia de un ideal nacional y el irrefrenable ascenso del amargo Leslie Titmuss, trepador y acaudalado y ambicioso diputado conservador del villorrio de Rapstone Fanner y –para desconcierto y furia de los herederos naturales– sorpresivamente único beneficiario del muy bien dotado testamento de Simeon Simcox, párroco socialista.
El desorden de esta sala
Este misterio –que a más de uno evocará el aire de las farsas muy sofisticadas del canadiense Robertson Davies– no es más que el disparo de salida para que se nos proponga una suerte de fidedigna historia alternativa de Gran Bretaña. Cuatro décadas que van desde el triunfal pero desolado fin de la Segunda Guerra Mundial al gobierno de la loba feroz Thatcher como telón de fondo para una saga que se nos presenta como la versión más flemática, pero no por eso menos ácida, de aquellas otras grandes novelas del margaretismo que fueron «¡Menudo reparto!», de Jonathan Coe, y «La línea de la belleza», de Alan Hollinghurst .
Mortimer lo explicó mejor cuando se le preguntó de qué trataba «Un paraíso inalcanzable»: «El libro se ocupa de aquello que pensábamos que conseguiríamos tras la Segunda Guerra Mundial pero que nunca logramos». En un momento, alguien comenta que «Leslie Titmuss es el futuro» y otro le replica: «De ser así, no voy a esperarlo».
Es como si un un puñado de drugos interrumpiera un baile de aristócratas
Sin embargo –tan lejos pero tan cerca–, los lectores que disfruten de «Un paraíso inalcanzable» están avisados: hay más Titmuss por traducir; esto no es más que el principio de «The Rapstone Chronicles», que continúan en «Titmuss Regained» y en «The sound of Trumpets». Allí, Titmuss llegará a Lord.
De nosotros –en el desorden de esta sala cada vez más vacía, sabiendo que ya no está Mortimer para defendernos pero que sí permanece lo suyo– depende que no se cometa el crimen de que queden sin traducirse. Mientras tanto y hasta entonces, alguien barre la mugre bajo las alfombras de un tribunal poco justiciero y silba «Anarchy in the U. K.».
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