arte
«Pese a la saturación, hay imágenes que todavía hace falta hacer»
Joan Fontcuberta es comisario de dos exposiciones en Barcelona que analizan el poder y la proliferación de la fotografía en la sociedad digital: «A partir de ahora» (Arts Santa Mónica) y «Obra-Colección» (Fundación Foto Colectania)
javier díaz-guardiola
A partir de ahora, en Arts Santa Mónica , es una colectiva sobre la imagen en un paisaje dominado hoy por internet, las redes sociales, la telefonía móvil y herramientas como Google o Wikipedia . Una de sus líneas de investigación es la de ... la «obra-colección» (esto es, la obra de arte que no se crea de cero, sino que nace de la acumulación de otras para no aumentar el caudal existente), que es objeto de otra exposición en Foto Colectania. De ambas es comisario (en el primer caso, acompañado; en el segundo, en solitario) Joan Fontcuberta , una de las voces más autorizadas en España para hablar del estatuto de la imagen.
«Las dos muestras -explica– han coincidido por casualidad. La de Santa Mónica se pensó hace dos años para el Festival de Fotografía de Arlés ; la de Foto Colectania fue un encargo. Existía la posibilidad de separarlas o de buscar sinergias, lo que era lo más conveniente.
¿En qué sentido ha sido así para «A partir de ahora»?
Esa es una expo que parte de la labor de cinco comisarios, sin pretensiones academicistas o historicistas, que trata de predecir el futuro de la imagen a base de inventarlo, esto es, hace una prospección especulativa sobre su rumbo en los próximos años. Por eso todos sus trabajos son muy recientes, de creadores muy jóvenes. En esta entrega hay más autores y más libros, dado que uno de los fenómenos de estos años es la consolidación del libro fotográfico, gracias a las facilidades tecnológicas de edición y distribución.
La exposición parte de la imagen en la sociedad 2.0, en la que todos los individuos somos capaces de generarlas. ¿Devalúa eso su poder?
Antes las imágenes era objetos culturales de prestigio. Vermeer pintó 35 cuadros. En toda una vida su producción fue de 35 imágenes. Hoy salimos a la calle y regresamos con miles. ¿Tiene el mismo valor la imagen a la que uno ha dedicado toda su carrera que las que hacemos disparando a diestro y siniestro? Claro que, no. La relación con la imagen es distinta. Sin embargo, ya no están solo en manos de los especialistas. Todos somos capaces de generarlas. Hoy podemos hablar con imágenes. Y lo haremos mejor o peor: es cuestión de educación visual. Eso da un potencial de comunicación distinto con mil derivaciones. Por ejemplo: por primera vez somos los responsables de nuestra apariencia, de darnos a los otros como queremos que nos vean.
En ese sentido, ¿la multiplicidad de imágenes diluye o refuerza el concepto de autor?
La disolución de la autoría se debate desde finales de los sesenta. Ahora hay otro fenómeno que C. Chéroux define como el suicidio fingido del autor. No es que muera, sino que aparenta disolverse. Hay toda una serie de fenómenos (la interactividad, la autoría compartida, las obras huérfanas...), que antes no eran comunes. Prevalecía la idea de artista con un estilo y una firma. Ahora la obra es resultado de dialécticas colectivas. E incluso se distingue su cuerpo intelectual del aspecto material, de la realización, que se puede deber a otros profesionales. El autor hoy no es tanto quien fabrica la obra, sino el que prescribe su sentido. Eso nos lleva en Foto Colectania a la constatación de que hay un exceso de imágenes, una masificación, y que se impone una ecología visual que lleva a algunos artistas a no hacer más fotos, sino a reciclar lo ya existente. Nace así la «obra-colección». La aceptación de esto nos lleva a reflexionar sobre las imágenes que sí que nos hacen falta aún, las que faltan, las que solo un autor con talento será capaz de descubrir. Imágenes que no existen porque fueron censuradas, porque la tecnología entonces no permitía realizar... Ahí sí cabe un refuerzo del concepto tradicional de autor.
Admite que la secularización de la imagen se ha logrado a costa de perder algunos de sus valores fundamentales.
La imagen nace con una naturaleza mágica. Cuando en Altamira pintan bisontes, la motivación estaba en atrapar el alma del animal. La imagen nos ha acompañado siempre como suplantación simbólica de la realidad. Esa dimensión se ha mitigado en la medida en que se desmaterializa, que deja de ser objeto, y por su proliferación. Pierde así unos valores sagrados que se asociaban con la idea de verdad. Parecía que la foto era el depositario natural de la verdad. Hoy nos hemos vuelto más críticos y escépticos.
El punto de partida de la exposición de Colectania es cómo el coleccionismo se puede convertir en creación.
No es una idea inédita: la encontramos en Duchamp, Broodthaers o Hans Peter-Feldmann . Lo que sucede es que en épocas precedentes, la acumulación de imágenes era una práctica minoritaria. Hoy es dominante y la llevamos a cabo sin darnos cuenta. Consecuencia de la secularización es que la imagen deja de ser una trasmutación, una evanescencia de lo real, para convertirse en realidad en sí. Ya no es solo representación del mundo, sino que es parte del mundo. Por ello se pueden convertir en objeto de representación, y se puede hablar de otras imágenes y no del mundo.
Son diez los artistas seleccionados, cada uno con una forma de «crear» desde la acumulación. ¿Cuáles son?
He sintetizado unas líneas bastante pedagógicas de la idea de acumulación. Pero hay otro concepto interesante que sería el de fusión de roles en el arte que favorece la cultura digital. Y una de las facetas sería la ósmosis entre un coleccionismo de creación y el creador como coleccionista. En la exposición hay autores que coleccionan coleccionistas; otros que buscan imágenes desechadas y valoran esos defectos; otros se proponen programas de recolección de imágenes...
Crear desde lo ya existente y no generar una imagen nueva tiene un componente reivindicativo. ¿Moral, ecológico o político?
Las tres cosas, además de estético. Detrás del aspecto lúdico que a veces se achaca a este tipo de prácticas artísticas subyace un gesto político de rechazo al statu quo de la imagen en la medida en que representa una metáfora del social y político.
Esto tiene mucho de enciclopédico y de archivístico.
Hay ciertas reminiscencias de la enciclopedia de la Ilustración, de Borges, pero no dejan de ser los fantasmas que me complacen y estimulan. Puede ser un gran jardín, pero los jardines tienen muchos atractivos.
No le he preguntado por su faceta como fotógrafo. ¿Qué se plantea ahora a la hora de disparar una cámara?
Respeto. Me doy cuenta de que cada vez que aprieto el disparador estoy movilizando idiología, filosofía, política, economía... Por eso a veces me retengo y pienso que alguna de las que ya existen me servirá a base de otorgarle una nueva vida. Hay un concepto que me interesa mucho ahora que es el del metabolismo de las imágenes. Cómo nacen, crecen, maduran y mueren, para volver a resucitar. Nosotros vivimos en la imagen, pero la imagen también tiene su propia vida. ¿De qué manera sincronizamos ambas vidas? Ese es el reto.
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