Puerta Grande de Leonardo Hernández

Va unido este toreo a caballo a las prácticas de lancear reses que efectuaban los antiguos caballeros y que son la raíz de la corrida moderna. Se desarrolló este arte en toda la Península: en Portugal lo perfeccionó el marqués de Marialva (por eso llaman algunos «arte de Marialva» al del rejoneo).

A comienzos del siglo XX brillaron dos jinetes lusos, Simao da Veiga y Branco Nuncio, que alternaron con el cordobés Antonio Cañero. En la posguerra surgieron figuras como Álvaro Domecq, los hermanos Peralta (grandes renovadores), Fermín Bohórquez, Samuel Lupi, Manuel Vidrié, Joao Moura... Ya no es el rejoneo «el número del caballito», como dijo alguien despectivamente, sino toreo a caballo, clavando de frente, con temple: un espectáculo brillante, que entusiasma, lógicamente, a los públicos.

El festejo ha sido hoy menos agradable de lo habitual porque los toros de Luis Terrón son muy mansos y alguno, peligroso.

Sergio Galán, que ya ha abierto tres veces esta Puerta Grande, se emplea a fondo con el primero, muy distraído: lo encela con «Uranio», clava de frente con «Ojeda» y consigue un rejonazo fulminante con «Fado» pero el presidente no accede a la petición de oreja y, sorprendentemente, no le piden la vuelta al ruedo (?).

Con «Vidrié», afronta las dificultades del cuarto, muy desentendido de la lidia, peligroso. Baila «Apolo» delante del toro. Clava arriba Sergio y se adorna. Con «Fado», consigue un rejón trasero. Labor esforzada y meritoria: vuelve a negarle la oreja el presidente pero esta vez sí da la vuelta.

Une dos ilustrísimos apellidos portugueses Moura Caetano. En el segundo toro, arriesga demasiado con «Garabito», que resulta herido. Gusta mucho al público el precioso «Xispa», descendiente de «Neptuno»; quiebra en tablas con «Passapé» y mata certero pero la gente no ha entrado del todo en su labor.

Barbea tablas el quinto, muy huido. El jinete ha de echar mano de todos sus recursos: se pone delante, clava al sesgo, con «Verdi» y «Chispa». Arriesga demasiado con «Artista», que también sufre una cornada. Este tercer percance enfría definitivamente al público. Mata a la tercera y saluda, con lágrimas en los ojos. Aunque monta preciosos caballos, se nota que ha toreado menos que sus compañeros y su estilo sorprende al público.

A pesar de algún contratiempo físico, Leonardo Hernández se ha convertido ahora en «el tercer hombre» (como se decía de Chaves Flores, en la época de Aparicio y Litri), en el rejoneo. El tercer toro mansea, derrota por alto, hiere a «Templario». Con «Espartaco», Leonardo da una pasada espectacular, como un muletazo. Clava banderillas de cerca con «H31». Calienta al público con «Xarope», en las banderillas cortas, al violín. Mata rápido con «Humorista»: primera oreja.

El sexto ni mira al caballo, salta el burladero, pero saca genio al sentir el rejón. Emociona al quebrar, citando de lejos, con otro «Verdi», y en corto, con «Quieto». Las banderillas a dos manos, con «Xarope», hacen desbordar el entusiasmo. Remata triunfalmente con «Humorista»: dos merecidas orejas y triunfal salida en hombros.

Además de practicarla, el «centauro» Ángel Peralta también ha cantado poéticamente la belleza del rejoneo: «El galope se hizo viento...» En una tarde de serias dificultades, nos lo ha hecho sentir así Leonardo Hernández, que sale muy merecidamente a hombros por la Puerta Grande de las Ventas.