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El primer botón de ancla, una historia rescatada del pecio de la «Mercedes»

Entre los restos devueltos por los cazatesoros figura una bolsita con botones del viejo uniforme de marino abolido en 1802

El primer botón de ancla, una historia rescatada del pecio de la «Mercedes» abc

jesús garcía calero

De todas las historias que van emergiendo del pecio de la fragata «Mercedes», no todas tienen que ver con monedas. Destaca una, cuyos protagonistas son unos humildes botones de marinero. Quienes estudian los restos devueltos por los cazatesoros de Odyssey Marine Exploration tras su derrota en los tribunales de EE.UU. han destacado un pequeño pero significativo hallazgo.

Se trata de una concreción que, una vez limpia, mostró los restos de una bolsita rodeando una botonadura. En un análisis más pormenorizado se vió que eran botones del uniforme de la Real Armada y unas charreteras. ¿Por qué un marinero guardaría estos botones? La respuesta habla de la vida en el barco.

La fragata «Mercedes» se hundió el fatídico 5 de octubre de 1804. Los uniformes de la Armada cambiaron su botonadura en un reglamento de 1802. Se sustituyó el tradicional botón con la Corona real sobre una inscribión R(ea)L Marina por otro en el que solo figura la Corona sobre el ancla. El famoso botón de ancla.

El marinero, a buen seguro una de las 249 víctimas del naufragio de la «Mercedes», habría cambiado los botones del uniforme poco antes de partir de la costa americana y después habría guardado en una bolsa los viejos. El hallazgo añade detalles de importancia histórica, por el hecho de que ayuda a datar también el momento del naufragio y a probar la identificación del buque y su condición de buque de Estado. Este hecho fue decisivo a la hora de ganar el juicio en EE.UU. contra Odyssey.

Igualmente añade un poco de humanidad a las frías cifras que rodean el caso, entre las 574.553 monedas expoliadas y el hecho de que los cazatesoros negaban la existencia de un pecio, restos y pertenencias de los marineros. Sin embargo, el hallazgo es otra pieza más, otra página del libro que ha pasado 203 años bajo el mar y cuya verdadera historia solo ahora podemos ir reconstruyendo.

A lo largo del juicio ha quedado patente en la documentación de los cazatesoros que tratando la historia como pura mercancía no se valora el daño y la destrucción de partes importantes de los yacimientos con técnicas intrusivas cuyo fin es extraer los metales preciosos y objetos con valor de mercado.

Ahora, unos pobres botones vienen a subrayar la importancia histórica de lo que allí aconteció, que no fue el naufragio de un tesoro, sino el fin de las vidas, familias y haciendas de cientos de personas.

Eliot, en la «Tierra Baldía» , escribe sobre un naufragio y recomienda, al recordar al timonel: «Acuérdate de Phlebas, el fenicio, que fue una vez alto y hermoso como tú». Shakespeare en la Tempestad : «A cinco brazos de aquí / yace el cuerpo de tu padre./ Corales son ya sus huesos/ perlas sus ojos./ Nada de él se ha dispersado. /Todo él en mar se ha transformado /y es todo hermoso, y es todo extraño.»

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