El códice aparcado en el garaje de al lado
Es incomprensible que no saltasen antes las alarmas por la falta de piezas. Hay que exigir inventarios, control y más seguridad a la Catedral que custodia tantos siglos de historia
jesús garcía calero
La imagen del Códice Calixtino es tristísima : su gastado lomo de mil años asomando entre los trastos de ayer en un garaje polvoriento, propiedad del presunto ladrón. Su valor excepcional, sus historias asombrosas, sus delicadas miniaturas, arrumbados entre materiales de ... construcción , cajas reventadas de cartón... La mezquindad del delincuente, o mejor, la banalidad del mal, como decía Arendt , hechas bodegón.
Duele ver el manuscrito en condiciones tan precarias
Sólo el trabajo impecable de la Policía Nacional ha permitido la feliz conclusión de esta investigación. Agridulce porque duele ver el manuscrito en tan precarias condiciones , los milagros del Apóstol, el viaje de sus reliquias a Compostela, la guía de peregrinos del Camino, tan suculenta en detalles para entender a los españoles de hoy, tantas cosas únicas y delicadas olvidados en un zulo inmundo . Pero feliz porque no ha sufrido daños y ahora ya está de nuevo en la Catedral de Santiago.
¿No hay inventario que hiciese saltar las alarmas tras tantos robos?
Una primera reflexión, grave, surge al contemplar la cantidad de obras del patrimonio que el supuesto ladrón guardaba en sus propiedades. ¿Cómo es posible que haya hurtado tantos facsímiles, manuscritos e incunables, además de otras piezas de valor, y que las denuncias no hayan hecho saltar todas las alarmas antes del robo del Códice, hace hoy un año? Tal vez no exista inventario. Es evidente que no se ha revisado convenientemente el patrimonio custodiado en ese templo durante los últimos años. Es hora de tomar medidas rápidamente para que algo así, el robo de la historia, no se vuelva a repetir. ¿Y las medidas de seguridad ? A la vista salta que son insuficientes.
¿Quién da el mismo valor a páginas, pergaminos y fajos?
Otra reflexión surge al paso de la primera. Viendo la mesa del ladrón llena de páginas de canto gregoriano y facsímiles lujosos, manuscritos y dinero, dinero, dinero ... uno piensa no solo en la condición humana de quien da el mismo valor a todos los papeles, pergaminos y fajos , sino también en la sociedad que hace posible hechos tan lamentables. Sociedad en su sentido amplio, por el conjunto de valores que manan, precisamente, de obras como el Códice ; y sociedad como microcosmos, como es la comunidad a la que el robo ha trastocado con unas consecuencias aún difíciles de comprender.
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