El 'rojo' de origen noble que salvó el Museo del Prado
El pintor y arquitecto Roberto Fernández Balbuena presidió la Junta Delegada de Incautación, Protección y Salvamento del Tesoro Artístico. Su hija Elvira evoca su figura en una biografía
Madrid
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Iniciar sesiónDe joven pasaba los domingos dibujando y pintando, copiando a los maestros del Prado. Cómo imaginar entonces que, años después, abanderaría a un grupo de valientes hombres y mujeres que salvaron los tesoros de ese museo, además de otras muchas colecciones públicas y privadas, ... durante la Guerra Civil. Cientos de obras se evacuaron a Valencia, Barcelona, el norte de Cataluña y Ginebra, a bordo de 71 camiones.
Roberto Fernández Balbuena (Madrid, 1890-Ciudad de México, 1966) presidió la Junta Delegada de Incautación, Protección y Salvamento del Tesoro Artístico. Fue uno de los principales artífices de la protección del patrimonio español durante la contienda. En reconocimiento a su incansable labor, fue nombrado subdirector interino de la pinacoteca, cargo que ejerció durante cuatro meses. Picasso no llegó a ejercer como director, pese a ser elegido por el Gobierno republicano.
La figura de Fernández Balbuena es rescatada del olvido por la menor de sus dos hijas, Elvira Fernández Gascón, que publica su biografía: 'El Prado en peligro' (Turner). Salvo excepciones, como es el caso de Josep Renau, por entonces director general de Bellas Artes, apenas hay estudios académicos serios sobre aquellos que salvaron el patrimonio español, como su padre o Timoteo Pérez Rubio, presidente de la Junta Central del Tesoro Artístico. Son nuestros Monuments Men. En otros países serían héroes. ¿A qué atribuye tan injusto silencio en España? Desde Cuernavaca (México), donde reside –fue el país que acogió a su padre en el exilio–, cuenta a ABC que «el silencio se debe, en gran parte, al obstinado silencio del franquismo sobre la salvaguarda del patrimonio artístico por la II República, rescate que apenas se está dando a conocer».
«Cruz Roja del Arte»
En 2019, coincidiendo con su bicentenario, el Prado rindió homenaje a esta 'Cruz Roja del Arte' en el marco del congreso 'Museo, guerra y posguerra'. Acudieron al acto descendientes de algunos de aquellos héroes. Elvira dice que no fue invitada, «acaso porque no sabían de mi existencia». En su libro 'Arte, botín de guerra', Arturo Colorado abrió el melón de las obras expoliadas por el franquismo y las incautadas por la Junta republicana para su protección, que acabaron en museos, ministerios, iglesias, colegios y hasta en manos de particulares. Recientemente, el Prado ha hecho pública una lista de sus fondos y una comisión va a estudiar las que hay en su colección por si puede devolverlas a sus legítimos dueños. «Es indispensable esta recuperación de la Historia», advierte Fernández Gascón.
Como presidente de aquella Junta, su padre no lo tuvo fácil: el Gobierno los tenía estrechamente vigilados, falta de apoyos, recortes, la campaña internacional de difamación del franquismo... ¿Pensó en algún momento tirar la toalla? ¿Había enemigos de la causa también en el bando republicano que le impedían hacer su trabajo? «Roberto no se fue a refugiar a Valencia como el Gobierno y la mayoría de los intelectuales; y nunca pensó en abandonar su trabajo. Fueron catorce meses trabajando sin desfallecer, bajo las bombas y con mil vicisitudes en contra, pero no de republicanos, solo con poco apoyo de ellos».
Tenía una gran pericia y juicio técnico para evaluar obras de arte, cuenta su hija. Y facultades plenas para la incautación de aquellas piezas que tuvieran gran valor (fueran públicas o privadas) para su salvaguarda. Minuciosamente, cada obra incautada era identificada en una ficha con sus características, estado de conservación y foto correspondiente. Había depósitos por todo Madrid: el Prado, la Biblioteca Nacional, el Museo Arqueológico (que fue sede de la Junta)... El mayor se hallaba en la iglesia de San Francisco el Grande, que acogió unas 50.000 obras. También, el Banco de España, donde la humedad y falta de ventilación dañó los Grecos de Illescas. Fernández Balbuena se encargó personalmente de supervisar su restauración, cuenta su hija.
Arriesgó su salud (el estrés agravaría sus problemas cardiacos) y se jugó la vida durante los bombardeos, moviéndose día y noche por Madrid, gracias a salvoconductos de la Junta de Defensa de Madrid. «Literalmente, arriesgó su vida y su salud, porque circulaba por el Madrid en guerra y trabajaba con todo en contra. Le pasó factura, pues cuando vinieron los expertos ingleses a conocer la labor de la Junta, no pudo recibirlos porque estaba gravemente enfermo del corazón y postrado en su lecho», recuerda Elvira.
Cuenta en el libro que su familia, tradicional y conservadora, lo abandonó a su suerte. Resulta tremendo que sus propias hermanas vendieran a unas monjas la casa-estudio que tenía Roberto en la calle Serrano y la mayoría de sus cuadros. Tampoco le hicieron llegar un baúl con los lienzos inacabados. «Era consciente de su rechazo y esto le hacía sufrir muchísimo», relata Fernández Gascón. Fue la oveja negra. Un 'rojo' en una familia ilustrada, de origen noble. Su madre era descendiente de los Reyes Fernando III el Santo y Alfonso VIII. Un antepasado paterno estaba casado con una princesa peruana.
Amigo de Lorca, Buñuel, Gómez de la Serna, Gregorio Marañón, Juan Rulfo... era liberal, culto, políglota, ávido lector y melómano
Liberal, culto, políglota, ávido lector, melómano (muy aficionado a la ópera y la música clásica, sentía devoción por La Niña de los Peines), miembro de la National Geographic Society en Estados Unidos, vivía en el barrio de Salamanca. Fue amigo de lo más granado de la época: Lorca, Buñuel, Gómez de la Serna, Gregorio Marañón, que fue su vecino... El 6 de mayo de 1939 puso rumbo a su exilio mexicano. Tenía casi 50 años. Tuvo que empezar de nuevo de cero, gracias a la ayuda de amigos como su vecino Juan Rulfo, con quien solía ir de excursión. Ambos compartían pasión por la fotografía. Tenía dos cámaras: una Hasselblad y una Rolleiflex. El comunista Fernández Balbuena y la católica Elvira Gascón se casarían en la catedral de Ciudad de México. Auxiliar de la Junta, fue una de las mujeres que participaron en la defensa del patrimonio español, junto con María Teresa León, Rosa Chacel y tantas otras.
Arquitecto de profesión, la gran vocación de Roberto Fernández Balbuena fue siempre la pintura, pero el destino se empeñaba en alejarlo de ella. Primero, por la oposición de su autoritario padre –le prohibió estudiar Bellas Artes, como era su deseo–; después, por dedicarse a tiempo completo a salvar, desinteresadamente, el patrimonio español y, más tarde, porque tuvo que trabajar como arquitecto en México para sobrevivir. ¿Le atormentaba? «Sí, sufría mucho cuando tenía que trabajar como arquitecto en un país que no lo aceptaba por su acento castizo, y siempre añoraba el pintar», comenta Fernández Gascón.
Pese a todos los escollos, fue un destacado pintor y dibujante. Becado en Roma, Nueva York y París, fue profesor en la Escuela Superior de Arquitectos de Madrid y trabajó en el Ministerio de Obras Públicas restaurando monumentos. Como pintor, logró abrirse camino con sus retratos, desnudos, paisajes y bodegones cercanos al realismo mágico (según anota Juan Manuel Bonet en su 'Diccionario de las vanguardias')... Ganó premios en exposiciones de Bellas Artes, expuso en España y el extranjero y cuenta con obra en importantes colecciones. El Reina Sofía atesora 16 cuadros. «No sé si se han expuesto alguna vez», dice Elvira.
En 1956, su padre narraba en primera persona en el Ateneo Español de México aquella odisea en la Guerra Civil: «Hay una fecha que los habitantes de Madrid olvidarán muy difícilmente: el 18 de noviembre de 1936. En mi memoria, el recuerdo de aquella jornada va asociado con el desolador paisaje de 'El triunfo de la muerte', de Brueghel. Los dos paisajes se me funden , el real y el pintado...»
Elvira retrata a su padre al final de su vida como un hombre melancólico, apagado. ¿Tenía nostalgia? ¿Era consciente de que no regresaría a su querida España? ¿Por qué aceptó la nacionalidad mexicana? Su esposa no lo hizo. «Sí, tenía enorme nostalgia de España, a la que no podría regresar y murió casi diez años antes que Franco, que con su Ley de Responsabilidades Políticas lo tenía criminalmente amenazado. Se nacionalizó mexicano para poder trabajar como arquitecto y sobrevivir. Mi madre nunca lo hizo, porque solo se dedicó a dibujar».
Uno de sus grandes amigos en el exilio mexicano fue el escritor Juan José Arreola, a quien retrató en dos ocasiones. En un homenaje en el centenario del nacimiento de Roberto Fernández Balbuena, lo recordaba así: «Era como un vino redondo, bien añejado, y se pudo añejar bien Roberto porque era de muy buena cepa. Un arquetipo del español bien formado, culto y fino». El Palacio de Bellas Artes de la capital mexicana le dedicó una gran retrospectiva en 1991. En 2009, el cineasta Jim Jarmusch se inspiró en uno de sus desnudos para su película 'The Limits of Control'.
Es enorme la deuda que tenemos los españoles con quienes consagraron sus vidas a salvar nuestro patrimonio. Decía Gregorio Marañón: «Nadie podrá ver estos cuadros inmortales sin asociarlos al recuerdo de los hombres que lo arriesgaron todo por salvarlos sin esperar otra recompensa que la emoción de verlos surgir intactos de las cajas en que sufrieron su estúpido cautiverio». Uno de ellos fue Roberto Fernández Balbuena.
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