Del alquitrán prehistórico al 'superglue', el descubrimiento fortuito del pegamento
Ciencia por serendipia
Hubo un momento en el que pegar objetos dejó de ser cuestión de magia y se convirtió en ciencia
La historia del hallazgo del «material más resbaladizo conocido por el hombre»
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Iniciar sesiónCuando pensamos en el invento del pegamento, solemos imaginar laboratorios sofisticados, científicos con bata blanca y equipos avanzados. Sin embargo, la historia real de este adhesivo vital para nuestra vida diaria es mucho más sorprendente y está teñida de casualidades que cambiaron para siempre la ... forma en que las cosas se unen.
La invención del pegamento no llegó de forma intencionada ni planificada. En realidad, fue un hallazgo fortuito, un accidente en el que el azar y la necesidad se encontraron en un momento histórico crucial hace miles de años. Para entender esta fascinante historia, debemos remontarnos a épocas en las que la humanidad estaba aprendiendo a transformar su entorno con los recursos disponibles, sin los beneficios de la ciencia moderna.
Pegamentos naturales
Los primeros humanos ya tenían la necesidad de unir materiales para crear herramientas y construir refugios. Las naves, las flechas, las armas y los utensilios requerían algún tipo de adhesivo para que duraran y funcionaran. Pero el problema era evidente: ¿cómo unir madera con hueso, piel con madera o piedra con madera sin usar clavos o sogas?
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La solución llegó, sin sospecharlo, a través de la creatividad y la experimentación, muchas veces guiadas por el azar.
Una de las primeras evidencias arqueológicas del uso de un pegamento natural proviene del período Paleolítico, en el que los humanos prehistóricos usaban una especie de alquitrán de corteza de abedul. Este pegamento primitivo se descubrió casi sin querer, cuando la corteza, calentada cerca del fuego, empezó a exudar una sustancia pegajosa al enfriarse. Este alquitrán sirvió no solo para unir materiales sino también para impermeabilizar.
Pero el verdadero descubrimiento del pegamento se acentuó mucho más tarde, con los egipcios, los griegos y las civilizaciones mediterráneas. Estas culturas, que se caracterizaban por su ingenio y desarrollo técnico, encontraron en la naturaleza pistas para crear mezclas adhesivas. Desde la resina de los árboles hasta la goma natural, el registro histórico nos revela que muchos productos naturales fueron estudiados, experimentalmente mezclados e incluso combatidos en su uso antes de aceptar su valor para unir.
En todo este proceso, el azar jugó un papel fundamental: una resina que goteaba sobre una superficie lisa y que perdió su pegajosidad con el calor, o una mezcla que accidentalmente se solidificó al enfriarse, llevó a que algunos de nuestros antepasados se detuvieran a observar y probar. Muchas veces, fue el error o el accidente lo que llevó a un invento revolucionario.
A lo largo de los siglos, la ciencia fue desentrañando los secretos que escondían estos pegamentos naturales. Sabemos ahora que su poder reside en las interacciones químicas entre moléculas, que pueden formar puentes entre superficies, pero la experiencia y el ensayo empírico fueron las verdaderas maestras en su invención. Y todo comenzó con el puro azar que hizo que alguien notara que una sustancia pegajosa podía ser útil.
Superglue, hijo de la guerra
Un ejemplo icónico de este tipo de casualidades en la historia de los adhesivos ocurrió en el siglo XX, con un descubrimiento que ha transformado la tecnología moderna: el adhesivo de cianoacrilato, más conocido como 'superglue'.
Nuestra historia moderna muestra a un químico llamado Harry Coover, quien intentaba crear un material transparente para visores de armas durante la Segunda Guerra Mundial. En varias ocasiones, encontró que ciertos compuestos eran demasiado pegajosos y por eso los descartó para ese fin. Sin embargo, fue años después que él y sus colegas reconocieron el potencial de esa sustancia adhesiva para usos prácticos cuando no se buscaba transparencia sino adhesión rápida y fuerte.
De alguna forma, el pegamento es un homenaje silencioso a la casualidad, a la perseverancia humana para observar y experimentar, a la magia escondida en lo inesperado. Cada vez que pegamos algo, recordemos que detrás de ese humilde acto hay una epopeya de errores felices, de intentos, de observaciones, y de saberes transmitidos generación tras generación.
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Y así, ese invento que nació sin planearse se ha convertido en el vínculo tangible de nuestra historia, mostrando que, en la ciencia, como en la vida, la suerte y la curiosidad forman la mejor alianza para lograr grandes avances.
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