Problemas de pareja por las tareas del hogar: cómo resolverlos fácilmente

El conflicto se da cuando se olvida que las relaciones de pareja consolidadas son, además de un vínculo amoroso, una relación de convivencia que se lleva a cabo en términos materiales

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Las discusiones de pareja relacionadas con las tareas del hogar son frecuentes.

«- ¿Pero acaso estás esperando a que la ropa se tienda sola o qué?, - Y tú, ¿tienes que dejar esas manchitas en el lavabo cada vez que te maquillas? - Pues sí, tengo que dejarlas porque así hacen juego con los goterones de espuma en el ... espejo que dejas tú cuando te afeitas... Lo más cotidiano, lo menos importante o incluso lo más absurdo puede llegar un día a desestabilizar una pareja. No en vano, como sucede con la mayoría de las relaciones personales y laborales que establecemos lo que ayuda a mantener el equilibrio y la armonía en ese vínculo es asignar roles, tareas o responsabilidades. De hecho, según explica la psicóloga de Avance Psicólogos, Laura Palomares, la mayoría de las discusiones de pareja responden a los desequilibrios en la asignación de tareas concretas de la casa. Así, cuando uno de ellos asume más cargas de limpieza o tiene más funciones a la hora de afrontar el día a día y la organización del hogar (bancos, facturas, horarios, actividades ocio de la familia o la parea...) es cuando llega el conflicto.

El desequilibrio en el reparto de tareas puede llegar a producirse por muy diversas circunstancias. En unos casos puede suceder que algunas personas muy autoexigentes o con una necesidad de perfección y de control sobre todo hayan favorecido esa situación sin ser conscientes de ello y mal acostumbrando a la pareja a que ellos se encargan de todo. En otras ocasiones pude ser la falta de madurez de uno de ellos lo que haga que no asuma determinadas tareas y eso lleve a su pareja a sentir decepción, desencanto o incluso desenamoramiento.

Aunque también esa inestabilidad puede producirse porque uno los miembros de la pareja no tenga un trabajo remunerado o bien porque trabaje en casa todo el día (frente a la otra persona que deba acudir de forma presencial a su trabajo). En este caso concreto la experta incide en la necesidad de llegar a soluciones desde la calma y sin reproches . Algunas de estas parejas suelen encontrar el equilibrio en el reparto lo más concreto posible, de modo que uno se encargue de la limpieza y el orden y el otro de la compra y la cocina. «No hay por qué hacer una repartición rígida o exacta de deberes, sino que muchas veces el hecho de que cada uno se ocupe de las tareas en las que se siente más cómodo es la mejor solución», propone Palomares.

¿Puede ser el germen de una ruptura?

El problema es que en algunos casos estas disputas aparentemente menores pueden ser el germen de una ruptura ya que pueden provocar sentimientos de decepción de rencor hacia el otro que vayan haciendo mella poco a poco en la relación. «No es solo una cuestión práctica sino que lo que sucede es que observar una falta de iniciativa por parte del otro o incluso una cierta pasividad puede llevar a que la otra persona sufra un desencanto o incluso puede provocar un alejamiento serio», plantea la psicóloga

Cuando las discusiones en torno a las tareas del hogar empiezan a ocupar demasiado tiempo y espacio en la pareja, cuando se observa resentimiento por parte de ambos o de uno de los dos, cuando el distanciamiento impide que la pareja llega a acuerdos y cuando la comunicación o las relaciones sexuales se ven afectadas por la situación habrá llegado el momento de pedir ayuda profesional (terapia de pareja), según afirma la psicóloga, pues todas estas señales son alarmas que pueden influir directamente en la relación de pareja.

La ecuación se complica si...

Si hay desequilibrios en el reparto de tareas este aumenta si la pareja tiene hijos pues la mayor carga de responsabilidad que implica la crianza hace que sea un estresor añadido y aún mayor. «Esta mayor estrés implica un mayor desgaste físico y emocional que irremediablemente repercutirá sobre la relación de la pareja si no consiguen equilibrar la asunción de responsabilidades», precisa la psicóloga.

Muchas veces olvidamos, como argumenta Palomares, que las relaciones de pareja consolidadas son, además de un vínculo amoroso, una relación de convivencia que se lleva a cabo en términos materiales: llevar al día la economía doméstica, limpiar y ordenar la casa, organizar las necesidades... En muchos casos, tal como precisa la experta, la pareja y el reparto de responsabilidades familiares son dos fenómenos que no se pueden desligar.

Por eso la psicóloga explica que hay que tener claro que independientemente de la intensidad con la que se ame a una pareja , si el reparto de actividades relacionado con el cuidado de la casa o de los hijos no funciona, surgirán conflictos frecuentes. «Abordar el tema de manera directa y llevando a cabo un cálculo de las horas de trabajo doméstico que debe cubrir cada uno es la mejor solución», propone.

Por su parte, el psicólogo especializado en vínculos, Sebastián Girona, opina que discutir presenta la oportunidad de conocer el punto de vista del otro y ver la realidad tal y como el otro la percibe y esto, a su parecer, puede ser algo enriquecedor para la pareja siempre que ambos estén abiertos a descubrir cómo se siente el otro. Por eso explica que algo fundamental para que una discusión sea productiva es que ninguno de los dos se empeñe en querer ganar la batalla de la discusión pues en realidad, según aclara, lo importante es ser consciente de que en una discusión de pareja no hay vencedor ni vencido, sino que de lo que se trata es de que la pareja unan sus esfuerzos para superar el problema.

De hecho Girona aclara que una pareja sana no es aquella que no tiene ningún problema o conflicto y que aprender a discutir lleva tiempo, esfuerzo y compromiso por parte de los dos integrantes de la relación.

Para ayudar en esta tarea el psicólogo aporta las siguientes técnicas:

1. Prioriza y elige tus batallas. No todas las discusiones tienen el mismo valor ni deben plantearse todos los temas a la vez ni tampoco mezclarse. En el caso de que la pareja esté frente a conflictos que tienen solución se deben elegir aquellas batallas que queremos librar y tratarlas de una en una, de la más importante a la menos importante.

2. Un tiempo para cada cosa. Algunos momentos son mejores que otros para hablar con tu pareja. No sería adecuado, por ejemplo, hacerlo mientras se disfruta de un momento íntimo. Y tampoco sería adecuado comenzar a hablar señalando o acusando. Tal vez después de la cena, cuando ambos os encontráis ya relajados pueda encontrarse el clima necesario para conversar. Lo ideal es contar al otro lo que sentimos de la manera lo más tranquila posible.

3. Reformula el afán de queja. Evitar la crítica constante será fundamental. Conviene buscar que aquello sobre lo que queremos hablar recaiga sobre la acción en sí y no sobre la persona, de modo que la otra persona vea cómo nos sentimos pero, de alguna manera, no se sienta criticado por ello ni acusado porque entonces buscará defenderse y será más difícil llegar a un entendimiento.

4. Cuida el lenguaje corporal. A menudo decimos más con lo que no hablamos, por eso hay que cuidar mucho algunos gestos o acciones como suspirar, mirar de reojo, fruncir el ceño y todas aquellas dinámicas que el otro pueda interpretar como un desprecio.

5. El humor, como estrategia. Manifestar algunas cosas en clave de humor, no en tono irónico ni despectivo, puede ser un recurso para aliviar la tensión y buscar un acercamiento o complicidad en torno a alguna circunstancia.

6. No uses la tecnología, se discute cara a cara. Aunque a menudo se usa el WhatsApp a modo de paso previo para retomar la discusión una vez que se llegue a casa es importante que no pretendamos resolver cosas por teléfono. Y tampoco conviene iniciar una discusión por esta vía y que luego quede todo como si no hubiese pasado nada una vez que la pareja se reencuentre en el hogar.

7. Pedir perdón o frenar a tiempo. Si piensas que hiciste o dijiste algo que pudo haber herido al otro, hay que pedir un sentido perdón al otro. No hay ganadores ni perdedores en una pelea, normalmente cada uno tiene un poquito de razón, lo que se ha de buscar es escuchar al otro y evolucionar juntos. Y si se da la circunstancia de que el conflicto sube de tono y sigue escalando, lo mejor es parar, abrazar al otro o sentirlo cerca de alguna manera y dejar de pelear pues, aunque no resuelve el problema, sí que ayuda a que la discusión no se vaya de las manos.

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