Por qué los chimpancés no juegan al béisbol
La extraordinaria capacidad del ser humano para lanzar objetos, un rasgo único que nos distingue como especie, favoreció la caza hace 2 millones de años y nos ayudó a evolucionar

Cuando un jugador de béisbol profesional deja a todo un estadio con la boca abierta tras un poderoso lanzamiento estamos contemplando la cúspide de una habilidad humana que se desarrolló por primera vez hace casi 2 millones de años. No todos podemos ser fichados por los Yankees ni jugar en las Grandes Ligas, pero, en general, c ualquier ser humano es un extraordinario lanzador de proyectiles, sobre todo si nos comparamos con el resto de los animales, incluso con los que más se nos parecen, los chimpancés.
La capacidad de lanzar rápido y con precisión fue desarrollada por nuestros antepasados de las cavernas porque suponía una ayuda fundamental para la caza, según explican investigadores de Universidad George Washington en la última edición de la revista Nature. Desde entonces, no tenemos rival arrojando objetos. «Los chimpancés son increíblemente fuertes y atléticos, pero los machos adultos solo pueden lanzar a unos 32 kilómetros por hora, un tercio de la velocidad de un 'pitcher' de 12 años de edad de una liga infantil de béisbol», afirma Neil Roach, autor principal de la investigación. El ser humano puede alcanzar los 105 km por hora.
Utilizando un sistema de cámaras 3-D, como los que se usan para hacer videojuegos y películas de animación, Roach y su equipo grabaron los movimientos de lanzamiento de los jugadores de béisbol universitarios y descubrieron que el hombro humano actúa como una honda durante el ejercicio, almacenando y liberando grandes cantidades de energía. «Cuando los seres humanos lanzan, primero rotan los brazos hacia atrás lejos del objetivo. Es durante esta fase que se estiran los tendones y los ligamentos que cruzan el hombro acumulan energía elástica», explica el investigador. Cuando se libera esta energía, el brazo se acelera hacia adelante, generando «el movimiento más rápido que produce el cuerpo humano». La rotación del húmero puede alcanzar hasta 9.000 grados por segundo.
Carne para cenar y cerebros más grandes
Según el equipo, ciertas características anatómicas del torso, hombros y brazos que aparecieron por primera vez en el Homo erectus hace unos 2 millones de años hicieron posible este almacenamiento de energía. Estos cambios evolutivos permitieron a nuestros antepasados cazar de manera más eficaz y segura, utilizando probablemente rocas y lanzas de madera afiladas como armas arrojadizas. Como consecuencia, nuestros antepasados pudieron comer más carne rica en calorías y grasas y se convirtieron en la cima de la cadena alimenticia. La nueva dieta carnívora «les habría permitido cultivar cerebros y cuerpos más grandes y expandirse fuera de África a nuevas regiones del mundo, todo lo cual ayudó a convertirnos en lo que somos hoy en día», resume Roach.
Nuestros parientes más cercanos, los chimpancés, también lanzan objetos de vez en cuando, a menudo sus propias heces, pero en raras ocasiones hacen el tiro por encima del hombro. Sus lanzamientos son menos precisos y potentes y nunca los utilizan durante la caza. Parte de la razón de los malos resultados del chimpancé está ligada a su técnica, a su vez limitada por su anatomía. Sus movimientos se parecen más a los de un tirador de dardos o un jugador de críquet.
El estudio también puede tener implicaciones importantes para algunos atletas actuales. Los lanzadores de béisbol, por ejemplo, practican con mucha más frecuencia de lo que probablemente hacían nuestros ancestros, un abuso del gesto que muchas veces deriva en una lesión.
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