VIDAS EJEMPLARES
LONDONISTÁN
Los coches extraterrestres del petróleo invaden Knightsbridge mientras se eleva la alerta antiterrorista
Los coches extraterrestres del petróleo invaden Knightsbridge mientras se eleva la alerta antiterrorista
KNIGHTSBRIDGE, topicazo del lujo. Las súper tiendas para ricos arremolinadas en una calle que tiene en los almacenes Harrods su parque de atracciones, entre sublime y kitsch. Asiáticos y árabes compran relojes ... como si fuesen bolsines de almendras garrapiñadas. Los europeos se limitan a mirar, excursionean por el circo de los comestibles; alguno hasta aprovecha la visita para apurar una micción gratuita en un wáter suntuoso. Harrods, epítome del gran almacén inglés, es hoy propiedad de la familia real de Qatar. Los cataríes se lo compraron en 2010 al fatigado Al Fayed, extraviado en sus teorías conspirológicas después de que su hijo playboy se estrellase con Diana en un túnel de París. Un choque tan imposible, y tan cierto, como su propio flirt, al que ella llegó por sopor y él, por cumplir la utopía de tocar realeza rubia.
Cuando llega el verano, el calor fríe los sultanatos petroleros. Los plutócratas árabes migran entonces a Knightsbridge, ellos y sus berlinas extraterrestres. Cae la tarde del jueves y comienza la gran parada. Inmunes a las normas de aparcamiento, un rosario de bólidos horteras muerde las aceras. Un Rolls pintando de malva, Ferraris de todas las siluetas, un Lamborghini verde marujito, un coche tan julandrón que dirías que Batman ha aparcado en doble fila... De madrugada, tras mover fortunas en los casinos, los millonarios más jóvenes echan alguna carrera por las avenidas. Por la tarde, chicas con niqab, que solo enseñan sus ojos, calientan la tarjeta de crédito comprando ropa interior picantona en La Perla. La hilera de cafés y restaurantes frente a Harrods solo tiene clientela musulmana. Ellos, con look de Ricky Martin en semana de barba, fuman pipas de agua en las terrazas de locales rotulados en árabe. A pie de acera, el bólido. Ellas, de luto y velo. O de pelo suelto y voluptuosidad cara y choni, a lo Versace. Apenas se ve un inglés. Los hoteles de todas las estrellas de Park Lane ofrecen oratorios con vistas a la Meca.
«Quiero que Londres sea con Dubai una de las capitales financieras islámicas del mundo», dijo Cameron en el Davos musulmán. Londres tuvo grandeza –e interés comercial– y pasó página rápido tras los atentados islamistas de 2005. Era justo: no se puede tomar una parte por el todo. Ayer Cameron aparecía en televisión para explicar a la nación que el Reino Unido está en «alerta grave de atentado». Lava hirviendo del volcán de Irak y Siria. Quinientos británicos se han enrolado en la yihad genocida. Un rapero de un barrio de Londres degolló al periodista americano con perfecto acento inglés. Algunos retornarán...
Un policía fuertemente armado, con cara de británico de teleserie, detiene coches en un control suave en la subida a Notting Hill, de resaca de su carnaval caribeño. Los emiratos petroleros sufragan bajo cuerda la prédica y la práctica medieval. Los coches de Batman y Robin disputan rallies por Londonistán. El cielo otoñea en la paz triste de los parques de Londres, donde agosto ya es octubre. La alianza de civilizaciones y la guerra de civilizaciones. Irak empieza en Heathrow y Barajas.
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